Ureña_cogida12-5-15Antonio Lorca.– Cuando sale el toro —el toro de poder, se entiende— con trapío, serio y bien armado, todos se ponen firmes, el público se olvida de la comunión del sábado y el alma se concentra en un puño. Después, habrá o no habrá triunfo, pero ahí queda la mecha de la emoción.

Toros hubo, y qué toros. Imponentes de trapío y, algunos, de fortaleza. Empujaron en varas y les zurraron de lo lindo y, claro, la mayoría llegó sin resuello al tercio final. Pero ahí queda el parte de la batalla: un herido —Castaño— en su prestigio; otro, Ureña, con la carne agujereada y el cuerpo roto; el tercero, Del Álamo, con su ilusión atropellada; y otros tuvieron mejor fortuna: Paco María picó muy bien al tercero; Tito Sandoval aguantó con torería la acometida del cuarto hasta que se dio de bruces contra el suelo; y Ángel Otero y Fernando Sánchez fueron obligados a saludar tras parear como los ángeles a ese mismo toro.

Y nadie se aburrió. Y no hubo triunfo.

Lo tuvo en sus manos Juan del Álamo en su primero y lo dejó escapar. Dibujó un quite de verónicas lentas, suaves y sentidas, que abrochó con una media espléndida. El comienzo de faena fue espectacular, una mezcla de pases por alto, ayudados, una trincherilla, y remate… La primera tanda con la mano derecha resultó eléctrica por la movilidad del toro y la disposición del torero, pero fue tan corta que supo a poco. Cuando el público tenía la respiración entrecortada, el torero acabó la secuencia y lo fastidió. En momentos así hay que llegar al clímax. Un error en una obra de arte puede ser fatal. Repetía el toro, continuó Del Álamo por ambas manos, pero nada fue ya igual. Faltó profundidad, aire, inspiración… El otro era un toraco de 686 kilos que llegó sin fuelle a la muleta y solo pidió una muerte rápida.

Peor parte se llevó Ureña. Llegó dispuesto a comerse el mundo después de su tarde frustrada con el toro Agitador del pasado sábado, y a punto estuvo de que se lo comieran a él. Acabó con el vestido para tirarlo, el cuerpo roto y desmadejado, con dos puntazos leves, y la cotización en pérdidas. Se jugó la vida, muy bien colocado, entre los pitones del segundo —un toro muy bravo en el caballo y banderillas que llegó fundido a la muleta—, y sufrió una voltereta que casi lo deja en el sitio. Salió de la enfermería, cambió el turno para matar el sexto y se peleó con un toro deslucido y blando que volvió a zarandearlo. En fin, está vivo, y eso es lo que importa. Los héroes, a veces, salen cojeando, pero siguen siendo héroes.

Castaño es un jabato, pero ayer no tuvo su día. Corramos un tupido velo.

Toros de Pedraza de Yeltes, muy bien presentados, bravos en los caballos, y parados, sosos y deslucidos en el tercio final, a excepción del tercero.
Javier Castaño: pinchazo, estocada, un descabello —aviso— descabello (silencio); media atravesada, un descabello —aviso— y cinco descabellos (silencio).
Paco Ureña: estocada caída (palmas); estocada (silencio).
Juan del Álamo: estocada tendida y caída —aviso— (ovación); pinchazo y estocada (silencio).
Plaza de las Ventas. 12 de mayo. Quinta corrida de la Feria de San Isidro. Casi tres cuartos de entrada.

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