Ángel Luis Lorenzo.- Tras lo ocurrido en ese “círculo inquietante y anacrónico” de la Real Maestranza, como anacrónico es el toreo del de la Puebla de Rio, los calificativos se agotan: leyenda, genio, “cumplimiento de la profecía de los Amaya”, “el genio más grande de la historia del toreo” (Carlos Crivell), “detiene la historia del toreo”, “desorden de emociones”, “apoteosis”, “idilio”, “sublima Sevilla”, “hito”… podríamos seguir con titulares y sensaciones a cada paso desde el Arenal a Triana, pasando por todos los rincones de la tauromaquia en España, porque Morante es Sevillano y Patrimonio de todos los aficionados.

Es la parte más “divina” de aquel que no sólo se viste de azul azabache de Joselito el Gallo, sino que está en el cielo azul eterno donde Pepe Luis viste de luces a Sevilla para toda la eternidad, porque lo que ha realizado Morante, es historia y eternidad del toreo.

Hay otra clase de divinidades revestida de silencios e interrogantes en ciertos toreros, que salen al ruedo cuando quieren, donde quieren y como quieren. Un cuándo, dónde y cómo que administran a su antojo jugando a ser “dioses”.

Morante sobrepasa ese matiz, porque es “divino” (rozando y cimbreando la tauromaquia más añeja: Verónicas, Tafalleras, Gaoneras… deteniendo el tiempo con su arte creador de belleza barroco) y “humano” (luchando por la fiesta de los toros, sus ganaderías, sus plazas, sus aficionados, siendo un torero de temporada). Es ahí donde se su divinidad se asemeja a nuestra humanidad de seguidores, abonados o aficionados.

Meses haciendo el milagro del toreo diario, una regularidad impensada en el arte, en la inspiración sostenida en el tiempo. En palabras de Pablo López Rioboo:

“Un torero que desde hace unos años ha dado un paso hacia adelante en la recuperación de plazas, fechas emblemáticas amén de hierros que merecían volver al foco mediático por la importancia que tienen en el campo bravo….Morante no ha rehuído de las corridas concurso; sin ir más lejos, el pasado año se anunció en Zamora junto a Daniel Luque y Alejandro Marcos en la lidia de astados procedentes de las divisas salmantinas de Castillejo de Huebra, Montalvo, Loreto Charro, Puerto de San Lorenzo, Valdefresno y Pedraza de Yeltes”.

Esa doble naturaleza, le hace ser distinto, estar en el mundo del toro y en el corazón de todos, pero sobredimensionando toda lógica previsible, que hace que sea llevado a hombros y acompañado de un temor respetuoso de la gente que lo alza por las calles, de una Sevilla en primavera.

Esto sucedió, un día después de la anterior corrida, donde de forma incomprensible, parecían haberle castigado con la timidez al pedir la oreja. Así es Morante… en un puñado de horas es capaz de cambiarlo todo, porque es, tan sólo eso “divino” y “humano”. Capaz de tirar la montera al callejón, y depurar una faena con plenitud de torería. Antología divina y enfado humano. Entre lo nuevo y lo viejo. Entre partidarios y detractores. Entre el toreo caro y el grito de libertad más sensible.

El mérito de Morante es reivindicar la tauromaquia como un misterio “divino”, descifrarlo y decirlo delante de todos como “humano”. Las musas divinas le acompañan y su corazón humano muestra su responsabilidad con este difícil mundo de toro. Disfrutemos con su “divinidad torera” que embriaga y su humanidad que no deja impasible.

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