Barrio_Madrid29Antonio Lorca.- La plaza, puesta en pie, despidió con una grandísima ovación a Camarín, segundo de la tarde, de 560 kilos, que tuvo un comportamiento sobresaliente. Cuando las mulillas desaparecieron, las palmas se tornaron en una bronca dirigida al presidente por no conceder la vuelta al ruedo al toro.

Pero, ¿era merecedor de tal distinción? Al menos, fue un toro para la discusión, que debiera ser elemento fundamental en este arte, y que se ha perdido en aras de la unanimidad que propicia el aburrimiento.

Camarín embistió con fiereza al capote que le presentó Aguilar, quien consiguió una verónicas tan apasionadas como jaleadas. Acudió de largo al caballo y empujó al peto en primera instancia, aunque se aburrió y prefirió aliviarse con un solo pitón; tardeó, pero volvió a obedecer otra vez el cite del piquero, también a varios metros de distancia, pero no recibió más que un picotazo. Persiguió con alegría en banderillas, y llegó a la muleta con resuello y vida, y repitió la embestida con encastada nobleza en las tres primeras tandas por el lado derecho, bajó el tono cuando el torero tomó la zurda y se resintió del esfuerzo en los redondos finales.

Aguilar estuvo correcto con un animal muy exigente, que pedía a gritos una muleta con mucho mando y, quizá, con el conocimiento suficiente para no intentar el toreo actual. Al toro le faltó la calidad de la moderna nobleza artística y le sobró codicia; además, la impericia de su lidiador, que torea poco, no permitió el total lucimiento de su bravura. En fin, que a Aguilar le concedieron una oreja como señal de que no estuvo mal, pero ese toro exigía y merecía otro trato.

Pero, ¿era de vuelta al ruedo o no? Y surge otra cuestión: ¿en comparación con quién? Si se lo compara con el desierto de casta de una feria desesperante, sí era de vuelta. Si se le exige como toro bravo en el caballo, no. Bien es cierto, no obstante, que el presidente no autorizó un tercer puyazo, que hubiera disipado cualquier duda. En todo caso, un toro sobresaliente.

El resto de la corrida defraudó. Predominó la mansedumbre y la falta de clase. El propio Aguilar se llevó un tremendo arreón del quinto, rajado y aculado en tablas. Iván Vicente demostró maneras ante el agotado y noble Bastonito, que salió en primer lugar, y escuchó dos avisos ante el deslucido cuarto. Y Barrio se vio desbordado por el astifino y exigente tercero, y nada pudo hacer ante el parado sexto, cuya lidia transcurrió entre un aguacero.

Toros de Baltasar Ibán, bien presentados y de desigual comportamiento; bravo y encastado el segundo; manso y encastado el tercero; cumplidor en el caballo, noble y apagado el primero, y parados y dificultosos los tres últimos.

Iván Vicente: estocada (ovación); estocada perpendicular y trasera _aviso_ ocho descabellos _segundo aviso_ y un descabello (silencio).

Alberto Aguilar: estocada caída (oreja); estocada (ovación).

Víctor Barrio: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y bajonazo (silencio).

Plaza de toros de Las Ventas. Vigésima cuarta corrida de feria. 29 de mayo. Tres cuartos de entrada. Asistió la Infanta Elena.

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