Nadie se aburrió con la de Victorino en la 3ª de Málaga sin que la corrida fuera lo mejor que puede esperarse de esta divisa, pero hubo dos buenos, uno noble, dos mediocres y otro difícil. De todo un poco pero con emoción, que además llegó por la entrega de un Ferrera con una cornada fresca y Castaño desigual y una cuadrilla de película.

Plaza de Málaga, 3ª de Feria. Media plaza. Seis toros de Victorino Martín, bien presentados y de juego variado. Muy noble el primero; excelente para la muleta el cuarto. El segundo, sin clase. Tercero, complicado. El quinto, bueno en la muleta. El sexto, cortito de viaje y flojo. Saludaron los banderilleros David Adalid y Fernando Sánchez. Perfecta lidia de José María Soler al cuarto.
Antonio Ferrera, rioja y oro, estocada baja (una oreja). En el tercero, pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, media atravesada (una oreja).
Javier Castaño, gris perla y oro, dos pinchazos y seis descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada tendida y dos descabellos (vuelta tras aviso). En el sexto, tres pinchazos y descabello (silencio).

Carlos Crivell.- Málaga

No fue una gran corrida de Victorino, pero hubo muchas cosas buenas en la segunda tarde del desafío. Por supuesto, ni punto de comparación con la de Fuente Ymbro. Fue todo muy distinto. No hubo ningún toro bravo en el caballo, pero fue muy torero que el festejo estuviera presidido por la intención de lucir al toro, algo que no siempre se consiguió por la propia condición de las reses. Fue una corrida que el aficionado paladeó, y aunque no fue lo podía haber sido, sobre el ruedo quedaron muchos retazos de torería buena y otras detalles de menos calado.

Antonio Ferrera toreó con los puntos de una cornada reciente. Esto solo lo hace un torero. En algún momento se le notó la merma física, pero fue poco cosa. Mi sombrerazo para el de Ibiza, extremeño de facto.

El que abrió plaza fue muy noble y embistió de dulce a media altura. El toro le permitió estar sereno, torero y tranquilo. Su faena fue limpia por ambos pitones, mejor por naturales muy templados. Es como si el de Victorino entendiera que a un torero herido no había que ponerle trabas. Lástima que la espada cayera baja, motivo por el que la oreja es discutible en una plaza de primera.

El segundo de su lote se tapó en el caballo y fue el típico tobillero de Victorino. Se revolvía sobre sus manos de forma que era imposible torearlo con templanza y mando. Lo macheteó por bajo y lo mató.

En el quinto se vivió un gran espectáculo. El toro no fue bravo en el caballo. Antonio Ferrera invitó a David Adalid y Fernando Sánchez, de la cuadrilla de Castaño, en el tercio de banderillas. Adalid cuajó su par; Sánchez fue cogido y se libró de puro milagro. Cerró Ferrera al quiebro. Sánchez, ya repuesto, en un alarde de inmensa torería salió a quitar al toro y a punto estuvo de ser cogido, algo que no ocurrió por la propia presencia oportuna de Ferrera. Todo un espectáculo de hombría.
El toro fue bueno por los dos pitones, con una embestida a ritmo lento, con el que Ferrera estuvo muy bien. Sobre el ruedo malagueño apareció este torero renovado, poderoso, seguro y no exento de calidad. La faena mantuvo un buen tono siempre. Ahora la espada que quitó más premio.

Antes, en el cuarto, la plaza volvió a vivir la emoción de un toro embistiendo mucho. Javier Castaño, que había estado cumplidor simplemente con el primero de su lote, toro de poca clase con el que el torero no se metió de verdad, se superó en este buen Victorino. Su cuadrilla rayó a una gran altura. José María Soler lidió de manera excepcional. Adalid volvió a saludar -ya lo había hecho con Sánchez en el segundo-, y el toro fue de gran fijeza, mejor por el lado izquierdo y menos entregado por el derecho, pero que fue toreado de manera limpia y templada con la izquierda por Castaño. Fue una faena intensa, creciente, con dos tantas de naturales finales muy emotivas. Algunos pidieron un indulto improcedente, porque no fue completo. No se entiende cómo se puede pedir el indulto de un toro bueno, pero no de bandera. Castaño marró con la espada. En la locura de unos que aún pedían el indulto, otros que incluso querían la oreja para el torero, ni se pidió la vuelta para un toro tan bueno. Castaño y su cuadrilla habían dado un curso de toreo bueno, de lidia adecuada y con el acento de la emoción.

Tiene mérito que Javier Castaño sacrifique parte de su lucimiento en pro de su cuadrilla. A caballo, tanto Tito como Alberto Sandoval, sin toros para lucirse, pusieron la nota de buenos caballeros toreros. Menos brillante es que para incitar al toro Castaño se colocara detrás del picador y le tirara la montera. Hombre, si el toro es bravo debe ir sin provocaciones. Lo de Adalid y Sánchez ya es conocido. La música, en un gran detalle, amenizó el último tercio de banderillas de los subalternos. Y aún faltaba por presenciar un quite porvidencial de Soler. Saludaron todos. Emoción absoluta. Con el público ya entregado, dispuesto a jalearlo todo, Castaño muelteó a uno que recortó su viaje y que besó el albero por la brusquedad de los tirones del matador. Ni el de Victorino, a quien brindó, ni Castaño lograron entenderse. Por encima de todo, la corrida fue un cúmulo de buenas emociones con dos toros muy buenos. Ferrera, heroico toda la tarde. Castaño, bien en el bueno y muy discreto con los otros. Pero no se aburrió nadie.

A %d blogueros les gusta esto: