José Tomás subió a los cielos de La Malagueta tras cortar tres orejas y dejar una dimensión de torero único y diferente. Bolívar fue herido y Manolo Sánchez contó una oreja sin historia.

Seis toros de El Pilar, desiguales de presencia, algunos se tapaban por los pitones, y de juego desigual, aunque en conjunto con poca clase. Muy peligroso por el izquierdo el tercero; mansos casi todos en el caballo. Muy noble y con más calidad, el quinto

Manolo Sánchez: pinchazo hondo y estocada (saludos tras aviso), cinco pinchazos, media y bajonazo en el que mató por Bolívar (aviso) y estocada muy tendida y descabello (una oreja tras aviso).
José Tomás: pinchazo, tendida y atravesada (una oreja tras aviso), estocada tendida (dos orejas) y dos pinchazos y estocada (saludos).
Luis Bolívar: cogido en el tercero (saludos de la cuadrilla).

Plaza de Málaga, 7ª de Feria. No hay billetes. Saludó en el tercero y el sexto el banderillero Domingo Navarro, inmenso toda la tarde, en compañía de José Chacón y Pedro Calvo. El banderillero Gustavo García El Jeringa fue asistido de una cornada en el escroto con evisceración de testículo. Luis Bolívar fue operado de una cornada en el gemelo de la pierna derecha, de pronóstico grave.

Carlos Crivell.- Málaga

Puede no ser correcto comenzar estas líneas hablando de la inmensidad de José Tomás en esta actuación en La Malagueta, cuando al mismo tiempo dos toreros, Luis Bolívar y El Jeringa, estaban en la enfermería con las carnes abiertas. Quizás no sea correcto, pero cuando un torero se muestra tan pletórico, dominador, valiente y artista como José Tomás, no queda más remedio que proclamar que estamos ante un Dios terrenal del toreo, un ser privilegiado para lidiar toros, dotado de una capacidad por su valor y buen arte ante el que nadie puede quedarse impasible. Mató tres toros por el percance desgraciado de Bolívar, llenó la plaza y salió en por su pie, no en hombros, entre los vítores de los aficionados. Respetó a los toreros heridos y no quiso salir a hombros. José Tomás ha reventado La Malagueta en la tarde de su cumpleaños con una actuación que pasa a los anales de esta plaza. Ayer subió a los cielos de esta plaza, si es que ya no estaba por allí.

Los toros de El Pilar fueron corralones y de pesos muy variados. Ninguno fue bravo, la mayoría embistieron con la cara alta y uno, el tercero, fue un asesino por el pitón izquierdo. Mandó a la enfermería a dos toreros, hito que es muy raro ver en las plazas de toros en los tiempos que corren. Al menos, el quinto, segundo de Sánchez, fue bueno y salvó a la divisa.

Pero este festejo tuvo un protagonista: José Tomás. El primero de su lote tenía muy poca clase, algo de nobleza y un viaje no muy largo. Lo recibió con muy buenas verónicas ganando terreno y quitó por delantales. La faena fue un prodigio de buena técnica, La base fue el valor, pero además puso su personalidad en tandas con la derecha, rematadas con trincherillas bellas o con los de pecho. Conforme avanzó su labor, el toro parecía mejor. Culminó con un cambio de manos y el de pecho ligados, sencillamente enormes. Remató con manoletinas escalofriantes por lo cerca que se pasó los pitones. Aunque no mató bien, oreja con toda justicia.

Lo que pasó en el cuarto fue un prodigio. El toro pasó los dos primeros tercios deambulando sin fijeza por la plaza. Se coló de mala manera por el lado izquierdo a los banderilleros. Entre los aficionados había cierta preocupación. En el tercero, uno parecido había metido a dos toreros en la enfermería. Pero Tomás no es un torero al uso. Sin dudarle, siempre sereno y seguro, fue metiendo al toro en la faena con pulso firme, temple infinito y gesto solemne. Se sucedieron los muletazos perfectos, largos, cada vez mejores; el toro parecía feliz porque le embestía a la muleta de un genio humano. Y así fue toda la faena, incluso cuando el animalito se rajó y se fue a las tablas. Con tres muletazos lo sacó y acabó con ayudados por alto. El toro, que parecía malo, se había transformado por obra y gracia de José Tomás. Dos orejas con una estocada tendida, pero dos orejas para premiar algo único.

Mató el sexto por el herido Luis Bolívar. Se explayó con el capote ya en los lances rodilla en tierra del saludo, ya en un quite por verónicas memorable pro la lentitud y el ritmo de cada lance. No fue bueno al final porque blandeó y se quedó corto. No le importó al torero que con las plantas quietas fue ligando los pases, todo ello con un toro que ayudó nada. Fue difícil ligar, pero se sacó de la chistera pases valientes, hasta uno por la espalda improvisado ya con el animal muy apagado. Marró en dos pinchazos y aún la tarde tenía otra emoción cuando quedó prendido en al tercera entrada. Fue un milagro porque salió indemne.

Lo que pasó en el tercero fue dramático. El toro colorao de El Pilar, puede que reparado de la vista, se iba directamente al cuerpo de los toreros. Lo avisó siempre y enganchó al banderillero El Jeringa durante la lidia. Luis Bolívar estuvo valiente en varias tandas meritorias con la derecha bajando la mano para someter al astado. No tenía necesidad de enseñar lo malo que era por el izquierdo, pero tuvo vergüenza torera y lo pagó caro con una cornada aparatosa en el gemelo de la pierna derecha. Mala suerte la del colombiano.

Por delante, Manolo Sánchez, el más afortunado en el sorteo. El primero, flojo y noble, le permitió torear con buen gusto por el lado derecho. Sin embargo, la buena calidad de los pases no tuvo mucha continuidad. Mató como pudo al causante del estropicio y se enfrentó al toro más claro de la tarde, el cuarto, que fue lidiado como quinto al correr el turno los espadas.

Fue un toro muy voluminoso y de extrema bondad. El de Valladolid, que torea muy bien, pudo estirarse en tandas muy templadas y de mucho sabor. Sánchez estuvo entre entregado, se arrimó al final para mostrar su disposición. No mató bien, pero la gente es buena y le regaló una oreja.

La tarde tuvo un solo nombre, José Tomás, que llenó la plaza con su presencia, a pesar del drama de presenciar dos cornadas. Es la gloria y la tragedia de la Fiesta.
 

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