Gastón Ramírez Cuevas.- Anomalías: Al juez le importó un pito la muerte del matador Fabián Ruiz y se saltó a la torera el minuto de silencio. En el cartel estaban anunciados dos toros de Rancho Seco para rejones, pero por razones que nadie averiguará jamás, fueron cambiados a última hora por dos de José María Arturo Huerta.
La afición tenía muchas ganas de ver a los toros de Torreón de Cañas. Y también daba mucha ilusión ver a Fermín Rivera ante toros tan serios. Pero los cuatro de Torreón (con excepción del jugado en sexto lugar) ni salieron bravos, ni pudieron con los kilos, ni tuvieron la más mínima clase. Para colmo, Fermín estuvo fatal con los aceros.
Pero, vayamos por partes.
Andy Cartagena estuvo muy bien en el que abrió plaza. Puso banderillas al quiebro luciendo enormidades, y emocionó a los tendidos templando mucho con sus cabalgaduras. Lástima que no sabe utilizar la hoja de peral con eficacia.
En su segundo turno, Andy hizo vibrar a los villamelones con las suertes circenses de su cuadra. Creo que la oreja se la concedieron porque hace que uno de sus equinos imite a un canguro parándose en las dos patas traseras y brincando por aquí y por allá. También ha amaestrado a otros de sus caballos para que imiten el comportamiento de los perrillos falderos, esos pobres bichos que piden comida con la patita y se tienden cual odaliscas en las alfombras.
Fermín toreó en primer lugar a un toro de hermosa estampa pero que duro un suspiro. Ahí el sobrino de Curro Cumbre se gustó –hasta donde fue posible- en derechazos, naturales, trincheras, pases de pecho, un molinete y las manoletinas finales. Pero como el toro embestía con poca convicción, no permitió que le ligaran dos pases como Dios manda, y acabó rajándose en toriles. Fermín falló en repetidas ocasiones con la espada, un presagio del sainete que protagonizaría en el segundo de su lote.
El quinto fue un toro enorme, débil, soso y rajado. El nieto de don Fermín Rivera Malabehar quitó por chicuelinas modernas y antiguas, rematadas con una revolera. Con la sarga pudo instrumentar unos cuantos muletazos largos y templados antes de que el de Torreón de Cañas claudicara de la manera más vil. Fermín se empecinó en matar bien y arriba, pese a que el toro no merecía sino un sartenazo. Así comenzó la sinfonía de avisos. Ya cuando se decidió a usar la corta era demasiado tarde. Sonó el tercer bocinazo, y el toro, que no podía dar un paso más y mucho menos regresar a los corrales, tardó un buen rato en doblar, algo realmente penoso de ver.
Juan Pablo Sánchez se las vio en primer lugar con un toro muy bonito de estampa, pero igual o más débil que sus hermanos. El coleta hidrocálido templó toreando a la verónica y en algunos pases por ambos pitones. Quizá abusó de aliviarse mediante el toreo perfilero, pero como mató a ley se ganó un apéndice. El toro que cerró plaza resultó ser el único burel fuerte y encastado en bravo del festejo. Con ese cornúpeta Juan Pablo anduvo zaragaterillo y pegando mantazos con enorme alegría.
Total, que después del milagro del martes era de ilusos pensar que presenciaríamos más cosas portentosas solamente cinco días después. No había por qué preocuparse, el espejismo de los toros de Torreón se encargó de quitarnos la ilusión con bastante celeridad.
Domingo 17 de diciembre del 2017. Sexta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Dos de José María Arturo Huerta para rejones. De poco trapío, excesivamente despuntados, pero nobles y con cierta fuerza. Al primero de la tarde le concedieron absurdo arrastre lento.
Cuatro de Torreón de Cañas, todos tuvieron trapío, pero algunos carecieron de fuerza y bravura. Unos fueron aplaudidos en el arrastre, y el tercero de la tarde fue ovacionado de salida.
Toreros: Andy Cartagena, al que abrió plaza lo pinchó desde el caballo hasta en cinco ocasiones, luego dejó una entera; palmas tras aviso. Al cuarto lo pinchó una vez y después vendría otro pinchazo hilvanado con un rejonazo trasero y caído. Le concedieron una oreja muy discutible.
Fermín Rivera, al primero de su lote le pinchó tres veces y luego le metió tres cuartos de acero. Palmas tras aviso. El quinto se le fue vivo de manera lamentable: cinco pinchazos, una entera y múltiples golpes de corta. La rechifla fue severa.
Juan Pablo Sánchez, al tercero de la tarde lo mató de muy buena estocada entera: oreja. Al sexto lo despachó de pinchazo y tres golpes de corta: algunas palmas.
Entrada: unas cinco mil personas.