Gastón Ramírez Cuevas.-Toros: seis de Xajay, el primero, el segundo y el quinto se dejaron, los demás no. El encierro fue desigual en presentación y juego, más bien manso y débil.
Toreros: Fernando Ochoa, un metisaca, dos pinchazos y una entera: división. En su segundo, aviso antes de entrar a matar, entera, otro aviso y nueva división de opiniones.
Sebastián Castella, pinchazo y buena estocada en el segundo de la tarde, cortó una oreja protestada. En el quinto mató de un espadazo a medio lomo y por razones extralógicas le fue concedida otra oreja, más protestada que la anterior.
Arturo Macías, despachó al tercero de dos enteras perpendiculares y torero descabelló: palmas y pitos que le impidieron salir al tercio. En el que cerró plaza mató a base de variopintos pinchazos y golpes de corta, para escuchar un aviso y ser pitado.

Domingo 21 de noviembre del 2010
Tercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México

Hoy hay que hablar de muchas cosas, ninguna taurinamente importante. Hay que deplorar la actitud de la gente, que arroja cojines al matador en turno cuando decide que ha visto suficiente. Hay que execrar la labor de picadores y banderilleros: unos marrando, tapando la salida y dejando un piquetito, y otros rejoneando a pie y aventando los palos. Hay que censurar los aplausos a quien no los merece y la silbatina a quien más torero se muestra. No sólo eso, hay que llevar a la cárcel a los que pitan a un matador de toros (Fernando Ochoa) a quien el toro le parte el anular de la mano izquierda al entrar a matar.

Estoy molesto y muy preocupado por la ignorancia del público, y por los abusos de las figuritas de cartón piedra que vienen de la Francia profundamente soberbia, o de la España torera que se toma vacaciones en Las Américas. Hoy hemos tenido una tarde que en vez de hacer afición, puede lograr que el aficionado se vaya, en vez de a su tendido habitual de los domingos, mejor a una tertulia de libros, fotos y recuerdos de épocas mejores.

Salieron dos de Xajay dignos, nobles y con algo de fuerza, fueron el primero y el segundo de la tarde. Aunque no echemos en saco roto al quinto, un bicho sin casta, pero que colaboró embistiendo con tontería y generosidad.

Fernando Ochoa se enfrentó a sus toros y al público horripilante. Pese a que en el que abrió plaza pegó un farol de rodillas en tablas, mecidas verónicas, llevó al toro al caballo con el quite de Ortiz, y que con la muleta logró suaves y largos pases con la derecha, adornándose con clase, la masa no se conmovió. Hay toreros que nomás no le caen bien al respetable (?).

Peor le fue al torero michoacano en el quinto, en el que anduvo enterado y elegante pero sin toro. Los naturales, tres, grandes y profundos, provocaron la silbatina de los indocumentados de sol y de los copetudos de sombra. Fernando trató de caerle bien a los trogloditas y sólo logró que le chillaran más. Como para preguntarse seriamente si vale la pena vestirse de luces para tanto salvaje.

Cosa distinta le ocurrió al torero francés, Sebastián Castella. El torero galo debe agradecer la corta memoria de las masas, mismas que ya no se acuerdan de sus petardos con hamsters hace apenas ocho meses en esta misma plaza. Así las cosas, Castella, o Castela, o Castelá, como le dicen los francófilos de tres al cuarto, se dedicó a destorear con ahínco.

En el primero de su lote aguantó bien las primeras embestidas del burel a su enorme mantel, luego hizo trizas la teoría de José Miguel Arroyo “Joselito”, quien decía que se debe torear de afuera para adentro, de arriba hacia abajo y de adelante para atrás. Sebastián hizo todo lo contrario, pero emocionó al cotarro. Le dieron una oreja, y para mí como si le hubieran dado un puño de arena.

Más patética sería la cosa en su segundo. Ahí el sobradísimo diestro de ultramar demostró que salta como un batracio entre pase y pase, que no tiene más el aguante de hace cuatro años y que sus avíos le estorban por lo kilométricos.

No se apure usted, su labor, intermitente y desaseada, fue acogida con júbilo por los villamelones. ¿Qué si mató fatal? Bueno, esas son cosas que ya no importan a nadie. Se llevó en el chaleco otra orejilla. Para que los españoles que quieren imponernos sus modas digan que abrió la puerta grande. Sepan todos que aquí en México, capital y país, nadie ha contabilizado jamás ridiculeces como esas. El hecho de que una pandilla de empleados de la empresa saque en hombros a un coleta, no quiere decir que la gente relativamente inteligente esté de acuerdo. En fin, Castella debe estar contento con su nueva proeza de mentirillijas.

Arturo Macías estuvo en torero toda la tarde, pero nadie se lo valoró. Toreó a sus dos toros –malos como ellos solos- pa’ dentro y en un palmo. ¡Llegó inclusive a pegarle joselillinas cambiadas a su primero! Mas está visto que aquí el aguante y el pundonor son fruslerías comparados con el toreo engañabobos. A ese tercero del festejo le pegó muletazos por la espalda, lo consintió como si fuera bueno y sólo obtuvo palmitas.ç

En el que cerró plaza, Macías volvió a intentarlo todo, con una birria de toro que además tenía el proverbial peligro sordo. Nadie se emocionó, nadie aplaudió…

Salimos del coso máximo tristes y aburridos, consolándonos con el hecho de que en Sevilla y en Madrid se han visto cosas más kafkianas, tanto de toreros, de ganaderos, como del público y la empresa.

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