Carlos Crivell.- Pasan los días de la Semana Santa y se habla de aforamiento y seguridad. Se le están colocando vallas al campo de la Semana Santa, algo que ha conseguido la insólita queja de la Hermandad de la Amargura, que ha emitido un comunicado que finaliza con esta frase: “El aforamiento desmedido que vació calles como Francos, Alcázares o Santa Ángela de la Cruz a nuestro paso, supone una merma en nuestro testimonio público de fe”. Los días de los gozos en la calle, las fechas en los que los sevillanos – y todos los que visitan la ciudad – deben sentir que están en la gloria, ahora son días de prohibiciones. Como imagen nueva, las aceras se han llenado de miles de sillitas de chinos y de hamacas de playa, en lo supone un grado más de la invasión del espacio público que tiene como consecuencia la imposibilidad para moverse por las calles. Así están las cosas en Sevilla y todo bajo un calor de verano insufrible.

El Miércoles Santo tiene epicentros notables. La salida de la Hermandad de la Sed en el barrio de Nervión es siempre un motivo para la nostalgia de los que pasamos ya de los cincuenta. En los años setenta del pasado siglo la Hermandad salía el Viernes de Dolores en una estación recortada por el barrio con una parada que era punto de encuentro de los cofrades: el hospital de San Juan de Dios. Desde 1979 la cofradía llega a la Catedral en una larga y sufrida penitencia, realizada con fervor y ejemplaridad. La cita con el hospital no deja de ser emotiva. El Cristo de la Sed de Álvarez Duarte tiene la piel oscura del paso del tiempo, pero sigue pidiendo agua a su paso; agua que encuentra en los ojos azules, inmensos y profundos, de la Virgen de Consolación.

Pero si hay que algo marca esta jornada es la salida de las dos hermandades toreras de Sevilla: San Bernardo y El Baratillo. Si una es la de los espadas míticos del barrio, la del Arenal no se queda atrás por su nómina de toreros y su cercanía al coso maestrante. Los nazarenos del Baratillo forman sus filas sobre el albero de la plaza y salen con albero pegado a sus suelas.

La cercanía del Matadero de Sevilla a la Hermandad de San Bernardo fue el motivo de que muchos toreros fueran hermanos de la cofradía, como Costillares y Cúchares, que murió siendo Hermano Mayor y está enterrado bajo el altar del Santísimo Cristo de la Salud. También, en el siglo XIX, el legendario Antonio Sánchez ‘El Tato’ fue Hermano Mayor de la hermandad. Además, en su nómina figuraron Pepete, Manuel y Pepe Bienvenida, Diego Puerta y la saga de los Vázquez.  Pepe Luis salió de nazareno muchos años. Manolo fue Hermano Mayor y le regaló a la Virgen del Refugio el traje de su alternativa con el que se le confeccionó una saya de color blanco que volvió a lucir en la tarde del Miércoles Santo en su salida procesional.

El Baratillo estrenó en 2002 un llamador labrado por Marmolejo en el que dos ángeles  sujetan un capote de paseo que tiene grabado en su centro la insignia de la Hermandad. El ángel de la derecha lleva colocada una montera. Al Baratillo perteneció Pepe Hillo, quien donó el 17 de abril de 1774 la imagen del Patriarca Bendito Señor San José, que se venera en la capilla y es titular de esta Hermandad.  El Baratillo y la Maestranza están hermanados desde 1992 de forma oficial. De ahí que uno de los guiones que salen en el cortejo corresponda a la Real Maestranza.

Quienes pisan por primera vez el albero de la plaza son los nazarenos del Baratillo, la de los ángeles toreros. En las vidrieras de la capilla no se pierde ningún detalle el ángel Pedrito, que sigue allí y comprueba la entereza de sus padres, ambos fieles a la Hermandad de la Misericordia, la Piedad y la Caridad. Me decía un torero en activo vestido de nazareno que este año hay otro angelito en el ruedo celestial, el niño Adrián de Valencia, que ahora torea a gusto con los grandes maestros.

Por la noche, cuando el cortejo volvía a la capilla, junto a las murallas del Alcázar se vivió de nuevo el que es uno de los grandes momentos de la Semana Santa. El palio de la Caridad reviró a los sones de La Madrugá, la sinfonía de Abel Moreno, en una vuelta interminable, mientras la banda del Carmen de Salteras sonaba de forma sobrenatural. Sevilla en estos días es una suma de instantes que se repiten todos los años. Y que no nos falten nunca.

El Buen Fin pasa por la plaza de San Lorenzo con sus nazarenos de hábitos franciscanos. Pasa por delante de la basílica del Gran Poder y los pasos saludan al Señor de Sevilla. Por la calle Trajano pasó el misterio impresionante de la Lanzada, con Longinos con el arma dispuesta. Ese paso sigue causando un fuerte impacto cuando avanza por las calles. El manto de la Virgen del Buen Fin era una cesión generosa de San Esteban, porque el de la cofradía ha sufrido desperfectos en el taller de reparaciones.

El Miércoles Santo es un día de crucificados, como el del Cristo de Burgos, que salió con cierta polémica por el cambio de ubicación de los puestos ambulantes. La Hermandad emitió un comunicado con cierta dureza. Parece que este año se impone la comunicación y la contrariedad en muchas corporaciones. La tarde había comenzado en la calle Feria con la salida del Carmen Doloroso y tuvo su epílogo feliz en el discurrir de las Siete Palabras y los Panaderos. El misterio del Prendimiento de la Hermandad panadera volvió a mecerse como una pluma por las calles de Sevilla.

Miércoles de gozo con ese detalle de las dos cofradías toreras en las calles. En el cielo se montó un festival de matadores y los angelitos estuvieron en todo momento al quite.

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