Daniel Luque con el de Murube. Foto: Arjona para Aplausos.

Carlos Crivell.- El esfuerzo del empresario Garzón no deja de ser digno del aplauso. Abrió la plaza de Morón con un taquillaje de 1000 personas, afortunadamente con el respaldo de la televisión. Una plaza de toros con el personal tan distanciado es un lugar frío y desangelado. Para los toreros es un doble esfuerzo si intentan llevar la emoción al tendido. El himno español antes del paseíllo y los toques de clarines macarenos pusieron una nota ambiental colorista.

La corrida se presentó como un desafío ganadero. Los seis toros exhibieron una presentación de lujo, por encima de una plaza de tercera, además de ser fieles a la procedencia de cada astado. Está claro que la fachada no tiene nada que ver con el contenido. La belleza del toro de Osborne, la de Partido de Resina o del de Pallarés no encerraban ni bravura ni casta. El antiguo Pablo Romero desarrolló mal estilo. Más noble fue el de Miura, aunque tampoco se vino arriba. De una dulzura extrema fue el de Murube, un prodigio de bondad y clase, cuyo único defecto fue que tenía las fuerzas muy justas. Ya se sabe que fuerza y clase son dos conceptos que no se conjuntan con frecuencia. El de Juan Pedro, en fin, fue noble, pero de duración limitada. Los tercios de varas se saldaron con un puyazo por toro. Solo hubo rivalidad en los quites del primero y del segundo. La salida del Partido de Resina lo descompuso todo.

La corrida se la llevó de calle Daniel Luque. Con el de Osborne anduvo solvente, es decir que sacó el mayor partido posible a un toro muy flojo que se apagó pronto. Luchó contra la aspereza del de Partido de Resina, naturalmente sin darse mucha coba, pero ese toro hubiera sido de dolor de cabeza para medio escalafón. Y se encontró con el gordo de la tarde, el de Murube, un toro de embestida dulce y boyante, humillador siempre por abajo, de templanza excepcional, que necesitaba un torero a su altura. Ese torero fue Daniel Luque, que si le da un tirón de más acaba con el animal. Fue una faena de regusto y relamido, de compás y ritmo, de profundidad y detalles de sublime joyería, una labor de torero hecho que le dio sentido a toda la tarde. Salvo su laguna en el de Partido, los espadazos al primero y del triunfo fueron contundentes.

Ginés Marín no se entendió con el muy flojo de Pallarés. Lució su buen toreo con el capote, igual que repetiría en el sexto, y se eternizó en una labor de muletazos sin ligazón, para acabar encimista con circulares. El de Miura tenía posibilidades, ciertamente con la cara alta. La faena fue de voluntad ante un toro a veces probón y otras más franco, naturalmente con el estilo Miura. Se permitió el detalle de intentar manoletinas, algo que no pudo culminar con acierto. Con el mejor de su lote, el de Juan Pedro, noble pero lastimado, hizo una faena de intermitencias, donde hubo muletazos de calidad y otros con su reconocida actitud de buscar los efectismos, como los rodillazos del comienzo y el encimismo del final.

Morón de la Frontera (Sevilla), domingo 28 de marzo de 2021. Corrida en desafío ganadero. Toros, por este orden, de Herederos de José Luis Osborne, flojo y descastado; Pallarés, blando y sin fuelle; Partido de Resina, muy complicado y violento; Miura, noble, aunque de poca emoción y a menos; Murube, noble, con calidad y temple, ovacionado en el arrastre; y Juan Pedro Domecq, noble pero justo de raza. Bien presentados todos. Mano a mano entre Daniel Luque, ovación con saludos, silencio y dos orejas; y Ginés Marín, ovación con saludos, oreja y ovación tras leve petición. Entrada: Lleno dentro del aforo permitido (1.000 personas). Saludó José Chacón tras parear al sexto. Ejerció como sobresaliente Enrique Martínez «Chapurra». Antes de dar comienzo el paseíllo sonó el Himno Nacional. Los dos espadas fueron invitados a saludar por el público antes de que saliera al ruedo el primero.

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