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Momento de la confirmación en la Monumental de México de Andrés Roca Rey por parte de Arturo Macías con Sergio Flores de testigo

Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 14 de febrero del 2016. Décimo novena corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Seis de Barralva (encaste atanasio), bien presentados y de juego desigual. Algunos se fueron con aplausos y otros con pitos: normal en una corrida seria. Al quinto se le dio un exagerado arrastre lento.

Toreros: Arturo Macías, al segundo de la tarde le mató de un metisaca y un pinchazo hondo: silencio tras aviso. Al cuarto le despachó de media trasera y caída: palmas inexplicables.
Sergio Flores, al tercero de la función le recetó una entera un poco caída: oreja merecida. Al quinto le pinchó una vez en lo alto y luego le pegó un estoconazo: otra oreja de peso.
Andrés Roca Rey, confirmó la alternativa. Al que abrió plaza le dio un bajonazo triste y todo quedó en una salida al tercio con mucha fuerza. En el sexto, Andrés pinchó dos veces antes de dejar una entera: palmas.
Entrada: unos nueve mil y pico de aficionados.

Hoy hubo toros, por lo menos en cuanto a presencia y pitones. También tuvimos a dos toreros muy importantes, Andrés Roca Rey y Sergio Flores. La expectación de la gente por ver a la juvenil sensación peruana se vio totalmente justificada.

Roca Rey transmite, se arrima, tiene temple, sitio y aguante. Su primero, el de la confirmación, fue un bicho grande que se fue desinflando paso a paso. Frente a ese primero de Barralva, Andrés estuvo grande con el capote. Ahí quedan las verónicas y revoleras, y el quite por chicuelinas modernas, tafalleras, cordobina y revolera.
Con la sarga el redentor del toreo peruano se gustó templando en la mínima distancia. Hubo grandes derechazos, cambios de mano por delante y hasta una arrucina de polendas. No faltaron las dosantinas templadas, dadas con sitio y elegancia. A toro parado dejó una estocada muy baja que enfrío el ambiente y todo quedó en una muy buena salida al tercio.

Luego de esperar hora y media, el pupilo del maestro sevillano, José Antonio Campuzano, se las vio con un cornúpeta serio que manseó de lo lindo y que no tenía un miserable pase. Roca Rey regaló un toro, el juez de plaza lo autorizó y luego vino la bronca. De repente, el sonido local nos dijo: “La empresa no autorizó el toro de regalo.” Es decir, Herrerías, que tan amablemente dejó que el francesito Castella regalara lo que le vino en gana hace menos de diez días, decidió que al limeño no se le iba a dar nada. ¿Serán celos francófilos de un viejo cretino? ¿Serán cosas de lucha de poder entre Casa Toreros y el antiguo golpeador de la Gorda Martínez? Vaya usted a saber… La cosa es que nos faltó ver más a un coleta que va a revolucionar esto mientras no cambie de mentor y mientras mantenga esa mirada limpia llena de hambre de la buena.

El segundo espada, Sergio Flores, estuvo enorme. Temíamos que su primero fuera un balde de agua fría, pues el toro salió lastimado del cuello y muy incierto. Pero, cuando hay torero, también hay faena en todos lados. Ahí estuvo Sergio, presentando el engaño muy adelante, aguantando, templando y mandando.

El carismático espada tlaxcalteca le ganó siempre el paso al de Barralva y le completó todos y cada uno de los pases. Hubo dos muletazos, uno al natural y otro por el pitón derecho, que nos recordaron los carteles de Ruano Llopis. Sergio abrochó bien el trasteo con manoletinas tomasistas. Mató eficazmente y los aficionados le concedieron una oreja más que merecida.

El segundo enemigo de Sergio era un toro hecho y derecho, pero le faltó fondo pues duró poco. No olvidaremos el quite por chicuelinas, rematado con una media belmontina y una media larga cordobesa. Con la muleta, Sergio nos regaló el milagro del temple, que equivale al milagro del poder. Creo que tanto don Antonio Bienvenida, como Rafael Ortega (el de la Isla de San Fernando, no el de Apizaco) le hubieran aplaudido a rabiar su manera de andarle al toro y su muñeca de cristal. Me quedo con un natural excelso en los medios, una inconmesurable tanda de derechazos y un muletazo en tablas que demostraron a tirios y troyanos lo que es la pureza del toreo grande.  Reposo, sabor y valor definen todos los muletazos que le sacó Sergio Flores a ese morlaco. No faltaron las joselillinas cambiadas que pusieron al respetable de pie. El pinchazo en lo alto y luego la gran entera le quitaron un apéndice, pero ahí queda una de las mejores faenas de la temporada, que tuvo el justo premio de una oreja ganada a ley.

Arturo Macías no estuvo. En sus dos toros se le vio desconfiado y fuera de cacho. Tan es así que la gente le gritó: ¡Toro, toro! en sus dos turnos. Ya vendrán, para el sufrido matador hidrocálido, tiempos mejores.

Al salir del coso, la gente no dejaba de insultar al empresario: un tipo impresentable que mangonea a su antojo a jueces y demás autoridades. Pero lo que se ve no se juzga: Roca Rey es el Mesías del Perú y Sergio Flores es un gran torero donde los haya.