Uno bravo de Albarreal entre una manada de bueyes. Fue lo mejor de la corrida vespertina de Málaga. Salvador Cortés, correcto aunque sin espada. El resto, un desfile de bueyes.

Vellosino y Albarreal / Paquirri, Perera y Salvador Cortés

Plaza de Málaga, 21 de agosto de 2010. 9ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Cuatro de El Vellosino, uno de Sampedro (1º) y uno de Albarreal (3º tris), lidiado como sobrero tras ser devueltos uno de Sampedro, por inválido, y uno de Albarreal, que se lesionó en la lidia. Los de Vellosino, bien presentados, mansos y descastados. El de Albarreal, bravo, encastado y noble. El de Sampedro, descastados y flojo.

Paquirri, de obispo y oro, dos pinchazos y estocada caída (silencio). En el cuarto, cuatro pinchazos y estocada caída (silencio tras aviso).
Migue Ángel Perera, de lila y oro, dos pinchazos y estocada desprendida (silencio tras aviso). En el quinto, cuatro pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso).
Salvador Cortés, de azul marino y oro, pinchazo, estocada caída y cuatro descabellos (saludos tras aviso). En el sexto, media estocada (silencio).

Carlos Crivell.- Málaga

El baile de toros en los corrales de Málaga forma parte del propio espectáculo. No hay ninguna corrida en al que no haya un jaleo de toros que van y vienen, para que finalmente se lidien los más insospechados. En el cartel se anunciaron de Zalduendo, que fueron rechazados, por cierto vaya año que lleva Fernando Domecq; al final, cuatro de El Vellosino y dos de Sampedro. La primera de ellas no pudo lidiarse el pasado año porno pasar el fielato veterinario, por lo que se le premia con más toros. De los de Sampedro, el tercero se fue por inválido, salió uno con una cornada que era manso y acabó lesionado, en vista de lo cual salió el segundo sobrero, cinqueño, de nombre Violín y con el hierro de Albarreal, que, milagro, fue un toro de bandera en todos los tercios.

Parece mentira que en una corrida tan espantosa de principio a fin, llena de incidencias achacables a un ganado infame, que parece comprado en un mercadillo, salga un toro y sea capaz de devolver la ilusión a los aficionados por un momento. No todo está perdido, hay toros bravos en el campo, la prueba es este Violín de Albarreal.

Dicho todo esto, con la Feria ya con media en los bajos y buscando las tablas, la Feria de este año ha marcado un punto de inflexión negativo que parece imposible de superar, aunque algo así decíamos hace un año y la de la edición en curso ah sido aún más deficiente en materia de toros. Las cosas no suceden por casualidad. El toro existe y está en el campo. Hay que elegirlo y que los ganaderos respeten a la plaza, única forma de que se puedan lidiar corridas completas de la divisa que se anuncia en los carteles.

El toro de Albarreal, lidiado con segundo sobrero, fue bravio en el caballo de Juan Antonio Carbonell, sobre todo en la primera entrada, tomada con poder y fijeza. Salvador Cortés fue generoso con el toro. Gracias a su estilo torero el de Albarreal lució su alegría y prontitud, la largura de sus embestidas y la nobleza de las mismas. Sólo su propia constitución le impidió humillar más, pero, en definitiva, un gran toro.

La faena de Salvador fue generosa, entrega y templada. Cinco tandas por la derecha y la izquierda, largas y poderosas, rematadas bien con los de pecho o las trincherillas. Una buena faena, digna de tan buen toro. Todo lo desperdició con la espada y se frustró la ocasión de triunfo.

Se le esperó en el sexto, pero tenía el hierro de Vellosino, hermano de los otros corridos en la tarde. Con más de dos horas y media de festejo, Salvador le puso la muleta para comprobar que las burras no están hechas para la lidia en las plazas de toros.

El resto de la corrida tiene un nombre: mansedumbre. Manso y de poca clase el de Sampedro que abrió la corrida, que al menos fue noble y permitió una faena aseada de Rivera Ordóñez, ahora llamado Paquirri. Se entretuvo en alegrar al tendido con circulares, lo único que podía hacerse con el animalito.

El cuarto fue un mulo, igual que todos los de El Vellosino. Ahora resultó casi imposible lograr un lucimiento mayor ante unas embestidas cansinas y descastadas. Lo de la espada es otro cantar. Francisco anduvo mal en ambos toros. En cuestiones físicas, se le nota que no está en plenitud y por ello no puso banderillas, lo que enfadó a algún sector de la plaza.

Miguel Ángel Perera mató dos toros del hierro titular a cual más manso y descastado. El extremeño le dio pases al segundo sin gran ajuste, aunque el animal, que desparramaba la vista, metía la cara como la puede meter un buey de carretas. Un dato que se confirmó es que vive un mal momento con la espada.

El quinto fue más malo, si ello era posible. Perera anduvo por allí: el toro no valía para nada. El espada no le ayudó nada. Es posible que hubiera sido un esfuerzo inútil. Con espada, otro concierto para reafirmar que algo pasa.

La gente se fue mosqueada. Hombre, uno toro bravo no se ve todos los días. Más si es mezclado entre una manada de bueyes. 
 

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