Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 19 de enero del 2014. Décimo cuarta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Seis de La Joya, desiguales en presentación y en juego, pero interesantes y bien armados. Los dos primeros fueron aplaudidos en el arrastre; el tercero fue pitado; el cuarto fue abroncado, y al quinto y al sexto les dieron excesivo arrastre lento.

Juan Pablo Sánchez regaló uno de Vistahermosa, un bicho anovillado que fue levemente pitado.

Toreros: Juan Pablo Sánchez, mató al que abrió plaza de media estocada entregándose: al tercio con fuerza. Al cuarto no le mató, pues el burel claudicó vergonzosamente y tuvo que ser apuntillado tres veces casi en el tercio. Regaló uno al que no le pudo hacer nada dada la absoluta inanidad del pobre bicho: silencio.

Arturo Saldívar, al segundo de la tarde le recetó un pinchazo hondo, trasero y desprendido. Luego le ha pegado un golpe de verduguillo memorable, a cuerpo limpio y con torería: salió al tercio de verdad, negándose a dar la vuelta. Al quinto le despachó de un pinchazo aplaudido y tres cuartos en buen sitio: oreja que bien hubieran podido ser dos si mata al primer envite.

Diego Silveti, al tercero del festejo le pinchó de mala manera y después le propinó una casi media trasera y bajísima: silencio. Al que cerró plaza le metió un chalecazo y a continuación le dejó una buena entera: incomprensible silencio, ya que la faena había sido encomiable.

Segundo cartel de puros mexicanos en esta temporada grande. La entrada fue pobre, unos –los optimistas- veían a veinte mil gentes en el coso; otros, los pesimistas, sólo alcanzaban a contar a doce mil paganos. No reparemos en eso, fijémonos en que eso es lo que queda de la afición capitalina.

Hubo toros, ninguno bravo, pero salieron por toriles algunos toros dignos de ese nombre, ya que estaban bien puestos de pitones y no eran tan bobos como los que exigen las “figuras”.

Vamos, como siempre, por partes. Juan Pablo se justificó mucho en el primero. Veroniqueó ajustándose con clase y luego estuvo intermitente. Es decir, intercaló grandes derechas, excelentes naturales y execrables martinetes. Cosa rara, se entregó a la hora de la verdad. Lástima que la diosa Fortuna no le sonrió y faltó la estocada contundente.

El segundo de su lote fue el lunar real del encierro. Se trataba de un torillo largo con algo de leña, pero muy disminuido. Tanto es así, que Juan Pablo se animó a completar los muletazos y a gustarse. Todo antes de que el bichillo se cayera, y ya hecho una piltrafa, pidiera al puntillero. No hay cosa más lamentable que un “toro bravo” indefenso e impotente, con la única intención de irse de hinojos al otro mundo. Claro, en un encierro postmoderno algunos bichos tendrán mucha percha, pero son igual de malos que los que torean aquí Zotoluco, Morante, Juli, Talavante y su pandilla. Alguien de Sol gritó durante la faena al cuarto: “¡Ese toro es un Xajay!” Al buen entendedor…

Arturo Saldívar no entendió del todo al segundo, un cornúpeto bravo al que dejó crudo. Digamos que, pese a no lucir del todo en el último tercio, el momento de más exposición y pundonor de la tarde corrió a cargo del muchacho de Aguascalientes: recibió al castaño con una media larga cambiada de rodillas para asustar al más pintado. Cuando el burel se revolvió y venía vencido, Arturo se quedó mas quieto que la Giralda y largó el capotillo en un lance de 24 quilates, mismo que fue ignorado por el respetable. Está visto que los villamelones sólo desean tauromaquias almibaradas… En la faena de muleta a ese toro, Saldívar abusó del toreo perfilero y porfió siempre fuera de cacho.

Otra cosa sería en el quinto, donde vino el triunfo. Ahí, para empezar, Arturo le dio frescura al quite por chicuelinas modernas, pasándose al La Joya por la faja con ritmo y entrega. El toro estaba reparado de la vista, por lo tanto era peligroso e incierto. Hubo un cambiado por la espalda en los medios que fue de tirar el puro y batir palmas. Los muletazos completos por ambos pitones dando la distancia exacta, fueron una maravilla. Aplicándose ungüento de toro, Saldívar pegó unas joselillinas magníficas para rematar el trasteo. Mas: ¡Hay que matar a la primera, muchacho! A pesar del pinchazo, los parroquianos le dieron una merecida oreja.

Diego Silveti tiene que pensar mucho en la psicología de la gente que paga por verle, y en como se matan los toros con eficacia. De lo que hizo en el tercero, aquí le paso a usted, sufrido lector, mis apuntes. Van:

-Hay que arrimarse, templar y ligar. ¡No al martinete!

-Para ejecutar la suerte suprema no puedes perfilarte totalmente fuera de la cuna.

El ávido cónclave esperó paciente al sexto. Salió un jabonero sucio alacranado, imponente. Diego estuvo fácil con el percal, pero sin excelsitudes. Con el trapo rojo cambió la onza. Toreó siempre en la mínima distancia y completó todos los muletazos, sin perder el paso y adelantando en la medida de lo posible la pata buena. El morito tenía nobleza y recorrido, por eso valía más lo que hizo el nieto del Tigrillo: ligar y no quitarle la muleta del hocico al astado. Las tandas de naturales en particular, tuvieron la verdad que debemos exigir cada tarde. En las postrimerías de la faena, el hijo del rey David se entretuvo en regalarnos unas mal llamadas bernadinas acompañando y templando. Vino, inexorable, la hora de la verdad, y ahí el bisnieto del Tigre de Guanajuato volvió a decepcionarnos. ¿Que no vació , que se la jugó? Pues mire, sí, pero el chalecazo sería la envidia de Gran Pana. Eso no justifica ni los gritos de: ¡toro, toro! ni la indiferencia de la gente, misma que debió haber pedido que el sobrino de Alejandro Silveti diera una merecida vuelta al ruedo.

Nunca hago esto, por considerar que la mayoría de los peones sólo hacen su trabajo, pero quiero rendir pleitesía a dos grandes banderilleros que hoy salieron al tercio.

Primero, tributarle un ovación escrita a Gustavo Campos, quien salió andando después de dos grandes pares al que abrió plaza. Hay que ver cómo cuadra en la cara y clava en lo alto.

Hoy Christian Sánchez iba en la cuadrilla de Silveti, y cuando le tocó adornar al sexto estuvo colosal. En el primer par, el de La Joya le comió el terreno. Cualquier otro hubiera tomado el olivo y esperado circunstancias mejores. Pero este gran torero de plata recortó en los medios, se mantuvo en la jurisdicción y clavó un par al relance que nos hizo recordar hazañas leídas en tauromaquias de otros tiempos.

Total, una tarde interesante que hubiera podido ser de triunfos grandes; pero aquí sólo Joselito Adame, Jerónimo, Fermín Rivera y Alfredo Gutiérrez dan el pecho a la hora buena. Y recuerden siempre que mientras no se den festejos incruentos en el Palacio de Bellas Artes, las orejas se cortan con la espada.

Foto: Rubén Galindo