Gastón Ramírez Cuevas.– Hace ya muchas décadas, las corridas filantrópicas eran un acontecimiento de suma importancia en la temporada. La Oreja de Oro y/o el Estoque de Oro reunían en un solo cartel a todos los toreros importantes, del país o importados, que habían actuado ese año taurino en la gran plaza.

Hoy, los diestros extranjeros se ríen de la asociación mexicana que agrupa a los novilleros, los rejoneadores y los matadores de toros, y se niegan a participar gratuitamente en espectáculos cuyas ganancias contribuyen a pagar los seguros médicos de los profesionales antes mencionados.

Antaño, aquel forastero que no toreara -en La México o en otro coso importante- a beneficio de equis causa, corría el riesgo de no volver a ser contratado en tierras aztecas, cosa imposible de llevar a cabo en la actualidad. De acuerdo con lo anterior, el cartel de hoy era enteramente nacional, con el único atractivo real de la presencia de Sergio Flores.

Salió el primero de la tarde, un jabonero sucio que le correspondía al confirmante Michelito. Desgraciadamente, el pupilo de Arturo Gilio fue arrollado por el caballo del picador, se estropeó la mano derecha y acabó siendo estoqueado por el primer espada casi 50 minutos después de que el juez hubo ordenado que se le regresara a los corrales.

Con el primero bis, un toro feo y muy débil, el mayor de los chicos Lagravère anduvo desconfiado y sin parar los pies. La cosa no mejoraría en el sexto, un cuadrúpedo soso y sin fuerzas, durante cuya lidia Michelito decidió no arrimarse.

El coleta nacido en Yucatán regaló un octavo astado, mismo que fue el mejor de toda la función. Con ese toro de San Mateo, Michelito logró alguna chicuelina estimable en el quite y un ramillete de derechazos en el último tercio, pero el trasteo estuvo plagado de dudas. Pese a un revolcón sin consecuencias, la gente le reprochó al otrora genio infantil de la tauromaquia que no estuviese a la altura del bicho. Como se dice en estos casos:¡otra vez será!

Arturo Saldívar, el primer espada, tuvo sus mejores momentos en el segundo de la tarde, un morlaco que salió alegre y con recorrido pero que luego manseó descaradamente. El torero de Aguascalientes lo toreó muy templado al natural mientras se pudo, mató con eficacia y cortó una de esas orejas que no molestan a nadie pero tampoco vuelven loco al cónclave.

En el segundo de su lote, un ungulado sin clase alguna pero que por lo menos se sostenía en pie, Arturo anduvo voluntarioso antes de perder estrepitosamente los papeles al hora de matar, llegando inclusive a ser feamente cogido mientras usaba el estoque de cruceta. Saldívar regaló un rumiante quedado y reservón que no tenía un pase, con el que también pasó fatigas a la hora buena.

Lo mejor de las cuatro horas largas de corrida de toros fue lo hecho por Sergio Flores.
En el tercero, un toro gordo y débil pero que se dejó torear por instantes, el torero de Apizaco pegó unas verónicas por el pitón izquierdo de cartel. Con la muleta lució en los muletazos por alto, los naturales y los de pecho. Mató a la primera pero el toro tardó en caer y todo quedó en una ovación en el tercio.

El quinto fue un burel que se dejó meter mano sin ser excepcional en ningún aspecto. Pero a Sergio, quien anda que no cree en nadie, le basta con que su enemigo no claudique y medio embista para armar un lío.

El tlaxcalteca estuvo sensacional con el capote y la muleta. Ahí quedaron una media verónica imperial, los pases por la espalda, los largos derechazos, un formidable cambio de manos, una dosantina en los medios y los naturales ceñidos y elegantes. Pese a que Sergio pinchó y a que después el toro se tragó la muerte largo rato, la gente pidió la oreja con mucha fuerza y eso bastó para que el juez la concediera.

Así terminó la temporada, con Sergio Flores paseando feliz la Oreja de Oro y con el aficionado cabal comentando que los festejos de ocho toros constituyen un castigo cruel e inhumano.

Domingo 10 de febrero del 2019. Decimosexta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: cuatro de Arturo Gilio, primero, segundo, quinto y un séptimo, regalado por Arturo Saldívar. Correctos de presentación y de juego variado. El que abrió plaza fue devuelto aunque acabó siendo estoqueado en el ruedo, el segundo fue pitado y al quinto se le dio arrastre lento.

Cuatro de Cieneguilla, primero bis, tercero, cuarto y sexto. Desiguales en cuanto a presencia y comportamiento. El primero bis fue levemente pitado y el cuarto fue aplaudido por despecho ya que por poco se le va vivo a Saldívar.

Uno de San Mateo, el octavo, regalado por Michelito Lagravère. Mereció el arrastre lento por su calidad.

Toreros: Arturo Saldívar, al primero de la tarde, el de la confirmación de Michelito, lo tuvo que matar él, porque después de devuelto el toro, éste se rehusó a volver a los corrales. Así las cosas, le pegó un casi entera contraria y dos golpes de verduguillo.
Al segundo de la tarde lo mató de una entera un tanto trasera y un poco caída: oreja.
Al cuarto le atizó un pinchazo, casi media estocada y docenas de golpes de corta: bronca tras dos avisos. Al de regalo le pasaportó de cuatro pinchazos y dos descabellos: pitos tras aviso.

Sergio Flores, al tercero de la tarde lo despachó de estocada entera y contraria: al tercio. Al quinto lo pinchó en lo alto y luego cobró una entera que tardó en tumbar al toro: oreja tras aviso.

Michel Lagravère hijo “Michelito”, confirmó la alternativa. Al primero bis le asestó tres pinchazos y siete descabellos: leves pitos tras aviso. Al sexto le endilgó un pinchazo, una entera y tres descabellos: leves palmas. Al de regalo, el octavo, lo despenó de dos pinchazos, un metisaca y una entera trasera: pitos.

Entrada: unas cinco mil personas. Incidencias: después del paseíllo se le rindió homenaje a Mariano Ramos y se develó un busto del torero charro. Al concluir el kilométrico festejo, el trofeo en disputa, la Oreja de Oro, fue concedido a Sergio Flores por la unánime voluntad del público.

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