Foto: Aplausos.es

Gastón Ramírez Cuevas.– Mientras los parroquianos entraban presurosos al gigantesco coso por la puerta principal, media decena de mujeres antitaurinas protegidas por casi medio centenar de policías antimotines, les insultaban soezmente y proferían también absurdos gritos de: “¡Libertad, libertad!”. A la postre ese momento sería recordado como uno de los más emocionantes de la interminable corrida inaugural (más de tres horas y media).

El toro de la alternativa de Hermosillo fue el único de Hamdan que embistió un poco antes de desinflarse. A base de temple, elegancia y aguante, el toricantano logró buenos pases por ambos perfiles. La estocada fue un portento de entrega y la oreja más que merecida.

Al terminar la kilométrica función, los aficionados duchos comentarían que el momento idóneo para huir de la plaza había tenido lugar cuando el joven matador de Aguascalientes terminaba de dar la vuelta al ruedo.

En su primero, Diego Ventura lució de verdad sin torear demasiado a la gente, y de haber matado con dignidad seguramente hubiera cortado un apéndice.

Ya en el tercero la cosa empezó a ponerse triste y aburrida. Ferrera intentó agradar frente a un cornúpeta extremadamente débil y manso, pero ahí había poco o nada que hacer.

Leo Valadez tuvo que vérselas en cuarto lugar con un toro gordo y feo que acabaría protestando mucho -por manso- en el último tercio. No obstante, el quite por chicuelinas, caleserinas y brionesa fue muy lucido, y con los palos Leo demostró que sabe clavar con variedad, oficio y valor. El trasteo muleteril tuvo efímeros momentos de torería y elegancia gracias a la disposición del otro espada hidrocálido en el cartel, mas pronto se quedó sin toro.

El caballista lusitano avecindado en Andalucía las pasó mal con el quinto, un pobre bicho de Marrón que no se explicaba bien a bien qué hacía en el ruedo frente a un señor montado en un equino saltarín que le gritaba muy fuerte. Diremos en descargo de Ventura que es imposible hacerle fiestas a un sofá moribundo.

El segundo del lote de Ferrera fue objeto de una bronca grande debido a su manifiesta falta de fuerza, trapío y bravura, y el juez de plaza lo cambió por uno igual o peor que además había sido bautizado con el infamante nombre de “Sueña en Grande”. El respetable, harto ya del timo, le silbó con fuerza al toro -merecidamente- y al torero -sin razón alguna-.

El séptimo, que respondía al nombre de “Nuevos Horizontes” sólo le permitió a Valadez lucir con las jaras y pegar un par de muy buenos naturales. De la lidia de ese rumiante recordaremos los recortes tan toreros, espectaculares y exactos de Leo Valadez, un par de ellos en el segundo tercio y otro cuando salió trompicado de la suerte suprema y el toro hizo por él.

El segundo de Hermosillo (“Ley de Vida” se llamó el morito) fue, además de débil y manso, peligroso. Obviamente, el de Hamdan no ofreció posibilidad alguna de lucimiento al flamante matador de toros.

Ventura tuvo la peregrina idea de regalar un décimo astado si contamos al toro devuelto. Con la gente de su parte, Diego marró hasta en tres ocasiones al poner banderillas, obligó a sus monturas a comportarse como caniches de circo y sufrió una cómica persecución cuando echó pie a tierra pensando que el toro de San Isidro estaba a punto de irse al otro mundo. Supongo que todo eso influyó para que le concedieran una orejilla.

Como San Aficionado mártir es muy agradecido e intenta ver los vasos de la vida medio llenos, al salir de la plaza más grande del mundo en plena oscuridad, se alegraba porque no había llovido ni hecho más frío de la cuenta y ya pensaba en adquirir sus boletos para el segundo festejo de la temporada.

Domingo 3 de noviembre del 2019.- Primera corrida de la temporada grande de la Plaza de toros México. Toros para los de a pie: Cinco de Julián Hamdan (hubo un sexto bis al ser devuelto el titular por inválido, feo y manso), aceptablemente presentados. A excepción del primero de la tarde que fue noblote y medio embistió, los demás bovinos fueron un compendio de falta de fuerza y mansedumbre. La gente les pitó fuerte en el arrastre.

Toros para rejones: El segundo de la tarde fue de Fernando de la Mora (aplaudido en el arrastre por bravo), el quinto de la función fue de Marrón (pitos) y el noveno -regalito del caballista- procedía de San Isidro.

Toreros: Antonio Ferrera, al tercero le mató de tres cuartos de espada enterrados con habilidad: silencio. Al sexto bis lo despachó de más de media defectuosa y muchos descabellos: pitos.

Leo Valadez, al cuarto lo pasaportó de buena entera arriba: silencio. Al séptimo le atizó un pinchazo y una entera: leves palmas.

José María Hermosillo tomó la alternativa. Al que abrió plaza le pegó un estoconazo a toro parado: oreja. Al octavo se lo quitó de enfrente mediante un pinchazo hondo: silencio tras aviso.

Rejoneador: Diego Ventura, al tercio en el segundo, silencio en el quinto e irrisoria oreja en el de regalo.

Entrada: poco menos de media plaza, unos veinte mil espectadores.