Algo parecido a una corrida de toros fue lo sucedido en la 11ª de la Feria de Málaga. Retales de toros y tres toreros que lo intentaron sin posibilidades.
Juan Pedro Domecq y Parladé / Rivera Ordóñez, El Fandi y Manzanares
Ganadería: dos toros de Juan Pedro Domecq, primero y segundo; dos de Parladé, tercero y cuarto; uno de Yerbabuena, quinto y uno, sexto bis, de Julio de la Puerta. Excepto el de Yerbabueba y el sobrero de De la Puerta, todos muy mal presentados y de pobre juego por falta de raza, fuerzas y clase. El de Yerbabuena, manso. El De la Puerta, manso y deslucido.
Rivera Ordóñez: estocada y descabello (silencio) y pinchzo y estocada trasera (saludos tras aviso).
El Fandi: bajonazo atravesado (saludos) y pinchazo, estocada trasera y descabello (saludos).
José María Manzanares: estocada caída (una oreja) y estocada caída y atravesada (palmas).
Plaza de Málaga, 21 de agosto de 2008. No hay billetes. Manzanares recibió el Capote de Paseo por su actuación en la Feria de 2007.
Carlos Crivell.- Málaga
Cualquier parecido con una corrida de toros fue pura casualidad. El nivel de la Feria de Málaga descendió ayer a los infiernos por un cúmulo de incompetencias encadenadas, comenzado por la autoridad, que tras reconocer dieciséis toros, permitió la lidia de becerros sin el suficiente trapío para plazas de primera. La claudicación del palco, incompetente para defender los intereses de los aficionados, fue responsable de un espectáculo pobre y deslucido, que supone ya el definitivo toque de atención para una empresa que no puede consentir esto por más tiempo. No vale llenar la plaza en una corrida televisada, porque eso supone tener muy poca vista. Una empresa taurina debe sembrar calidad su cometido, lo que se consigue con la presentación de buenas corridas, aunque haya que pagarlas al precio que tengan estipuladas en el mercado.
Fue un espectáculo mediocre, mejor, paupérrimo, que desilusionó al público asistente, muy populista, con ganas de ver cosas, las que fueran, y que salieron desencantadas por algo que parecía una corrida de toros, pero que fue la suelta de unos toros comprados en un mercadillo de pueblo. Un ataque frontal a la Fiesta que confirma que los verdaderos enemigos los tiene dentro. No todo consiste en ganar dinero, hay que sembrar para el mañana.
Fue una corrida de retales de cuatro hierros distintos, algunos de ellos, como primero y tercero, más propios de una novillada, que por añadidura dieron un pésimo juego, sobre todo porque fueron descasatdos y blandos. La bondad de algunos, tales como el tercero o el cuarto, no vale para justificar lo que se debe exigir a un toro en una plaza de primera categoría. Salió uno de Yerbabuena, el quinto, mejor presentado y fue manso. Y el sobrero de Julio de la Puerta, manso y violento.
En este desierto torero, los toreros cumplieron como pudieron dentro de sus propias cualidades toreras. Francisco Rivera lo intentó con más entrega en el cuarto; El Fandi puso su reconocida entrega y dejó dos tercios de banderillas que mejoraron su habitual estilo, mientras que Manzanares cortó una oreja de escaso relieve con un torillo flojo y descastado sin llegar nunca a su nivel artístico reconocido.
Rivera Ordóñez lidió uno de Juan Pedro y otro de Parladé. El primero, soso y sin vida. No hay nada que anotar en cuanto a la actuación del espada, salvo un tercio de banderillas resuelto con facilidad. El cuarto, flojo, le permitió una faena porfiona sobre la derecha con algunas tandas más conseguidas, aunque no alcanzó el nivel necesario. Se lució en los lances de salida y poco más pudo hacer con semejantes astados.
El Fandi se enfrentó a uno de Juan Pedro y otro de Yerbabuena. Al primero lo recibió con una larga en el tercio, le puso tres pares de banderillas de poder superlativo y se encontró con un toro sin recorrido, apagado y casi muerto antes de la suerte suprema. El de Yerbabuena fue un toro manso. colocó cuatro pares de banderilllas, el último algo así como el dos en uno, primero al violín y luego de poder a poder. El toro fue un manso rajado y no pudo darle ni un pase, aunque ahora parecía que tampoco tenía ningún recurso para lograrlo.
Manzanares cortó la oreja de la tarde. Fue más bien una orejita impropia de una plaza de primera. Lo primero que debe exigirse para lograr trofeos es que haya un toro delante, algo que no había en este caso. La faena fue un conjunto de muletazos sobre la derecha de más forma que fondo, sin gran compromiso, muy al hilo del pitón, y casi sin ningún muletazo sobre la izquierda. La oreja, dicho queda, fue de feriantes.
Todo acabó con la devolución del sexto, toro de Juan Pedro que estaba cojo y aprobado (increíble). Salió uno de Julio de la Puerta, manso, que no le permitió ninguna floritura. Así acabó este escarnio que algunos llaman corrida de toros.