El Cid. Foto: Hugo Cortés

Carlos Crivell.- Muy pobre la entrada en La Malagueta. La gente no responde más que a la llegada de algunos toreros. Luego, en el ruedo, no se les ofrece un festejo en condiciones. Lagunajanda presentó varios toros que en octubre solo le servirían para matarlos a puerta cerrada o echarlos a las calles. Y así salió la cosa. Los aficionados presentes sacaron a El Cid a saludar al tercio, seguro que en recuerdo de sus grandes faenas en esta plaza allá en los comienzos de su carrera.

Siete toros se rechazaron para enlotar cinco cinqueños y un cuatreño de El Ventorrillo. Corrida vieja, algo resabiada, muy justa de fuerzas, algunos más nobles, como el primero, y la mayoría aplomados en el último tercio.

Curro Díaz dibujó bonitos lances, derechazos de mucho empaque y trincherillas de cartel. Se lo brindó a Fortes, el gran ausente y el gran anhelado por esta afición. El pitón derecho era bueno, no así el izquierdo, por donde el de Linares sufrió una colada para volver a la diestra. Por alto, el toro protestó de forma llamativa. Faena de detalles, incompleta, que desgració con el mal uso de la espada.

El que mató en cuarto lugar, descarado de pitones, fue muy descastado, manso y embistió a oleadas. Curro intentó torear con la derecha, sufrió derrotes de mal estilo y la faena se quedó en el limbo.

El Cid se enfrentó a un toro bravo en dos varas que se hundió en la muleta. El de Salteras estuvo bien con el capote, lo citó de largo en el centro y ligó tres tandas de derechazos de mucho temple, pero lo mejor fueron los de pecho. Y no hubo más. El animal echó el freno, el torero se arrimó entre los pitones en un alarde no muy habitual en su tauromaquia. Con la espada estuvo como en otros tiempos, es decir mal.

El último toro en La Malagueta del saltereño, de El Ventorrillo, fue mirón y metió la cara alta. Le robó pases, es decir, que en la corta distancia, enganchándolo por delante fue logrando tandas de mérito, más que nada por la condición incierta del toro. Con su zurda, la de sus grandes triunfos, se justificó con muletazos preñados de voluntad y oficio. Acabó con una de mano baja con la derecha buena y uno de pecho de pitón a rabo. La plaza le obligó a dar la vuelta al ruedo.

El peruano Galdós estuvo afanoso y algo acelerado en el tercero, como si fuera consciente de que era una tarde de suma responsabilidad para su carrera. Fue otro toro con poca vida que solo aguantó tres tandas de derechazos. A continuación, se frenó. Galdós se serenó y, de uno en uno, le dio pases de trazo más que correcto. La espada asomó por el lado.

El burraco que cerró la función llevó la cara alta y se frenó a mitad de viaje. Un toro lamentable, más mulo que res de lidia, que fue imposible. Galdós lo mató y se acabó un festejo casi sin historia.

Plaza de toros de La Malagueta, 16 de agosto de 2019. 3ª de Feria. Un tercio de plaza. Cinco toros de Lagunajanda, cinqueños muy pasados, y uno, quinto, de El Ventorrillo. 1º, noble por el derecho; 2º, aplomado; 3, justo de raza y fuerzas; 4, sin fuerzas y rebrincado; 5º, mirón y con poca clase, aunque sin maldad; 6, muy descastado y desclasado.
Saludaron en banderillas Curro Robles, Antonio Chacón y Lipi.
Curro Díaz, de grana y oro. Dos pinchazos y media estocada. Saludos. En el cuarto, metisaca y estocada caída. Silencio.
El Cid, de lila y oro. Dos pinchazos y estocada perpendicular. Silencio. En el quinto, estocada atravesada y dos descabellos. Vuelta al ruedo tras aviso.
Joaquín Galdós, de mostaza y oro. Estocada que asoma y un descabello. Saludos. En el sexto, media atravesada. Silenci.o

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