Víctor Puerto resultó cogido en el primero de la tarde y sufrió una cornada grave. Fue lo más destacado de la cuarta de la Feria en Málaga, donde Amaya y Morenito de Aranda no pasaron de discretos

Pereda / Víctor Puerto, Alejandro Amaya y Morenito de Aranda

Plaza de Málaga, 4ª de Feria. Media plaza. Tres toros de José Luis Pereda y tres de La Dehesilla, lidiados en primero, curto y quinto lugares. Bien presentados, mansos y descastados. El mejor, el primero. Saludó Raúl Cervantes en banderillas y estuvo bien Joselito Rus en la brega.
Víctor Puerto, azul rey y oro, dos pinchazos y descabello (vuelta al ruedo tras aviso). Fue cogido y pasó a la enfermería. Fue asistido de dos heridas en el muslo derecho, una de seis centímetros y otra de quince que afectan a tejido celular y aponeurosis, de pronóstico grave.
Alejandro Amaya, verde manzana y oro con remates negros, estocada muy baja y trasera y cinco descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, estocada trasera caída (silencio). En el sexto, pinchazo, estocada trasera y baja, pinchazo y descabello (silencio).
Morenito de Aranda, carmesí y azabache, estocada delantera caída y siete descabellos (silencio tras aviso). En el quinto, estocada tendida y caída (silencio).

Carlos Crivell.- Málaga

La corrida nació y murió en el toro que abrió plaza. De la mansada que mandó Pereda a Málaga, mansos hasta decir basta, el primero fue el toro que más se dejó en la muleta. Es cierto que cayó en mayos de Víctor Puerto, un matador de largo recorrido y con ese aroma de los toreros de dinastía. Víctor sólo pudo matar a ese toro porque pasó a la enfermería con una cornada en el muslo derecho.

Antes de resultar herido, Víctor Puerto toreó muy bien con el capote, ya a la verónica clásica, ya en las chicuelinas del quite, airosas y de corte sevillano.

La sapiencia de Puerto se puso de manifiesto en la forma de bajar la mano en una tanda inicial con la derecha. El de Pereda, manso, renunció a irse a las tablas porque le gustaba el trato que le daba el torero manchego. Y surgieron algunas tandas con la izquierda de buen corte, tal vez sin mucha intensidad, pero preñadas de buen sabor torero.

Víctor se equivocó en el planteamiento. No parecía lo más lógico que, después de realizar el toreo ortodoxo, se echara de rodilla para dar derechazos. Y menos que diera estatuarios como colofón, cuando son muletazos para abrir los trasteos. Se confió Puerto en los pases a pies juntos por alto. Al tercero, quizás porque no lo tocó, el animal lo arrolló de forma violenta y se cebó con su anatomía en el suelo. Le había corneado en el muslo derecho y le había dado una paliza en el suelo. Mareado y dolorido, Víctor marró con la espada y perdió algún trofeo. Con el gesto dolorido y arrastrando la pierna derecha dio la vuelta al ruedo.

Después llegó el número del callejón. Se resistió a pasar a la enfermería, se sentó, le echaron aire con la toalla, hasta que ya se marchó a las manos de los médicos. Sabía Puerto que si pasaba a la enfermería ya no saldría. Camino de la mesa de quirófano, el torero se desmayó. Debió irse en cuanto acabó la vuelta al ruedo.

Fue el principio y final de la corrida. Pereda soltó una hermosa mansada. Fue una corrida hermosa por las hechuras. Otro ejemplo de corrida para esta plaza, perfecta de cuajo y arboladura. Como ejemplo de toro hermoso, el sexto. Se ha perdido la sensibilidad en las plazas de toros. En otro tiempo ese toro hubiera despertado una ovación al saltar al ruedo. El público permaneció callado. La fiesta está como la sociedad: falta de educación.

Pero fueron toros con fachada y nada más. Por dentro no tenían más que casta mansa, fueron muy amigos de las tablas y apenas tenían calidad. El único que se dejó algo fue el citado primero, que tropezó con el torero que podía sacarle algo, Víctor Puerto, y que si fue causante del estropicio de la cornada no fue por su culpa.

Con este género naufragaron Alejandro Amaya y Morenito de Aranda. El mexicano mató tres toros y en todos dejó entrever una desgana notable. Ninguno de los de Pereda que mató le ayudó nada, todos se fueron con descaro a las tablas, pero ello no puede ser una excusa para que mostrara una imagen tan desangelada. Tampoco se mostró como un matador experto y menos aún fue habilidoso con el descabello.

El sexto, que debía matar el herido Puerto, se dejó algo más y le pudo dar algún derechazo aislado en una labor sin unidad ni concierto. Bueno, concierto el de la banda que de nuevo tocó sin motivo justificado. Ahora podía tener gracia en una tarde tan desafortunada. Con la espada certificó y firmó su lamentable paso por La Malagueta.

Morenito de Aranda también pasó casi desapercibido. El que mató en tercer lugar, primero de su lote, se rajó después de la primera tanda. A partir de ahí, nada. Luego vino un mitin con el descabello.

Mató su segundo toro en quinto lugar. Fue manso y flojo. No hubo ni faena ni nada. Morenito sólo dejó su huella torera en algunos lances en el saludo de sus toros. Es evidente que sabe torear, pero también es frío en sus formas.

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