Gastón Ramírez Cuevas.- Hoy, que todos los asistentes al festejo llevamos sendas escafandras para sortear el diluvio, prácticamente no llovió. Hoy, que esperábamos un petardo ganadero mayor que el de Garcigrande, los de Juan Pedro se dejaron meter mano y no todos rodaron lastimosamente por el albero. Para que vea usted que a veces la diosa Fortuna se apiada de los pesimistas, aunque sea un poco.

Vamos por partes.

Ponce anduvo entre azul y buenas noches. En el que abrió plaza, un toro manso y débil, el inamovible maestro de Chiva anduvo voluntarioso, no sé si me explique.
Con el cuarto, otro animalito sin clase, ni raza, ni nada, don Enrique comenzaba a aburrir hasta a las ovejas cuando los pitos del respetable le hicieron dejar de hacer como que toreaba a un artiodáctilo que hacía como que embestía.

En cambio, Manzanares tuvo un lote mucho más potable y estuvo de verdad muy bien. ¿Qué le faltó para estar espléndido? Simplemente enfrentarse a toros bravos, no a los ungulados mansitos que el actual Juan Pedro Domecq (igual que su padre) quiere hacer pasar por toros encastados y bravos. Pero no nos hagamos tontos, este es el tipo de ganado que hace las delicias de las figuras de nuestros días.

El segundo, aunque débil, colaboró con sumisión y José Mari lo toreó a placer por ambos pitones. El alicantino templó y se gustó en todo momento. La estocada recibiendo fue extraordinaria y Manzanares paseó una oreja merecidísima.
En el quinto de la tarde, un morlaco no muy sobrado ni de fuerza, ni de casta, ni de codicia ni de nada, Manzanares templó, se arrimó mucho, cargó la suerte por momentos y estuvo elegantísimo. La banda de música interpretó el pasodoble “Lagartijilla”, mismo que siempre le ha traído suerte José Mari. El volapié fue de libro y así cayó la segunda oreja de la tarde en el esportón de uno de los toreros consentidos de Sevilla.

López Simón anduvo bien en su primero. Lanceó con gusto a la verónica y luego nos regaló tandas de muy buen gusto por ambos perfiles. Cuando el toro, que era soso y débil, se fue desinflando, el espada madrileño cometió el error de pegarse un arrimón repleto de desplantes y rodillazos ramplones. Eso no gusta para nada en el coso del Baratillo y López Simón debía saberlo. Como además pinchó, todo se quedó en una generosa salida al tercio.

El sexto fue quizá el toro más interesante del encierro. Ese cuadrúpedo galopaba y se dejaba torear de largo con alegría. López Simón inició su faena de muleta con dos pases por la espalda y un par de tandas de mucho aguante y temple por el pitón derecho. Desgraciadamente, Alberto comenzó a ahogar al toro y a buscar el aplauso con otro arrimón a todas luces fuera de lugar. La estocada cayó muy trasera y el público bueno de Sevilla volvió a sacarle al tercio.

La tarde, en suma, podría catarse como de triunfo grande, pues dos orejas en Sevilla no son cualquier baba de perico. Pero oiga, ¿salió por toriles algún toro bravo? No, para nada, y eso le quita importancia a todo lo que ocurra en la plaza más guapa del mundo.

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