Antonio Lorca.- Urge que los caballeros rejoneadores se reúnan en asamblea y analicen su presente y porvenir antes de que este espectáculo desaparezca preso del aburrimiento. No es normal que el festejo del domingo 14 sea recordado por el simpático incidente protagonizado por uno de los alguacilillos y no por las faenas toreras. Resultó que se marchaba ya la pareja de negra vestimenta y penacho en la cabeza camino del patio de caballos cuando la jaca de uno de ellos, contagiada, quizá, por el trote presumido y lucido del paseíllo, pretendió emular la elegancia y la doma de la cuadra torera, con tan mala fortuna que el alguacilillo, sorprendido por la flamenquería del animal, vio peligrar su verticalidad hasta el punto de dar con su anatomía en la arena. No perdió las riendas, eso sí, y el susto pasó de ahí, pero el hombre quedó en posición poco edificante.

Orden del día de la asamblea. El primer punto, el toro. Hay que cambiar de oponentes y buscar ganaderías con más movilidad y casta, de modo que la lidia se celebre en igualdad de condiciones y no entre un caballo tan elegante como brioso y un animal agotado y cansino.

Y algo más: el Reglamento autoriza que los toros para el rejoneo se despunten para disminuir el riesgo de las cabalgaduras. Despuntar, sí, pero no desmochar. Los de ayer, en la plaza de Madrid, ofrecieron la lastimosa impresión de que el barbero se había excedido y mucho en su triste cometido.

La corrida de Benítez Cubero, mal presentada, destacó por su falta de casta y escasa fortaleza, si bien destacaron los tres últimos, que se movieron más con nobles y templadas embestidas.

Segundo punto: los rejoneadores. Hora es ya de que se planteen un cambio en el repertorio. Todo lo que hacen suena a conocido, falto de gracia e inspiración. Los de ayer, al menos, dijeron muy poco, especialmente en la primera parte. Cartagena, anodino y sin aparente ilusión; Galán clavó siempre a la grupa y templó bien, y Manzanares nada pudo decir ante un animal petrificado.

Mejoró el panorama a partir del cuarto. Andy, —con un buen toro— más preocupado por las habilidades de su cuadra que de torear. Gusta más con el caballo que anda a pie cojito y con el que se levanta de manos que con las banderillas en las manos. Galán pudo pasear algún trofeo si no falla con el rejón de muerte. Brilló especialmente en dos pares a dos manos y lució a sus caballos con la muy templada embestida del toro; y Manzanares tuvo más acierto al clavar y falló reiteradamente a la hora de la verdad.

Conclusión: revolución o muerte. Cambio o desaparición. La sandía que le regalaron a Galán en la solitaria vuelta al ruedo es la prueba de que es un espectáculo caduco.

Toros excesivamente despuntados para rejoneo de Benítez Cubero-Pallarés, mal presentados, muy blandos y descastados; destacaron los tres últimos por su movilidad.

Andy Cartagena: pinchazo y rejón en lo alto (silencio); tres pinchazos y rejón en lo alto (ovación).

Sergio Galán: dos pinchazos, rejón trasero y un descabello (silencio); metisaca, rejón atravesado y un descabello (vuelta).

Manuel Manzanares: pinchazo y pinchazo hondo (silencio); cuatro pinchazos y rejón trasero (silencio).

Plaza de Las Ventas. Cuarta corrida de feria. 14 de mayo. Más de media entrada (14.631 espectadores).

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