El Zapata. Foto: Tadeo Alcina (aplausos.es)

Gastón Ramírez Cuevas.- Cuando sale al ruedo el toro serio, el aburrimiento desaparece. Y los seis primeros ejemplares de Barralva estuvieron admirablemente presentados. Es curioso que a estos animales, cuya sangre española es de reciente importación (1997), las “figuras” europeas no los quieran ver ni en pintura. Aunque es comprensible, pues un toro con toda la barba le puede arruinar las vacaciones pagadas a más de uno.

El primero de la tarde, que era un toro serio y bien armado, le correspondió al diestro tapatío “El Conde”, quien se despedía de los ruedos. Lo más destacable de su labor fueron el segundo y el tercer par de banderillas, porque Alfredo no se confió jamás y su labor muleteril fue un concierto de dudas, lejanías, pasitos, y esconder la pata buena. Lástima, porque el toro tuvo bravura, recorrido, fuerza y nobleza. Pero el público de la México es bueno y sentimental, y como “El Conde” mató con eficacia, le concedieron una oreja por aquello de la nostalgia decembrina.

El segundo fue otro toro hecho y derecho, pero resultó menos bravo que el primero.
Uriel Moreno, estuvo sensacional en los tres tercios. Con el capotillo lanceó por mandiles muy templados. Luego cogió los palos y aquello fue un espectáculo. Primero, Uriel puso el par monumental con tanto éxito y exposición que la gente le hizo dar una vuelta al ruedo. Y el tercero fue un enorme par al violín con recortes previos.

“El Zapata” pegó sin lugar a dudas los mejores muletazos de la tarde. A base de entrega, poder y temple, el coleta tlaxcalteca le dio al de Barralva derechazos y naturales formidables rematados con largos pases de pecho. Hubo también un cambio de manos que puso al respetable de pie.

El toro manseó al final de la faena y Uriel tuvo que tirar la moneda al aire a la hora de la verdad. Después de muchos trabajos para que el toro se quedara quieto e igualara, “El Zapata” se tiró sobre el morrillo como un león, el toro no lo dejó pasar, le cogió y le pegó una maroma espectacular. La estocada no surtió los efectos esperados, pero Uriel es un maestro en el arte de descabellar, suerte que dominan muy pocos toreros actuales. El juez remoloneó, pero la petición de oreja fue unánime y sonora, y “El Zapata” paseó un merecidísimo trofeo.

El tercero fue un toro pronto, bravo y alegre, mismo que se comió vivo a José Luis Angelino, el otro tlaxcalteca del cartel. Lo más torero de toda la labor de Angelino fue un impecable par al sesgo por fuera, pues en el último tercio naufragó en un mar de la incertidumbre y mató de un bajonazo artero.

El cuarto toro también se dejó meter mano, pero El Conde no andaba para hacerle fiestas al cornúpeta. Vamos, que ni los palos puso. Pero eso si, ni tardo ni perezoso recurrió al torito de regalo.

El quinto fue un castaño imponente que no se dejó pegar ni un pase, pues manseó mucho, frenándose y mirando al torero. Lo más destacable de lo hecho por Uriel fue un quite por chicuelinas antiguas elegantísimas y un gran par de poder a poder, el tercero.

Angelino mejoró bastante en el sexto, pese a que el toro estuvo por encima del torero. Pero no podemos dejar de señalar que José Luis pegó unas gaoneras fenomenales, que banderilleó con gran entrega, clavando uno de los mejores pares al quiebro de los últimos tiempos, y que mató al de Barralva de un estoconazo fulminante, mismo que valió la oreja.

Con el de regalo volvimos a la triste realidad del toro chico, débil, bobo y mansito no emociona a nadie. El Conde, ya más asentado, le hizo mil monerías al animalillo, y aunque pinchó y luego recurrió al bajonazo, la gente sensiblera hizo que se le concediera la postrer oreja de su carrera en la Plaza México.

El aficionado vive de la esperanza, y no hace falta gran cosa para hacerlo feliz. Bastan toros con edad, trapío, fuerza y algo de bravura. Y si además en el cartel hay un torero decidido, honrado y con sitio, como El Zapata, el aficionado cabal sale de la plaza toreando y con la ilusión necesaria para retratarse en la taquilla las veces que sean necesarias.

Domingo 23 de diciembre del 2018. Octava corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: siete de Barralva. “El Conde” regaló uno. Los seis primeros pertenecían a la línea española de Atanasio Fernández (encaste Parladé y Conde de la Corte), el de regalo tenía sangre mexicana, de San Martín. Los atanasios estuvieron soberbiamente presentados. Salvo el quinto todos se dejaron torear y fueron aplaudidos en el arrastre. El séptimo fue un astado anovillado, débil y noble.

Toreros: Alfredo Ríos “El Conde” -que se despedía de la afición capitalina- a su primero lo despachó de buena estocada entera y le cortó una oreja de muy poco peso. Al cuarto le atizó un pinchazo y un golpe de corta: silencio. Al de regalo le liquidó de un pinchazo y un feo bajonazo: le concedieron otra oreja.
Uriel Moreno “El Zapata”, al segundo de la tarde le pegó un buena estocada que no bastó y lo descabelló con maestría al primer intento: oreja tras aviso. Al quinto lo pasaportó de dos pinchazos, casi media estocada y un certero descabello: palmas.
José Luis Angelino, al tercero lo mató de un bajonazo: silencio. Al sexto le propinó una estocada fulminante que fue premiada con una oreja.
Entrada: unas cinco mil personas.

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