Gastón Ramírez Cuevas.- La magna corrida monstruo a beneficio de las pobres víctimas del temblor tuvo de todo, desde una proeza taurina inolvidable a cargo de José Tomás, hasta incidentes surrealistas y chabacanos, como una quinta parte del “Ave María” de Charles Gounod cantada por un tenor de segunda línea mientras unas señoritas a caballo giraban como peonzas por todo el ruedo.
El primero torero en actuar fue Pablo Hermoso de Mendoza, quien ya no cuenta con el favor del publico capitalino, probablemente porque está muy visto. Pablo montó preciosamente y clavó palos largos y cortos con temple, mando y elegancia. Para mí lo más destacado fue una banderilla al quiebro. Es una lástima que el mejor rejoneador de los últimos tiempos ya no tenga fuerza para despachar correctamente a los toros con la hoja de peral.
Ya en la parte que correspondió a los de a pie, Joselito Adame se fue a porta gayola para recibir al de Santa María de Xalpa y acabó pegando el célebre farol de panza. Lució con el capote en un quite por gaoneras y con la muleta logró estupendos momentos. Ahí quedaron cuatro pases ceñidos por la espalda y excelentes naturales aguantando todo. El toro se rajó pronto y José remató el trasteo con pases de costadillo de muchos quilates. Se tiró a matar a cuerpo limpio, pero la espada cayó más atrás de la cuneta. El juez no dudó en sacar dos pañuelos y la gente protestó fuertemente el segundo apéndice.
El tercero de la función le correspondió a José Tomás, el responsable del entradón. Ahí hubo un toro con bravura, mismo que le propinó al picador una caída de latiguillo. El de Galapagar pegó estupendas verónicas, mandiles y media larga. Luego quitó por las mejores gaoneras de que se tenga memoria en los últimos lustros.
La faena de muleta se desarrolló en los medios; la elegancia, la suavidad, el poder y el temple hicieron rugir al respetable. Hubo muletazos de todas marcas, en una demostración magistral de lo que es arrimarse sin torear a la gente. Si de lo hecho por el más grande hay que escoger un pase para el recuerdo, yo me quedo con un firmazo que fue el non plus ultra. Don José Tomás Romám Martín pinchó en lo alto y fue ovacionado. Luego cobró una media mortal de necesidad y paseó la oreja, que según algunos, es la más importante que ha cortado en la plaza más grande del mundo. Permítame ahora, querido lector, citar al malogrado escritor judío Bruno Schulz: “Hay cosas que jamás pueden ocurrir con cierta precisión. Son muy grandes y demasiado magníficas para ser encasilladas en simples hechos. Son cosas que han estado pugnando por ser, hechos que quieren comprobar que el terreno de la realidad puede soportar su peso. Y así parten rápidamente, temiendo perder su integridad en la fragilidad de su realización.” José Tomás toreó así, como lo que es, el más grande, el mejor.
El Payo no tuvo suerte alguna. Para empezar le cambiaron en un santiamén al bodrio sin pitones que le había obsequiado Fernando de la Mora. El cuarto bis, de Jaral de peñas, fue un simpático gordito carente de bravura pero rebosante de sosería. Octavio García porfió, pero lo que no puede ser, no puede ser, etc.
A continuación se fue la luz durante casi media hora. El profesionalismo de la empresa es cada vez más evidente. Total, que salió el toro del Juli, un bicho de Montecristo débil y tonto, que fue el instrumento de la justicia divina, pues el madrileño no pudo lucir ni un micro segundo. ¡Tú lo quisiste fraile Mostén, tú lo quisiste, tú te lo ten! Pero eso sí, el julipié artero ni nos lo ahorramos ni defraudó a sus seguidores.
A Sergio Flores le tocó un rumiante anovillado propiedad del empresario Sordo Madaleno. Por suerte, el torito embistió una barbaridad, y así Sergio pudo alzarse con el triunfo grande. Pocas veces se ve torear con tanta verdad. Los derechazos, las arrucinas y las joselillinas pusieron a la gente de pie. El tlaxcalteca estuvo entregado y valiente. Además, mató a ley, aunque trasero. La gente quería darle el rabo, pero prevaleció la cordura y la cosa quedo en dos orejas merecidísimas.
José Mari Manzanares tuvo por enemigo a un toro de Xajay que no decepcionó. El consentido de Sevilla nos regalo muletazos imperiales, sobre todo con la zocata. Hay que ver cómo le pone hondura a todos los pases. Hubo por ahí un cambio de manos por delante que fue de cartel. La estocada partió al toro y Manzanares hijo cortó una oreja de peso. Ésta ha sido, sin lugar a dudas, la mejor faena de José Mari en La México.
El último toro, el octavo, fue uno de Villa Carmela para Luis David Adame. El toro tuvo presencia y dio mucho juego. El coleta de Aguascalientes, quitó por zapopinas, puso grandes cantidades de banderillas y luego se perdió con la muleta. ¿Otra vez los nervios? Quizá, pero Luis David nos quedó a deber.
San Aficionado Mártir salió de la plaza sin sentir el frio, toreando y con ganas de soplarse otros ocho toros. ¡Ya era justo y necesario!
Martes 12 de diciembre del 2017. Quinta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Festejo extraordinario a beneficio de los damnificados por el temblor del pasado 19 de septiembre
Toros y toreros por orden de aparición en escena: Pablo Hermoso de Mendoza lidió a un bonito jabonero sucio de La Joya, el cual se dejó bastante. Mató fatal tanto desde el caballo utilizando el rejón de muerte, como a pie con el descabello: palmas al toro y leves pitos para el jinete navarro.
Joselito Adame se enfrentó a un ejemplar de Santa María de Xalpa. El toro fue débil pero “colaboró”. Mató a cuerpo limpio y dejó un espadazo a medio lomo. Se le concedieron dos apéndices demasiado generosos.
José Tomás se las vio con un toro de Jaral de Peñas, bien presentado y encastado. Lo pinchó una vez en todo lo alto y luego dejó una media casi lagartijera: oreja de mucho peso.
Octavio García “El Payo” vio cómo le cambiaban al de Fernando de la Mora protestado por su irrisoria presencia. Acabó pechando con un toro de Jaral de Peñas, el cual resultó gordo y manso. Lo pasaportó con bastantes fatigas: dos pinchazos, un bajonazo y dos golpes de verduguillo: silencio.
Julián López “El Juli” trajo bajo el brazo a su toro de Montecristo, el ungulado evidenció rápidamente su debilidad física y mental. Lo despachó con un vergonzoso y artero julipié: silencio.
A Sergio Flores le correspondió un noble burel de Villar del Águila (vacada hermana de la de Xajay, el hierro del empresario). Sergio le asestó una entera trasera y le cortó dos orejas. Al bicho le dieron un zalamero arrastre lento.
A José Mari Manzanares le correspondió un morlaco chico de Xajay. El rumiante se dejó hacer bastantes fiestas y José Mari le pegó un estoconazo: oreja y palmas al toro.
Luis David Adame tuvo por enemigo a un toro bien presentado de Villa Carmela, que ofreció posibilidades de triunfo. Luis David lo despenó de pinchazo hondo y un descabello: silencio.
Entrada: más de cuarenta mil espectadores en día laborable.