Antonio Ferrera se enfrentó al único toro bravo de la mansada de Victoriano del Río y la emoción se apoderó de La Malagueta en la 6ª de la Feria de Málaga. El Juli, desigual y muy mala imagen de Manzanares.

Plaza de Málaga, 6ª de Feria. Casi lleno. Cuatro de Toros de Cortés y dos, tercero y sexto, de Victoriano del Río, cinqueños todos menos el quinto, bien presentados excepto el tercero, mansos y de condición variada. Bravo, encastado y noble, el excelente cuarto, de nombre Celoso. Casi todos rajados al final. El sexto, manso y con genio. Saludó en banderillas Juan José Trujillo.
Antonio Ferrera, negro y oro, estocada baja (saludos). En el cuarto, estocada (una oreja).
El Juli, nazareno y oro, pinchazo y cinco descabellos (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada caída y atravesada (silencio).
José María Manzanares, pizarra y oro, pinchazo y estocada (silencio). En el sexto, tres pinchazos, estocada atravesada y ocho descabellos (silencio tras dos avisos).

Carlos Crivell.- Málaga

La corrida de Victoriano, o Toros de Cortés, era un saldo. Todos menos uno, cinqueños. De hechuras variadas, casi todos fueron mansos. Ese tipo de manso que tanto gusta a la torería andante porque no molesta y se deja torear. Todo ello hasta cierto punto, porque hay toreros, figuras ellos, que cuando la res se marcha a tablas, ellos se van por la espada. Para el aficionado, nada relevante.

Entre tanto manso, salió el cuarto, también con cinco años, bien hecho, y se arrancó dos veces al caballo de largo y empujó con fijeza en dos varas. El toro proclamó su raza encastada con movilidad deslumbrante. El picador Grillo se lució entre la indiferencia popular.

El tercio de banderillas de Antonio Ferrera fue de época. Para que una plaza vibre con la emoción del toreo es preciso que se encuentren un toro y un torero. La conjunción astral lo permitió en La Malagueta con el toro Celoso y Antonio Ferrera. El tercio de banderillas fue una locura. Al ímpetu bravo del animal se opuso la entrega, la fantasía y la fuerza de un torero que puso la plaza boca abajo en tres pares. No se admite el aparato de medir para discernir si reunió los palos en su sitio, si la reunión fue de poder a poder, no, lo que pasó es que a la fuerza de un toro encastado le respondió un torero con agallas y coraje.

La faena fue vibrante. Ferrera estuvo bien, tal vez debó lucir más a su oponente, que embistió mucho en una faena de más dereclazos que naturales, en los que al final acortó las distancias y ello no fue una buena medicina para tanta bravura. Pero todo fue intenso, vivido con gran emoción. Y todo ello como consecuencia de que sobre el ruedo había un toro de verdad.

Lo mató de una estocada y se ganó una oreja de ley. Por desgracia, el toro fue arrastrado con pocas palmas. Debe ser la falta de costumbre de presenciar la lidia de un toro con casta brava.

Ferrera mató en primer lugar una mole que se quedó corta y tiró gañafones por los dos pitones. Anduvo por allí y se lo quitó de encima.

El Juli estuvo bien con el primero de su lote. Fue un manso más de la corrida al que enceló con prodigiosa técnica, lo aguantó y le ligó tandas casi inesperadas. Fue un torero que supo conjuntar su poder con una estética más adecuada. Apenas se retorció, casi no abrió el compás y sus hechuras se acercaron a las de un torero de clase. A ese toro no lo mató, como ya le ocurrió con el quinto, con el que no pudo hacer nada. Se llamaba también Celoso, era el único cuatreño de la suelta, pero fue un manso de libro. El Juli lo mató, mal, y a otra cosa.

La imagen de José María Manzanares en el tercero fue preocupante. De acuerdo en que era un toro manso que buscó las tablas, pero estamos hablando de una figura del toreo. Hasta tres desarmes en una faena de intentos sin una especial motivación. Como si la muñeca del alicantino fuera de trapo. Hasta con la espada se mostró muy desigual.

Nada cambió en el sexto. El toro se movió de forma desordenada, como ocurre ahora con tanto manejo de campo. Aguantó en dos tandas las oleadas del animal que se revolvía con saña dentro de su mansedumbre. Un manso con genio. Para jugarse el tipo. No era el caso. El toreo de Manzanares no puso ser ni relajado ni limpio. Hubo naturales sueltos de buen trazo, pero el manso había dictado su ley y su sitio: las tablas. Allí lo mató después de pasar un mal rato. Dos avisos y a punto de irse vivo a los corrales. Mala imagen del alicantino. Con los toros difíciles también tienen que justificarse las figuras.

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