El rejoneador Diego Ventura fue el triunfador de la corrida celebrada en Málaga. Cortó dos orejas tras una exhibición con Nazarí y distinto en el quinto de la tarde.

Plaza de Málaga, 15 de agosto de 2010. 3ª de Feria. Tres cuartos de entrada. Seis toros de Benítez Cubero, despuntados para rejones, desiguales de presencia, bajos de raza y de juego desigual. Mejores, cuarto y quinto.

Rui Fernández, saludos y una oreja.
Diego Ventura, saludos y dos orejas.
Leonardo Hernández, silencio y saludos

Carlos Crivell.- Málaga

La corrida de rejones transcurrió sin novedades en los tres primeros astados de la tarde. La corrida de Cubero no tenía celo en las embestidas y los caballeros no salían de la rutina de siempre.
Salieron toros de escaso juego y presentación extraña. El que abrió plaza tenía aspecto de bisonte en sus más de seiscientos cincuenta kilos. Sólo a partir de cuarto, la tarde se vino arriba. Se entonó Rui Fernández y armó un alboroto Diego Ventura.

Quedan pocas dudas sobre el momento excepcional que ha logrado Diego Ventura en su meteórica carrera. Aquel rejoneador excéntrico de otros tiempos, más preocupado por los alardes que por torear a caballo, ha transformado su estilo y es capaz de conjuntar el toreo eterno con una espectacularidad necesaria en el rejoneo del siglo XXI.

No tuvo mucha suerte con su primer Cubero, manso y parado, que le impidió lucir a uno de los mejores caballos de nuestros días, Revuelo, el único equino que domina todos los resortes. Su mayor habilidad es correr a dos pistas, pero el toro no se lo permitió. Así pues, Ventura hizo una labor esforzada que mejoró con Ginés y sus cites con balanceos. Tampoco anduvo certero con el rejón definitivo.

Todo fue diferente en el quinto. Fue mejor toro, con más celo a la hora de seguir a las cabalgaduras. Ventura sacó a Nazarí que estuvo inspirado en la lidia a dos pistas en un momento emocionante por la codicia del Cubero y el valor y aguante de caballero y caballo.

Así las cosas, la plaza se vino arriba cuando salió Distinto para citar en corto y quebrar en una loseta. Sencillamente impresionante. Acabó con las cortas sobre Califa y remató en dos tiempos con el rejón de muerte. Dos orejas fueron el premio a una labor llena de torería y emoción.

La faena de Leonardo Hernández al tercero fue muy meritoria, sobre todo en un tercio de banderillas vibrante a lomos de Verdi y Quieto. No fue un toro bravo ni colaborador. Leonardo, perfecto jinete en al monta, sacó un partido insospechado de un toro poco propicio. Sólo su desafortunado final con el rejón de muerte le puso sordina a su labor, aunque se hubiera esperado un premio más llamativo que el silencio con el que fue obsequiado.

Su tarde siguió por los mimos derroteros en el sexto, toro que, al estar más aliviado de kilos, se movió más que sus hermanos, como había sucedido con el cuarto y el quinto. De nuevo lució espléndida monta, clavó banderillas con acierto y alcanzó su mayor intensidad en las cortas al violín sobre Charope. De nuevo estuvo poco acertado con el rejón final y de nuevo su premio quedó minimizado.

El lusitano Rui Fernandes anduvo destemplado con el primero de la tarde, que movió más de lo previsto su enorme anatomía. Ni acertó en la ejecución de las suertes ni en la colocación de los mismos. Mejoró en el cuarto, un toro mejor condición, con el que se lució con Ribatejo, con el que se dejó llegar más al toro y las suertes ganaron alguna emoción. En conjunto, muy mediocre la tarde de Fernandes.

A pesar de las tres orejas, la tarde no alcanzó el clima que deben tener estos festejos. Y es que, ahora mismo, la emoción del rejoneo necesita de la confrontación de Ventura con Hermoso de Mendoza. Todo lo demás son ganas de dar festejos. Málaga es una feria de primera y debería contar con un cartel en competencia con los dos mejores del toreo a caballo.