Morante ganó el duelo de los artistas en su competencia en Málaga con Javier Conde, aunque la única oreja de la tarde, algo descafeinada, fue para El Juli. Morante dibujó lances y muletaxos bellísimos que no pudo culminar ante una mala corrida de Sorando. 

Román Sorando / Javier Conde, Morante y El Juli

Plaza de Málaga, 9ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Román Sorando, desiguales de presencia, primero y cuarto muy terciados, mansos y descastados, excepto el tercero, el mejor.
Javier Conde, verde y azabache, media estocada y nueve descabellos (bronca tras dos avisos). En el cuarto, media atravesada (algunos pitos).
Morante de la Puebla, azul marino y oro, pinchazo y media (saludos). En el quinto, pinchazo, media perpendicular y dos descabellos (saludos tras aviso).
El Juli, negro y oro, media estocada trasera (una oreja). En el sexto, estocada desprendida (silencio).

Carlos Crivell.- Málaga

Dos artistas y un profesional curtido formaban el cartel. Tal y como están las ganaderías, todas las ventajas eran para el tercero, en este caso El Juli. Los artistas eran Javier Conde y Morante, dos matadores que requieren su toro, aunque su situación es distinta. Javier Conde no puede ocultar su casi permanente desánimo en al cara de los toros, mientras que Morante es un artista con valor. La tarde prometía.

La corrida de Sorando fue una birria en conjunto. De nuevo se aprobaron reses de trapío insuficiente, como ha ocurrido en las corridas de mayor fuste. Se confirma que la autoridad no tiene ningún poder para exigir toros serios. Se hicieron los lotes con los pies. El de Javier Conde, primero y cuarto, no dieron la talla mínima. Si chico fue el primero, el cuarto fue aún más exiguo, y solo dos pitones más aparentes podían justificar que pasara el fielato. ¿Pero qué fielato hay en esta plaza? Luego fueron mansos en general, salvo el mejor tercero que tuvo fijeza y nobleza.

Fue una corrida de contrapunto de dos artistas. Javier Conde naufragó en sus dos toros y sus paisanos le chillaron saña. Morante, frente a dos astados poco propicios, se arrimó con un valor que no es habitual en toreros de su corte.

Javier Conde se una bronca en el primero y fue pitado en el cuarto. No ha sido su feria, es verdad, pero tampoco ha puesto sobre el albero unos gramos de entrega para contentar a los aficionados. Conde no es torero de términos medios, aunque de un tiempo a esta parte todo lo que ofrece está en lado más extremo de lo malo.
De lo que no hay ninguna duda es que Conde es un torero original. Se llevó la bronca de la Feria, que será difícil de superar. No es un premio para estar orgulloso, pero tampoco está al alcance de cualquiera. Las broncas se ganan a pulso. Conde se la ganó en el primero por su inhibición y su pavor a ponerse delante del toro, ya en la faena de muleta, ya con el descabello. Faltó poco para que se fuera vivo a los corrales.

Con el otro escuálido que sorteó, Javier Conde se animó con el capote en lances despegados y tropezó con un manso que buscaba siempre las tablas. Aparentó que quería, pero fue todo muy breve. El animal se fue a su sitio natural y Conde despidió su feria con pitos.

El otro artista saludó dos ovaciones. La gente estuvo cariñosa con Morante. El de La Puebla anduvo con ganas, pero los ramalazos de arte surgieron con cuentagotas. Morante mostró su lado más valiente con el manso y descastado segundo al ponerse con firmeza para citar al de Sorando y lograr algunos derechazos enormes, un kikirikí glorioso y una trincherilla de aroma majestuoso. Muy poco o mucho, según se mire.

Y todavía más valiente anduvo con el quinto, toro mentiroso, que parecía que podía embestir y se dedicó dar cabezazos y a frenarse ante un torero dispuesto que dibujó pases de gran belleza, aunque la nota más alta fue para un molinete lento, ceñido, eterno, que valió por toda la corrida. El toro no ayudó y el artista valiente se desesperó.

Entre los dos artistas, El Juli se encontró con medio triunfo en bandeja. El tercero fue el mejor de la tarde por presencia y juego. Julián toreo con oficio y suficiencia en una faena poco profunda y despegada, que al final mejoró con los circulares y ese aire de poderío sobrado que exhibe este torero, que de todas formas no cuajó su mejor faena y por momentos parecía cansado. La oreja fue tan rutinaria como la propia faena.

El sexto no le permitió rematar la tarde. Gazapón, mirón y descompuesto, fue un toro tan desagradable que ni El Juli pudo hacerle faena. En el reino de los toros, este último tiene ese dudoso honor. Ni El Juli le hizo faena.

Al final, se queda uno con el aroma de algunos pases de Morante y su valor tan infrecuente en los artistas. Conde estuvo en artista medroso. El Juli, entre dos artistas, estuvo medio perdido.

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