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Fermín Rivera remata con el capote (Foto: Miguel Ángel Llamas)

Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 8 de febrero del 2015. Décimo séptima corrida de la temporada  de la Plaza de toros México. Toros: Uno de Vistahermosa para rejones que fue bueno y bravo: ovación en el arrastre y pitos para Rodrigo Santos. Tres de Jaral de Peñas, corridos en primero, segundo y tercer lugar. Bien presentados, armados y con mucho que torearles.

Tres de Xajay, también de buena lámina. El sexto fue indultado ante la algarabía general, pues el bicho tuvo raza y fuelle.

Toreros: Fermín Rivera, al segundo del festejo le metió una estoconazo: oreja. Al cuarto de la lidia ordinaria le despenó de casi media tendida, entera, y cuatro golpes de corta: dos avisos y al tercio con mucha fuerza.

Alejandro Talavante, al primero de su lote le mató de casi entera tendida y trasera, y un descabello: silencio. Al quinto para los de a pie le endilgó varios pinchazos hondos y cinco golpes de verduguillo: aviso y bronca.

Sergio Flores, a su primer enemigo lo despachó de entera contraria entregándose: una oreja con petición mayoritaria de la segunda. Al que cerró plaza le fue concedido el indulto. Si lo ha llegado a matar le hubieran dado el rabo.

Hoy se dieron cita en la plaza casi ocho mil aficionados de verdad, de los que no acuden al Aniversario ni alaban el destoreo moderno ante novillotes afeitados. La fe del entendido fue recompensada con una corrida de toros de verdad y con dos toreros extraordinarios en el más amplio sentido de la palabra. Le digo, sin temor a equivocarme querido lector, que esta tarde de toros ha sido la mejor que he visto en muchos años.

Fermín Rivera es el mejor exponente mexicano del toreo verdad que nos ha tocado ver en muchas temporadas. A su primero le toreó sensacionalmente a la verónica, con temple y valor. Quitó por chicuelinas modernas y tafalleras dejándose ver siempre.

Lo mejor vendría con la muleta. Ahí el sobrino del gran Curro Cumbre se encargó de callarle la boca todos aquellos que dicen que no se puede cargar la suerte ligando los muletazos. Para eso sólo es menester dejar la muleta puesta, ganarle el paso al morlaco y completar cada pase con la pata güena alante: ¡casi nada! Los naturales, los firmazos con la zocata, el arrimón elegante y sin ventajas, las tandas largas de derechas más el estoconazo, nos hicieron reivindicarnos con la pobre Fiesta. El nieto de don Fermín Rivera debe estar contento, pues puso de acuerdo a todo el cónclave en la vuelta triunfal al ruedo, en la que lucía orgulloso una oreja más grande que los pitones de casi todos los “toros” que han pedido las figuras (¿?) en esta temporada.

Su segundo, ya no de Jaral de Peñas sino de Xajay , fue un manso de libro y bastante complicado. Fermín le buscó las cosquillas con señorío desde los lances y la brega capoteriles. Para describir el último tercio, debo aquí citar -con alguna licencia poética- al espléndido escritor taurino Guillermo Sureda: “… cuando el morito ya ha iniciado la galopada y va a meter la cara en la muleta, la pierna buena del torero se adelanta suavemente, casi como arrastrándose un poco sobre el suelo de la plaza, obligando al cornúpeta a variar su embestida, curvándola con mimo. ¡Esto es cargar la suerte! ¡Así se carga la suerte!” El de Xajay no embestía pero el torero potosino sí, siempre con la muleta puesta y dispuesto a pasarse al de negro por la faja. Hubo naturales de muchos quilates, trincherillas, de pecho y manoletinas. Lástima que el puntillero anduvo fatal y ocasionó que la gente guardara sus pañuelos. De cualquier manera, la salida casi a los medios y la petición de vuelta deben enjugar las lágrimas de los entendidos y la decepción del coleta y de sus miles de partidarios.

De Talavante hoy no se pueden decir muchas cosas, ni buenas ni malas. En su primero porfíó con estilo y hasta ahí, pues el de Jaral de Peñas no transmitía nada, era débil y tampoco pasaba completo. En el quinto de la lidia ordinaria, el matador extremeño se alivió después de algunos trapazos y no nos dejó ver al toro. Alejandro anduvo mandanga en serio. Lo mejor de la lidia de ese toro de Xajay fueron los pares de banderillas de Juan José Trujillo, quien se desmonteró en el tercio.

El triunfador absoluto de esta penúltima corrida de la temporada fue el colosal Sergio Flores. Este muchacho de Tlaxcala (la tierra de Dios y de María Santísima) únicamente esperaba que alguno de los astados le durara un poco. Pues no, le fue mejor: sorteó dos reses con motor y buen estilo, y entonces vimos hasta qué alturas puede llegar su tauromaquia.

El cuarto de la tarde era peligroso porque se acostaba mucho y buscaba. No obstante, Sergio le plantó cara y basando su toreo en las muñecas le sacó muletazos de escándalo. Largo y templado anduvo siempre “El Jorongo”, como le apoda cariñosamente el Gran Pana. Muchos otros diestros no hubieran puesto a la gente a rugir de emoción. Su trasteo se basó en la mano diestra, adornando todo con trincheras, de pecho y hasta manoletinas muy atomasadas, cosa grande donde las haya. Después de una estocada a ley, la gente pidió al incompetente del biombo las dos orejas, pero se ve que ese premio sólo está destinado a los becerristas del país y de allende el Atlántico.

La Divina Providencia que es taurina pero remolona y olvidadiza, decidió portarse de bandera con el mártir de la Fiesta (el aficionado cabal) y con el elegante y valiente torero tlaxcalteca; entonces salió por toriles el fabuloso “Gibraltar”, un toro con toda la barba que tenía bravura de la buena. Sergio veroniqueó como los grandes y la gente se levantó como un resorte del  asiento. El quite por chicuelinas modernas y tafalleras tuvo como colofón una media hiper-belmontina, algo excelso.

Luciendo al toro, Sergio le pegó un cambiado por la espalda de un aguante y una serenidad poco antes vistas. Luego citaba a “Gibraltar” en los medios, dejándolo arrancarse de largo y mandando en los derechazos: el  mismo maestro Rincón hubiera aplaudido a rabiar, ya que el toreo verdad es el que dispara la catarsis en los tendidos.

La faena fue variada, de exposición , aguante y temple, con muletazos colosales por ambos pitones. Por lo menos veinticinco pases merecían ser pintados por Ruano Llopis. El respetable no dudó en exigir el indulto, mismo que fue concedido, pero al que esto escribe le hubiera gustado ver a Sergio cobrar una gran entera y cortarle al bicho las dos orejas y el rabo.

En fin, todas las orejas anteriores, todos los indultos de circo, y todos los rumiantes que han desfilado por la temporada, palidecieron ante dos toreros honrados y de mucho respeto, y ante toros de lidia dignos de ese nombre.

Si el ínclito empresario fuera una persona a la que le interesara la Fiesta, programaría un mano a mano entre Fermín y Sergio con toros serios para la semana que entra, pero no, sabemos que esto se acaba y que viene Pablo Hermoso con dos o tres más para –el domingo 15 de febrero- darle la puntilla a la temporada.

No nos quejemos, vivimos hoy un sueño, por el cual hemos pagado y pagaremos más que por nuestras culpas: ¡Pero que venga el diablo a quitarnos lo bailado!