Joselito Adame. Foto Tadeo Alcina

Gastón Ramírez Cuevas.– La primera de las dos corridas del septuagésimo tercer aniversario de la plaza más grande del mundo fue triunfal para Joselito Adame y frustrante para sus alternantes. Las cosas se dieron de la manera siguiente:

Para empezar, Diego Ventura no rejoneó a los toros de Montecristo como estaba anunciado en el cartel, sino que se sacó de la manga un par de bovinos de El Vergel. El que abrió plaza no estaba mal presentado para la parte “light” del festejo y además embestía con entusiasmo, calma e inocencia. Ventura le hizo monerías pero lo mató de manera vergonzosa y todo quedó en una ligera ovación.

Al quinto, un bicho anovillado y feo que huía hasta de su sombra, Ventura se lo escabechó de manera infamante, pues falló tanto con la hoja de peral como con la espada de cruceta.

En la parte seria del festejo, el mejor librado fue Joselito Adame, quien acabó saliendo a hombros después de cortar tres orejas.

Al primero de su lote, un cornúpeta muy débil pero de buen estilo, Adame lo toreó superiormente con la muleta. Especialmente buenos fueron los templadísimos naturales, en los que Joselito demostró que tiene un sitio y un oficio envidiables. A base de no dudar nunca y de ganarle siempre pasos al toro, el coleta de Aguascalientes se inventó una faena completísima y sorprendente, pues el de Montecristo no valía un pepino.

El colofón de la faena fueron unas manoletinas colosales, un pase de la firma con la zurda que valió el boleto, y una estocada impresionante, misma que le valió cortar no una sino dos orejas.

En el quinto, Joselito repitió la dosis ante un toro de bonita lámina pero aún más débil que sus hermanos. Vimos un vistoso quite por zapopinas, y ya con la muleta una faena en la que a base de conocimiento y voluntad, el mayor de los hermanos Adame se metió al público a la bolsa. Pisándole los terrenos al toro, aguantando y consintiendo, Joselito logró muy buenos pases por ambos perfiles.

El bajonazo final no obstó para que el enfervorecido cónclave pidiera la oreja con gran fuerza. Y mientras José Guadalupe Adame Montoya paseaba su tercer trofeo por el redondel, el respetable sabía quién había resultado vencedor en esta primera kilométrica corrida de aniversario.

“Calita” el segundo espada de a pie en el cartel, no pudo triunfar nuevamente en la gran plaza. Y mire usted que le tocó en suerte el mejor toro no sólo de esta tarde, sino de otras muchas. El tercer ungulado del festejo era feo, basto y sin cuello, pero embestía con una gran clase y tenía alegría y recorrido.

Las tandas iniciales de derechazos fueron muy jaleadas por el tendido, pues Javier Tapia le puso clase y temple al asunto, ligando los muletazos con gran sabor. Desgraciadamente, dio la impresión de que el toro le estaba quedando grande a “El Calita” quien hasta resultó cogido sin consecuencias por adelantar la suerte y dejar mucha luz en un pase de pecho.

Finalmente, lo que decepcionó a la gente fue que el joven mexiquense no quiso, no pudo o no supo torear al natural, y era obvio que el de Montecristo pasaba igual de bien por el pitón izquierdo que por el otro. No obstante, de haber logrado tumbar al toro a la primera, por lo menos hubiera cortado una oreja.

La oportunidad se desvaneció y ésta no volvería con el séptimo, un bicho que escasamente daba dos pasos sin caerse.

La porfía y el buen toreo por la derecha se volvieron a hacer presentes, pero el trasteo muleteril no levantó el vuelo jamás.

¿Y que pasó con el ídolo del Perú? Pues Roca Rey volvió a demostrar que está que no cree en nadie, pero necesita toros con fuerza y bravura para lucir al máximo. En el cuarto de la función, Andrés se arrimó como un león y alcanzó a lucir mucho a base de aguante y temple, pese a que el morito no tenía las más mínimas ganas de embestir.

Hubo naturales y derechazos impecables, en los que Roca Rey cargó todo el peso del cuerpo en la pierna que torea, algo que ya se ve muy de vez en vez. Las joselillinas finales fueron asombrosas y de un ajuste tremendo. Andrés pinchó al primer intento, cosa rarísima en él, y luego hizo rodar al toro como la proverbial pelota con una estocada brillante.

Todo quedaría en una oreja bien cortada a ese primero de su lote, pues el que cerró plaza fue el proverbial sofá de mal estilo, y ahí ni “El Tato”.

En resumen, hubo un toro exigente que no fue aprovechado cabalmente por “Calita”, y dos toreros, Adame y Roca Rey, que demostraron que, a veces, se puede triunfar sin que haya toros bravos en la plaza, algo totalmente absurdo pero muy común en estos tiempos que corren.

Lunes 4 de febrero del 2019. Decimocuarta corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: dos de El Vergel para rejones, uno bien presentado y otro no, uno con ganas de embestir y otro muy manso. Al primero le aplaudieron en el arrastre y al cuarto le pitaron. Seis de Montecristo: bien presentados en general y de juego desigual. Salvo el tercero de la función, que fue bravo, noble y tuvo fuelle, los demás escasamente se sostenían en pie.

Toreros: Diego Ventura, quien mató fatal sus dos ejemplares. Palmas en el que abrió plaza y división de opiniones en el cuarto.

Joselito Adame, al segundo de la tarde le pegó una estocada fulminante: dos orejas y palmas al toro. Al quinto lo despachó de un bajonazo: oreja.

Ernesto Javier Tapia “Calita”, al tercero le atizó una entera traserilla y desprendida, más cinco golpes de corta: al tercio tras aviso. Al séptimo lo pasaportó mediante un pinchazo y una entera caída: leves palmas.

Andrés Roca Rey, al cuarto lo pinchó en una ocasión y luego le asestó una entera que hizo rodar al toro patas arriba en segundos: oreja. Al que cerró plaza le mató de entera defectuosa y un golpe de verduguillo: silencio.

Entrada: unas veintiocho mil personas.

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