Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 12 de enero del 2014. Décimo tercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Seis de La Punta. El encierro no fue parejo ni de hechuras ni de comportamiento, pero se dejó en términos generales y no nos podemos quejar en cuanto al mínimo de casta. De hecho, el público aplaudió en el arrastre a todos menos al tercero y al quinto.
Toreros: Fabián Barba, al que abrió plaza le mató de casi entera llevándose una voltereta seria. Lo descabelló al primer intento y salió al tercio. Al cuarto le atizó un bajonazo y le sacaron nuevamente al tercio.
Pedro Gutiérrez “El Capea”, al segundo del festejo le propinó un bajonazo artero y fue pitado. A su segundo le pinchó en repetidas ocasiones y luego le despenó de un golpe de verduguillo para escuchar más pitos.
Arturo Macías, al tercero de la tarde le pinchó en lo alto y después le asestó una gran estocada a dos tiempos: al tercio con fuerza. Al que cerró plaza le dio una entera en el proverbial rincón y le cortó las dos orejas.
Puedo decirle que hoy entraron casi cinco mil personas al embudo de Insurgentes y que todos dieron por bien empleado su dinero. Vimos toros interesantes y a dos toreros entregados y valientes.
Fabián Barba se lució con el capote. A su primero le hizo un quite valerosísimo por chicuelinas antiguas, y al cuarto le pegó una media larga de rodillas en los medios para después tragar en el quite por gaoneras. Lástima que a la hora de los naturales y derechazos la cosa perdió color. Siempre nos preguntaremos por qué tantos martinetes y por qué no ligó cuando sus enemigos se lo permitían.
Del hijo del maestro Capea no se puede escribir nada encomiable. Su primer burel fue fijo y tenía recorrido y bravura. Perico estuvo tan fatal que alguien le tuvo que gritar: ¡Que se baje tu papá! Es casi imposible torear con menos gracia, oficio y convicción. En el quinto de la tarde el muchacho salmantino se empeñó en estar fuera de cacho y en lucir su extraña capacidad para pegar trapazos con cara de circunstancias. La gente se metió con él y él con el respetable: una vergüenza.
Arturo Macías demostró que aun tiene la onza de oro. Al tercero de La Punta le ha dado una media verónica tan ceñida y elegante que arrancó la ovación. A continuación quitó por gaoneras aplicándose ungüento de toro. Tristemente, su trasteo muleteril fue un tanto pueblerino. Digamos en su descargo que las manoletinas finales fueron enormes y que la estocada a dos tiempos –después de un pinchazo aplaudido- fue un portento.
Al sexto, un bicho noble y lucidor, le toreó a placer con capote y muleta. Hubo suaves verónicas por el pitón izquierdo, una media larga cordobesa, una brionesa y un quite por saltilleras magnífico por el aguante, el temple y el ajuste.
Con el trapo rojo el diestro de Aguascalientes pegó dos escalofriantes cambiados por la espalda para dejar bien asentadas sus intenciones. La clase y el valor fueron el leitmotiv de su faena. Largos fueron los derechazos y encomiable la quietud en los cambios de mano y los desdenes. Las joselillinas cambiadas no tuvieron desperdicio y así preparó al toro para matarlo con fe y eficacia. Algunos puristas protestaron con fruición el segundo apéndice, pero Arturo no se cambiaba por nadie al dar la vuelta al ruedo.
Así las cosas, vimos un encierro potable de La Punta, profesionalismo y gusto en Macías, ganas de triunfar en Barba, y nada de nada en El Capea. Peor la han pasado últimamente los hinchas del Betis.