Gastón Ramírez Cuevas. – Viernes 20 de noviembre del 2015. Quinta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Seis de Marco Garfias, desiguales de presentación y juego, con pitones pero sin trapío. Hubo uno noble y soso, el tercero, que se fue sin un apéndice. Un par de ellos –los de José Mauricio- fueron complicados. El primero fue interesante, el cuarto se dejó, y el sexto tuvo algo de bravura que su matador desaprovechó.
Toreros: Juan José Padilla, al que abrió plaza le despachó de entera bajita: vuelta por su cuenta y palmas al toro. Al cuarto le mató de buena entera: a los medios con leve petición de oreja.
José Mauricio, al segundo de la noche le pinchó en la suerte de recibir para luego repetir color y dejar una entera caída y tendida que bastó: al tercio con fuerza. Al quinto le propinó dos pinchazos en lo alto y una entera delantera un poco caída que no bastó. Descabelló dos veces y, tras escuchar un aviso, hubo silencio para él.
Juan Pablo Sánchez, al tercero le cortó una oreja después de buena entera. Al que cerró plaza le asestó un pinchazo, un metisaca fatal y una entera caída: silencio.
Entrada: unos seis mil parroquianos.
Cuando hay corridas nocturnas en La México, los aficionados valientes, pocos en realidad, se dan gusto interpretando su gustado papel de infalibles clarividentes. “Va a hacer mucho frío”, decía uno. “Los toros saldrán chicos pero alguno tendrá cierto interés”, sentenciaba otro. “La plaza estará llena de villamelones y oficinistas”, declaraba aquel. “Padilla interpretará su clásico numerito para la galería”, asentaba el de más allá. “A José Mauricio le tocará –como siempre- lo peor del encierro”, decía un realista, candidato a pesimista. “Con algo de suerte a Sánchez le veremos unos muletazos templados”, aseveraba el eterno optimista. Y todos acabaron teniendo razón.
El primer enemigo de Padilla a punto estuvo de emular al tristemente célebre “Pajarito”, ya que pegó un salto espectacular y se dio de bruces en la maroma, sembrando el terror entre los que ocupaban las barreras de Sol de los alrededores del brinco. Extrañamente, el de Garfias dio después muestras de bravura y alegría. El de Jerez tuvo sus mejores momentos de la noche toreando a ese toro con el capote. Le pegó una gran media larga afarolada de rodillas en tablas y luego lució a la verónica, rematando con media y una revolera. No anduvo bien con los palos y daba la impresión de que el toro le estaba quedando muy grande por codicioso. Sin embargo, como a la tercera tanda de muletazos, el bicho se rajó de lo lindo. De poco le sirvieron a Padilla los derechazos de rodillas con los que inició el trasteo y el arrimón en tablas a manera de epílogo: la faena no remontó el vuelo. Mató regular y luego decidió que como no había cortado oreja lo conducente era darse la vuelta al ruedo sin más ni más, aprovechando que aquí y en China nadie le va a pitar nunca.
El cuarto fue un cornúpeto que se dejó bastante. El simpático pirata no lució con el capote, no puso los palos y luego deleitó a la galería con tres muletazos elegantes y cincuenta trapazos horrendos. Daba igual, hasta había por ahí un padillista que agitaba feliz un muñeco inflable a imagen y semejanza del querido filibustero andaluz. La estocada fue muy buena, aunque con desarme. Hubo petición, pero tibia. Juan José Padilla recibió una fuerte ovación en los medios para después salir raudo y veloz al aeropuerto para tomar el avión a Ecuador. Muchos villamelones se lo reprocharon pues querían uno o varios toros de regalo. En fin…
El segundo del festejo fue un toro chico y feo que al principio mostró bastante debilidad. José Mauricio le hizo un quite por gaoneras de mucho aguante y ahí se notó que el de Marco Garfias tendía a quedarse corto y tirar tornillazos. El coleta de Mixcoac se fajó como los buenos y se jugó el pellejo con desparpajo. Hubo unos doblones rodilla en tierra que valieron el boleto, y pases sueltos, templados y de muchos riñones, pues el toro cada vez era más peligroso.
Cuando citaba para un derechazo (el astado no tenía un pase al natural) el toro lo cazó y se le abalanzó al cuerpo. José Mauricio resolvió prodigiosamente, dando un paso adelante y sacando la muleta por la espalda, como en un cambio. Aquello fue para erizarle los pelos al más pintado. Citó a recibir y lamentablemente pinchó. Volvió a intentarlo y la estocada resultó defectuosa. Todo quedó en una salida al tercio con fuerza. Huelga decir que no había en la plaza aficionados suficientes para aquilatar realmente lo que le había hecho José Mauricio a un cornúpeta imposible y premiarlo con la segunda vuelta al ruedo de la noche.
Igual de entregado y torero estaría el diestro capitalino en el quinto, un toro sin clase, sin trapío, bravucón y muy incierto. Recordamos una gran chicuelina para rematar el quite por caleserinas, los tres cambios por la espalda en los medios, y cómo instrumentó una faena inteligente y templada a base de consentir al morlaco y retrasarle la muleta con mucho oficio. No anduvo fino con la tizona y pocos le aplaudimos.
Juan Pablo Sánchez sorteó a la proverbial tonta del bote: el castañito que hizo tercero era muy noble, débil y bastante soso. El torero de Aguascalientes emocionó al respetable con tandas de derechazos muy templados y de mucha clase en los que a veces se arrimó bastante. Mató con verdad y cortó la solitaria oreja de la corrida. En el sexto, al que había que poderle, Sánchez perdió los papeles con singular entusiasmo. Ese era un bicho como para Urdiales, no para Juan Pablo.
Salí de la plaza con el firme propósito de, antes del próximo festejo nocturno, acercarme a uno de esos aficionados émulos de Cagliostro y pedirles números ganadores de la lotería o el Melate, pero creo que sus poderes adivinatorios sólo sirven para predecir obviedades.