Carlos Crivell.- La corrida musical creada por Enrique Ponce con el nombre Crisol no puede ser el futuro de la Fiesta. Y no lo es porque el cante en los toros rompe el rito clásico de la corrida, sobre todo cuando estas músicas no son las más adecuadas al momento de la lidia. No tiene sentido que Ponce ande de enfermero con un toro inválido y esté sonando Pannis Angellicus. O quizás si tiene sentido si se tiene en cuenta que trataba de mantener con vida a un animal comatoso; en la plaza sonó a destiempo. Como tampoco es de recibo que Pitingo interprete Gwendolin mientras Conde huye de un toro. Todo ello sin hablar de que era una corrida picassiana y los ternos de los espadas eran un revoltijo. Ponce, de luces; Conde, de azabache; las cuadrillas, de goyescos.

En la parte taurina, los cuatro de Juan Pedro y los dos de Daniel Ruiz aparecieron cortados por el mismo patrón: terciados, nobles y sin fuerzas. Terciados porque un toro no solo debe tener pitones, sino que que debe conformar un conjunto que es quien define su trapío. Bien visto, solo con un ganado tan flojo se puede montar un espectáculo semejante. No se imagina nadie qué hubiera ocurrido si allí salen toros vigorosos y encastados.

Enrique Ponce se paseó en la corrida con solvencia y suficiencia. Al nobilísimo primero, un toro cogido con alfileres, le hizo una larga faena en la que cuidó a media altura la embestida cansina del Juan Pedro. Hubo un momento de acoplamiento cuando sonó La Misión y toreó más ligado y reunido con la izquierda.

El lidiado como tercero, de Daniel Ruiz, era un inválido que se mantenía erguido con dificultad. Ponce, maestro en el arte de torear a estos toros, fue sobando al animal en una faena deslavazada. No podía ser de otra forma. Cayó una oreja difícil de explicar.

Con el quinto de Juan Pedro alcanzó la mejor nota de su tarde triunfal. Bueno el de Juan Pedro por nobleza aunque con las fuerzas al mínimo. Cumplidor sin exceso en el caballo. Todo el arsenal de Ponce salió a relucir mientras Estrella Morente cantaba. Brillante con la izquierda, templado, señorial, su faena tuvo la virtud de la manejar de manera magistral los tiempos para que el toro no se viniera abajo del todo. Los genuflexos finales provocaron el delirio en el tendido. Aún sacó un capote para citar arrodillado en su interpretación de las poncinas. La plaza estaba en trance. Y se echó de rodillas; la plaza pedía el indulto del simplemente noble animal y un palco asustado lo concedió. Toda la maravilla de faena de Ponce se hundió con este indulto. Un bajonazo a la fiesta, rematada con salida de Conde, ya indultado el toro, para no poder darle ni un muletazo completo. Como si una plaza de primera fuera un tentadero de amigos. Un verdadero bochorno que no se puede admitir ni es el futuro, aunque la gente se mostrara tan feliz.

Javier Conde se mostró inseguro con el muy chico segundo, de Ruiz. Dibujó algún muletazo con empaque pero no armó faena. Menos pudo lucirse en el cuarto, muy blando y con medio recorrido. Contagiado de la euforia de la plaza, lanceó con buen estilo al sexto. El toro fue muy bueno, tanto que Conde pudo estirarse  con la derecha con hondura, siempre por fuera y sin ajuste, pero con un empaque incuestionable. Estrella Morente puso el cante y, por momentos, se acoplaron ambos.  

La escena de alegría final con todos por la plaza le gustó a la gente. Lo grave es que Juan Pedro se dejara sacar a hombros después de lidiar cuatro toros con tan poca vida, nulos de fuerzas y simplemente nobles.   

Plaza de toros de La Malagueta, 17 de agosto de 2017. 6ª de Feria. Dos tercios de plaza. Corrida picassiana con el espectáculo Crisol. Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, tercias, nobles y descastados. El mejor, el quinto, de nombre Jaráiz, nº 53, indultado; dos Daniel Ruiz, terciados y muy flojos. Minuto de silencio por la víctimas del atentado de Barcelona.

Durante las faenas y en los intermedios se interpretaron distintas piezas musicales por la banda de la plaza, Estrella Morente, Pitingo y Alba Chantar.

Enrique Ponce, de celeste y oro, estocada (una oreja). En el tercero, estocada caída (una oreja tras aviso). En el quinto, indulto (dos orejas simbólicas). Salió a hombros con Juan Pedro Domecq.

Javier Conde, de negro y azabache. Media estocada atravesada y descabello (vuelta al ruedo). En el cuarto, cuatro pinchazos (silencio tras aviso). En el sexto, dos pinchazos y descabello (saludos).

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