Carlos Crivell.- La segunda de Vista Alegre fue una corrida sin fondo. La buena presentación de los de Juan Pedro, dicen que algunos estaban reseñados para Sevilla, no fue suficiente ante su manifiesta falta de raza. No quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido en la Maestranza con semejante ganado. De sobrero, en quinto lugar, salió un buey de Daniel Ruiz. No me creo que no haya en el campo bravo mejores sobreros para una corrida de tanto lujo.
Los apuntes sin tomar notas nos hablan de Morante como el protagonista de lo bueno y lo malo. Más de lo primero, como las inmensas verónicas al segundo, la manera de andarle al toro, algunos muletazos de gran empaque y el final de faena con ayudados por bajo rodilla en tierra, verdaderos monumentos a la mejor torería de todos los tiempos. Fue Morante el bueno. Tan bueno y tan educado en cuestiones taurinas que interrumpió la entrevista cuando ya el tercero estaba en el ruedo. Fue su otra lección. El quinto fue muy malo y Morante estuvo mal, pero es que incluso cuando está mal está en torero. Es el único torero con capacidad para estar mal en estos tiempos y no aburrir nadie.
Enrique Ponce repitió una tarde más de toreo sin gracia, con mucho tacto para guardar la distancia de seguridad, en una labor simplemente pulcra. Nunca me atrevería a decirle a un torero cuando debe retirarse, pero alguien cercano debería decirle que todo tiene su tiempo. Pablo Aguado toreó muy bien mientras el tercero se dejó. Alargó la faena, lo que es nuevo en este torero. No es nuevo su manejo deficiente de la espada, algo que debería mejorar con prontitud. A los toros hay que matarlos bien.