Bueyes de Capea en un mano a mano frustrado entre Castella y Perera en la 8ª de la Feria de Málaga. Mucha voluntad y algún pique en quites pero al final nada de nada.

Capea y Flores Tassara / Rui Fernandes, Castella y Perera

Plaza de Málaga, 8ª de Feria. Tres cuartos largos de plaza. Un toro de Flores Tassara para rejones, tres de San Pelayo – 2º, 4º y 6º de lidia ordinaria -, dos de San Mateo -3º y 5ª – y uno de Carmen Lorenzo. Todos mal presentados, descastados, mansos y flojos. Se dejó más el tercero de San Mateo. Saludaron en banderillas José Chacón y Vicente Herrera.
Rui Fernandes, tres rejones de muerte (palmas).
Sebastián Castella, lila y oro, estocada caída (silencio); en le tercero, pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, pinchazo hondo atravesado, cinco descabellos (silencio tras aviso).
Miguel Ángel Perera, verde hoja y oro, pinchazo y estocada caída (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada corta (saludos). En el sexto, estocada caída y seis descabellos (silencio tras aviso).

Carlos Crivell.- Málaga

El invento de un rejoneador y un mano a mano deparó una corrida con escasos contenidos. El rejoneador cumplió sin estridencias y los diestros intentaron rivalizar entre ambos, pero llegó el ganado de Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea, y lo descompuso todo. Capea lidió reses de tres hierros diferentes, un tipo de ganado que es habitual en los festejos de rejones. Los toros salieron como para ser toreados a caballo. Más que toros parecían bueyes de carretas por su mansedumbre descarada y la falta de raza. Todos apretaron a tablas con descaro, algunos con un peligro más que evidente, lo que llegó a propiciar situaciones de extremo peligro, como la vivida en el quinto de lidia ordinaria por el banderillero Isaac Mesa, cogido contra las tablas y que salvó de milagro su integridad.

También fueron toros mal presentados. Es un dilema que se plantea y se planteará siempre. Por lo que se escucha será preciso quitar las categorías de las plazas. El detalle de que Málaga sea plaza de primera exige un toro de primera. En lo que me concierne me gusta que La Malagueta sea de primera, aunque hay muchos que añoran el toro de antaño, el llamado de toro que siempre se lidió en esta plaza. Cuando se les recuerda que el toro de ahora debe tener mejor presencia, más remate, más pitones, siguen queriendo el toro bonito de plazas de segunda. Mal asunto. La corrida de Capea estuvo mal presentada, algunos toros como el primero y el segundo eran novillotes chicos; otros eran astados pasados de kilos con poca cabeza. Sólo la mala una que desarrollaron hizo que la corrida mantuviera el interés. Hay que decir que Castella y Perera estuvieron muy valientes y por encima de los bueyes de Capea.

Salieron a rivalizar dentro de las posibilidades, como ocurrió en el segundo en el tercio de quites, cuando Castella quito por saltilleras y replicó Perera por gaoneras. Ambos se arrimaron de verdad dentro de su reconocido estilo torero.

Así, Castella mató al soso primero después de una faena simplemente voluntariosa. El toro era pequeño, flojo y manso. Allí no podía surgir la chispa de la emoción.

Algo más pudo lograr el francés del corrido como tercero, toro también flojo y mansito, que al menos le permitió torear con temple por el lado derecho para acabar metido con valor estoico entre los pitones.

Y tampoco tuvo mucha suerte con el tercero que mató, toro manso que atropelló a Isaac Mesa contra las tablas, y al que desengañó en el centro con valor y poder, aunque la propia condición del animal le impidió cuajar una faena de mayor lucimiento. Castella solventó su tarde con valor y buen oficio. No fue su mejor tarde con la espada, lastre que pudo restar algún premio a su balance final.

Perera también dejó muestras sobradas de que no venía de paseo. Tal vez no esperaba encontrarse con el género del Capea. El que mató en primer lugar era tan chico como descastado. Lo entendió bien, llegó a ligar algunas tandas con la derecha y con la izquierda con mucho temple y acabó metido entre los pitones con su característico arrimón.

No se podía esperar el extremeño la papeleta que le quedaba por solventan en el segundo de su lote, un toro manso, gazapón y que apretó siempre para las tablas. Acabó violento, tal vez porque se quedara sin picar, de forma que la faena se quedó en un alarde de valor y de buena técnica del torero para conseguir instrumentar algunos muletazos que parecían casi imposibles. Así las cosas, cuando parecía que podía rematar una labor más redonda, el de San Mateo se rajó y se fue a las tablas de forma ingrata.

El último cartucho de Perera fue el sexto, toro muy en el tipo del encaste Murube, cuesta abajo y con mucho cuello, con el que planteó una faena que comenzó con muchos enganchones por la derecha, siguió con pases de poca vibración en los que tocó al toro hacia fuera con mucha violencia. Con la izquierda surgieron naturales más largos aunque sin poder ligarlos. Se arrancó la banda y la plaza la mandó callar, aunque por menos han consentido pasables duplicados. Perera, como si la cosa no fuera con él siguió toreando por la zurda con buen estilo aunque sin enlazar los pases. Llegó el arrimón de siempre, que por cierto cada vez impacta menos a la masa. Donde ya no tiene excusas es con la espada. Anda mal el extremeño incluso con el descabello.

Abrió plaza el rejoneador Rui Fernandes en una labor que sólo pudo lucir sobre el caballo Único en banderillas. Marró con el rejón de muerte y saludó algunas palmas.

A todo esto, el sobresaliente Fernández Pineda se marchó con dos quites de peligro y sin que le dejaran dar un capotazo. Qúe ingratos.