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Adame con el primero de su lote (Foto: Joaquín Bueno – Aplausos)

Carlos Crivell.– Dos toros de nota de Torrestrella, uno noble y tres muy descastados. La corrida tuvo un comienzo deslumbrante y un final muy malo. Escribano y Adame se lucieron con los buenos y el sexto, una prenda, cogió de forma impresionante a José María Amores.

Plaza de toros de La Malagueta, 18 de agosto de 2015. 3ª de Feria. Casi tres cuartos de plaza. Seis toros de Torrestrella, variados de presentación y juego. 4º, basto;  5º, más terciado. Noble, el 1º; encastado, el 2º; muy descastados y hundidos, 3º y 4º; noble, el 5º; descastado, el 6º. El banderillero José María Amores fue cogido en el sexto y pasó a la enfermería, donde fue operado y se emitió el siguiente parte: «Herida inciso contusa en tercio medio de muslo izquierdo cara anterior, de unos 24 cms. de longitud en forma de S, que interesa piel, tejido celular subcutáneo rompiendo fascia, penetrando en varias trayectorias, una ascendente de 15 cms. que rompe fibras de sartorio, vasto interno y recto anterior, y dos descendentes, una hacia abajo y afuera de unos 35 cms., y otra hacia abajo y adentro, sobre canal de Hunter, de unos 30 cms., que diseca fibras de vasto interno hacia subcutáneo. Pulsos femorales, popliteos y pedios presentes y normales. Se procede a exploración digital de los trayectos, hemostasia, Friedrich de la herida, colocación de drenajes, y lavado con suero de forma abundante. Cierre por planos y vendaje compresivo. En región costal derecha herida en sedal que comienza en la areola superior y se extiende hacia fuera de unos 7 cms. que interesa zona areolar interesando epidermis hasta celular subcutáneo. Sutura de la herida por planos dejando drenaje subcutáneo. La cirugía se realiza bajo anestesia general y monitorización. Trasladado al Centro Sanitario Parque San Antonio. PRONÓSTICO: Grave».

Manuel Escribano, de fucsia y oro, estocada (una oreja). En el cuarto, estocada atravesada y dos descabellos (silencio).

Joselito Adame, de canela y oro, gran estocada recibiendo (una oreja). En el quinto, bajonazo y descabello (una oreja).

José Garrido, de agua mar y plata, dos pinchazos y estocada caída (saludos tras aviso). En el sexto, estocada (palmas).

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Escribano en el primero (Foto: Joaquín Bueno – Aplausos)

El comienzo de la corrida fue explosivo. La plaza vivió el gozo de dos toros con vibración, uno más noble, el otro encastado, que consiguieron el entusiasmo del pueblo.  A partir del tercero llegó el bajonazo. El tercero y el cuarto se murieron lentamente antes de llegar a la muleta. El quinto estaba anovillado y pasó sin celo por el tercio de varas. El sexto fue otra prenda que cogió al banderillero Amores y se negó a embestir. El festejo fue de muy mucho a casi nada. Y es que el toro es la base sobre la que gravita esta fiesta.

El primero fue noble, pero para mostrar esa bondad debió encontrar una muleta que lo mimó con el gran bálsamo del temple, algo que es una de las grandes bazas de Manuel Escribano. El torero de Gerena, puesto y dispuesto en su temporada triunfal, se fue  portagayola – lo hizo también en el cuarto – para seguir con dos más en el tercio. La verónica surgió limpia y a compás. Es otro de los prodigios de este torero, que necesita seguir con sus portagayolas y las banderillas porque así lo exige el guión, pero que sabe torear muy bien.

Pasadas las banderillas, el toro fue muy bueno porque nunca le tropezó la muleta. Faena de temple exquisito y buen gusto a ratos. Fue un toro de embestidas claras a una muleta de ritmo cadencioso. La estocada fue el pasaporte para pasear el trofeo.

El segundo fue un toro con casta. Repitió vibrante a la muleta de Joselito Adame que le plantó pelea con sitio y recursos, mejor por la derecha y casi desbordado por la izquierda, aunque el animal era un torbellino furioso que le cortaba la respiración a cualquiera. Adame hizo una faena corta. La estocada en la suerte de recibir fue prodigiosa.

A partir de ahí se produjo un receso en la corrida. Garrido se estiró en ocho verónicas enormes en el saludo del tercero. Llegó hasta el centro moviendo los brazos con primor. El toro se hundió en el tercio final. Se quería morir el animalito. Garrido logró dos tandas con la izquierda de valor y capacidad. Ya en las tablas se arrimó como un poseso.

Otro toro hundido fue el cuarto. Escribano no pudo completar la tarde ante la insolvencia de un animal que metió la cara con desgana y salía del encuentro buscando oxígeno. Allí quedó su entrega y más verónicas de regusto, así como un par escalofriante al quiebro y al violín.

El quinto se dio un topetazo en el primer muletazo de la faena de Adame. Parecía muerto en el combate pero se repuso y embistió con nobleza en una faena de trazo limpio y de moderada aceleración. Así estábamos cuando la música se convirtió en protagonista. Dejó de tocar el pasodoble con toda la razón ante una labor mérito más que discreto, el público protestó, volvió a tocar y el mexicano en plan director de la banda la calló. El conflicto le vino enorme al azteca, la masa vociferó contra la banda, se puso de lado del matador y ahí llegó la segunda oreja. El bajonazo fue infame. Del magnífico espadazo del segundo a un horrible sartenazo en este quinto. La oreja se la concedió la música. En una plaza de primera no se deberían cortar trofeos con semejantes estocadas.

Garrido está hambriento de triunfos. Se puso de rodillas para saludar al sexto. Se ha puesto de moda, cuando la verónica se supone que se realiza con los pies en el suelo. Salió apurado del trance. En banderillas fue cogido de forma impresionante José María Amores. Lo pendió, lo soltó y lo volvió a recoger en unos segundos eternos. El toro lo acusó. Parado y sin fondo, embistió pocas veces y a oleadas. Garrido se la jugó sin cuentos, pero la suerte estaba echada. El macheteo final fue la mejor medicina para el descastado de Los Alburejos.

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