Ginés Marín. Foto: Aplausos.es

Gastón Ramírez Cuevas.– El primer toro de De la Mora fue sin lugar a dudas el mejor del encierro, pues tuvo presencia y humillaba que era un contento, aunque careció de fuerza. En el primer tercio, Juan Pablo Sánchez bregó y le pegó al astado una excelente media verónica. Con la muleta, el coleta hidrocálido templó en todo momento. El respetable se emocionó de verdad y jaleó con fuerza las cortas tandas de muletazos por ambos pitones rematadas con largos pases de pecho. Aunque la faena fue de más a menos, la oreja se pidió con fuerza y usía la concedió.

El segundo bovino de la función fue otra historia en todos aspectos. En cuanto a estampa, no era feo, pero los pitones no correspondían a la corpulencia del animal. Asimismo, el toro se frenaba, se revolvía pronto y tiraba derrotes al final de la embestida. Con el percal, Diego Silveti quitó por mandiles y con la sarga nos regaló algún natural suelto, pues dadas las condiciones del ungulado ni se confió ni se arrimó. Diego recurrió alevosamente al bajonazo y la gente le pitó con sobrada razón.

El primero del lote de Ginés Marín nos hizo abrigar algunas esperanzas, ya que le permitió al torero español lucir con el capote. Ginés pegó sabrosos recortes lagartijeros, chicuelinas modernas y un lucido manguerazo de Villalta.

Desafortunadamente, el cornúpeta no tardó mucho en demostrar que era débil y no andaba muy sobrado ni de bravura ni de clase. Ginés Marín, a base de decisión y aguante pudo construir una faena que tuvo momentos de gran empaque en el toreo al natural, los desdenes, los pases de la firma y un cambio de manos por delante.

De haber conseguido una buena estocada a la primera, es seguro que el generoso público y el complaciente juez de plaza no le hubieran negado la oreja.

El cuarto de De la Mora fue eso que se ha dado en llamar un toro “colaborador”. Es decir que el burel buscaba agradar al torero y a la afición. Sánchez, al ver que le coreaban todos los lances y pases, no se empleó a fondo y la faena fue templada por el pitón derecho e inexistente por el otro perfil. Aun así, después de una entera y un golpe de verduguillo, el cónclave pidió con fuerza una oreja que afortunadamente no fue concedida.

El quinto fue débil pero se dejó bastante. El hijo del Rey David tragó en un ajustado quite por gaoneras. Con la muleta Diego anduvo mal y de malas, sin quedarse quieto y aliviándose con pasitos mil entre muletazo y muletazo.

Al final de la faena el nieto del Tigrillo intentó salvar los muebles con las joselillinas de rigor. Tanto se arrimó Diego que el toro se lo echó a los lomos y nos hizo pasar un buen susto. No hubo cornada que lamentar y aunque el bisnieto de Juan Silveti Mañón no anduvo fino con los aceros, la gente le tributó algunas palmas.

Ginés Marín salió decidido a todo y contó con un toro que embistió con nobleza y tuvo gas. Para empezar, los recortes con el capotillo fueron de cartel. El coleta de Jerez de la Frontera inició su faena muleteril de rodillas y logró un par de derechazos portentosos. Lo que siguió fue una verdadera sinfonía de toreo caro. Contrariamente a sus alternantes, Ginés hizo todo en un palmo sin enmendar jamás y echando la pata buena adelante.

Hubo toreo fundamental y larguísimo al natural y al derechazo, remates viendo al tendido, dosantinas, forzados de pecho, afarolados y todo lo que usted guste y mande. La gente aplaudía a rabiar pues no hay nada que emocione más al público -aquí y en Pekín- que las tandas largas, los muletazos hondos y los pases completos de afuera hacia adentro.

No tuvo suerte Ginés al primer envite. Vino una entera en buen sitio, mas el toro se tragó la muerte un buen rato, el puntillero marró, y a pesar de una nutrida petición de oreja, la magnanimidad del palco se había agotado. La vuelta al anillo fue triunfal.

Total, un festejo interesante y de corte artístico, mientras el verdadero drama se desarrollaba fuera del coso más grande del mundo. Lorenzo Garza Gaona, bisnieto del Califa de Leon y nieto del Ave de las Tempestades, era conducido urgentemente al hospital; casi dos semanas sin comer habían estado a punto de producirle la muerte. Los empresarios no cedieron y le seguirán impidiendo confirmar la alternativa en tanto contratan alegremente a diversos matadores nacionales y de importación cuyos méritos son mucho más dudosos que los del hijo del matador José Lorenzo Garza Hurtado. ¿Quién dijo que el mundo del toro era justo?

Domingo 24 de noviembre del 2019. Cuarta corrida de la temporada de la Plaza de Toros México. Toros: Seis de De la Mora, voluminosos y débiles en conjunto. El primero y el sexto fueron ovacionados en el arrastre.

Toreros: Juan Pablo Sánchez, al que abrió plaza lo mató de estocada entera: oreja. Al cuarto le pegó otra buena estocada entera y lo descabelló al primer intento después de que el puntillero levantara al toro: hubo incomprensible petición de oreja, pero todo quedó en una vuelta al ruedo tras aviso.

Diego Silveti, al segundo de la tarde lo liquidó de una bajonazo artero: pitos. Al quinto le atizó dos pinchazos, una entera y un golpe de corta: palmas tras aviso.

Ginés Marín: al tercero lo pasaportó de un pinchazo y estocada trasera: al tercio. Al sexto lo despenó de un pinchazo y una entera que tardó mucho en surtir efecto: aviso, petición y vuelta.

Entrada: alrededor de cuatro mil quinientos espectadores.

Incidencias: Hubo significativas muestras de apoyo por parte de la afición (fuera y dentro de la plaza) para el matador Lorenzo Garza Gaona, quien estaba cumpliendo catorce días en huelga de hambre como parte de su lucha para que la empresa le permita confirmar la alternativa. En estos momentos, el torero convalece ya en el hospital. Después de prácticamente dos semanas de batallar, el muchacho estuvo a punto de perder la vida pero no logró ablandarle el corazón a los señores Bailleres, Sordo y Zulaica.

 

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