Gastón Ramírez Cuevas.– Sabíamos que el encierro del señor González Esnaurrízar venía muy bien presentado, con kilos, edad y leña. Lo sabíamos por las fotos que aparecieron en todos los medios taurinos, señal de que el ganadero estaba orgulloso de sus toros. Lo que no se sabía es si los cornúpetas iban a embestir. Y sí, todos embistieron, aunque sin grandes dosis ni de bravura ni de fuelle. Vamos, como es de rigor, por partes.

El primero de Diego Silveti tenía una lámina impecable. En el primer tercio Diego no paró los pies a la verónica, pasó al toro con una inyección, y quitó por ajustadas gaoneras. El toro llegó a la muleta derrochando nobleza y sin gas. Silveti lució en uno de la firma, varios derechazos y los pases de pecho. Al final pegó sensacionales joselillinas (pase que los cursis hispanófilos llaman bernadinas), tragando una barbaridad. Pero, como es costumbre en el nieto del Tigrillo, no mató contundentemente.

El segundo correspondió a Roca Rey, uno de los toreros más interesantes del momento. Con el capotillo pegó una media de cartel y quitó por muy buenas saltilleras. Este burel tampoco fue picado realmente y ni así pudo llegar con fuerza al último tercio. Andrés comenzó el trasteo con tres pases por la espalda. El primero fue inverosímil por el tremendo ajuste. La nobleza del toro permitió que el peruano le pegara dos enormes naturales y buenas tandas cargando la suerte por ambos pitones. Toda la faena fue un portento de sitio, quietud y elegancia. A la hora de oficiar con los aceros, Roca Rey pasó las de Caín, enojoso asunto que le perseguiría toda la tarde. No obstante, cosechó una fuerte ovación.

El primero del lote de Luis David Adame fue un toro muy bonito pero soso a más no poder. Luis David se solidarizó con el cuadrúpedo y su labor no supo a nada. Pinchó con entusiasmo y la gente le pitó con desgana.

El segundo de Diego fue un precioso chorreado en verdugo que tuvo muy mal estilo, pues rebrincaba a su antojo. Hubo otro quite por saltilleras y después ni el toro ni el torero nos dijeron nada importante.

El quinto tenía una percha para asustar al más pintado. Roca Rey se dio cuenta de que el bicho era más listo que el hambre y jamás le aguantó el segundo muletazo. Siempre nos preguntaremos por qué Andresito no se dobló con ese toro, por qué no le pegó unos buenos muletazos de castigo por bajo. Roca Rey mató fatal y fue pitado. Lo más relevante de este episodio fue el enorme puyazo de David Vázquez.

El que cerró plaza fue un enorme toro brocho que se dejó hacer fiestas. Luis David estuvo cumbre por una razón muy extraña. Al iniciar la faena de muleta con un cambiado por la espalda, el toro le propinó una maroma de órdago, y eso asentó al torero hidrocálido de manera asombrosa.

El segundo de los hermanos Adame toreó con un valor y un temple envidiables. Los derechazos en un palmo tuvieron sabor y dimensión. Hubo dosantinas, naturales, pases viendo al tendido y temerarias joselillinas cambiadas. Es imposible arrimarse más y conservar la elegancia. Luego vino la única estocada decente de la función, seguida por un gran descabello, y Luis David cortó una merecida oreja que ya le debía a la afición capitalina.

A continuación vinieron dos toros de regalo. El séptimo fue de Xajay. Cosa rara, el toro estaba bien presentado y embistió con alegría. Desgraciadamente, Diego no aprovechó las largas embestidas de un burel que humillaba y quería que le ligaran los muletazos. Silveti se embarulló, perdiendo el paso a la menor provocación. Eso ocasionó que el toro le ganara la partida. Ni modo, otra vez será.

El octavo, otro guapo toro de La Joya, le permitió a Roca Rey lucir de verdad. El quite por gaoneras, chicuelinas y revolera fue fantástico, con Andrés pasándose al toro en la mera faja. Al iniciar la faena de muleta, el toro se lo llevó feamente en un cambiado por la espalda, y al igual que le había ocurrido a Luis David, eso pareció convenirle al aguerrido diestro del Perú.

Lo memorable fueron las tandas de derechazos de mano muy baja, pues tuvieron clase, sello y mucho poder. También hubo naturales de gran trazo, cargando la suerte con la pata buena bien adelante. No faltaron las trincheras y los desdenes, mismos que arrancaron del respetable el grito consagratorio de ¡Torero, torero!

Para salir a hombros todo dependía de matar con verdad y eficacia, pero el toro se le hizo de hueso al coleta limeño. La decepción fue mayúscula, y después de tantas horas de festejo, la gente ni siquiera sacó a Roca Rey al tercio.

Total, vimos una corrida por demás interesante, con toros dignos y un triunfo que no pudo multiplicarse debido a lo mal que mataron los alternantes de Luis David Adame.

Domingo 21 de enero del 2018. Undécima corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Siete de La Joya, los seis primeros y uno de regalo que hizo octavo. Bien presentados, nobles en conjunto y faltos de fuerza. El quinto tuvo mucho peligro.
Uno de Xajay, el primer regalo, séptimo de la tarde. De aceptable trapío y dejándose mucho.

Toreros: Diego Silveti, al que abrió plaza le mató de entera baja: leves palmas. Al cuarto le metió una entera tendida: silencio. Regaló un séptimo al que despachó de estocada entera baja: silencio.

Andrés Roca Rey, al segundo le liquidó de media a toro parado y seis golpes de verduguillo: ovación tras aviso. Al quinto le recetó medio espadazo bajo y otra media desprendida y tendida: pitos. Regaló un octavo toro al que pasaportó de dos pinchazos y una entera: silencio.

Luis David Adame, al tercero se lo quitó de enfrente mediante tres pinchazos: pitos.
Al sexto le mató de entera en buen sitio que no bastó y un certero golpe de corta: oreja.

Entrada: Unas doce mil personas.

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