Gastón Ramírez Cuevas.Domingo primero de diciembre del 2013. Séptima corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: Uno de Fernando de la Mora para rejones. El pobre era un novillo desmochado y timorato.
Seis de Barralva –encaste Atanasio- para los de a pie. Muy bien presentados, con pitones y trapío. El primero fue bravo y codicioso, y el sexto se dejó mucho. Los otros cuatro mansearon y fueron pitados en el arrastre.
Toreros: Joselito Adame, estupendo volapié al que abrió plaza. Le cortó dos orejas con petición de rabo. Al cuarto le despachó de dos pinchazos y un descabello torerísimo: palmas.
Arturo Saldívar, al segundo de la lidia ordinaria le mató de un pinchazo y entera trasera: salió al tercio. A su segundo le liquidó de dos pinchazos y un golpe de verduguillo: silencio.
Diego Silveti, al primero de su lote le recetó varios pinchazos y buen número de descabellos: silencio tras aviso. Al que cerró plaza le pinchó en un par de ocasiones, luego le dejó media trasera y el bicho dobló: acalorada división de opiniones.

¿A poco es tan difícil darle a la gente un espectáculo digno? No, para nada. Hoy los toros salieron como siempre debían salir: alguno bravo, otros mansitos, etc. pero por lo menos todos los de Barralva parecían toros de lidia. Los más de treinta mil espectadores pudieron ver un festejo interesante y a tres espadas mexicanos que están para pelearle las palmas al más pintado de los coletas españoles.

Joselito Adame está hecho un león. El muchacho de Aguascalientes tiene un hambre envidiable y se juega la vida con alegría y desparpajo. En su primero se fajó en los lances y luego quitó por chicuelinas modernas ajustadas y vistosas, rematadas con gran revolera. Cuando brindó al respetable la ovación fue de gente grande.
El toro tenia gas y alegría. Joselito lo aguantó y le pegó preciosos derechazos largos en un palmo. Este niño sí adelanta la pata buena y completa los muletazos. Es decir, torea de verdad. Al finalizar su trasteo, cuando el toro había dado las veinticinco embestidas buenas que traía dentro, José Guadalupe Adame Montoya se echó la muleta a la espalda e instrumentó unas manoletinas de escándalo. Porfió tanto en tablas y a contraquerencia que el toro le pegó un revolcón tremendo. El silencio en los tendidos presagiaba un tabaco grave, pero la Divina Providencia le echó un capote y Joselito pudo volver a la cara del toro para instrumentar unos lasernistas fabulosos.

Lo memorable de verdad vino cuando Adame se perfiló en la cuna y consiguió un volapié de libro, enterrando la toledana en el hoyo de las agujas y hasta la empuñadura. El cornúpeta tosió, dio tres pasos y rodó como la proverbial pelota. Yo no sé si merecía el rabo, lo que si sé es que esa manera de matar es la que marca la diferencia entre las figuras y los del montón. Ya con su segundo, un animal manso, malo y totalmente habitual, lo mejor que pudo hacer José fue doblarse con una torería absoluta y descabellarlo con clase.

Arturo Saldívar, otro excelente torero de Aguascalientes, hoy no las tuvo todas consigo. Su lote fue el menos potable. Nos quedamos con sus arrimones, sus joselillinas cambiadas y varios derechazos sueltos de muy buena factura a su primer toro. Cuando este tipo de diestro no tiene enfrente a un enemigo bravo, la cosa pierde color.
Diego Silveti tampoco tuvo suerte en su primero. El de Barralva fue soso y débil hasta la saciedad.

En el último del festejo, un bicho que colaboró y que transmitía mucho, el hijo del Rey David logró unas tandas de derechazos increíbles por lo largas y templadas. Fueron quizá los momentos de más arte de toda la tarde. El molinete para empezar, el trazo largo y la pata buena adelante lograron hacer rugir al embudo de Insurgentes. Diego se gustó en los desdenes y en los de pecho sin enmendar.

Cambió la espada y algunos trasnochados creyeron que el carismático heredero de la dinastía Silveti estaba escatimándoles mil muletazos extra. No era así, el toro pedía la muerte y Diego lo entendió. Jugándose la vida en serio, el nieto del Tigrillo pegó como colofón unas joselillinas cambiadas que le pusieron los vellos de punta a todo el cónclave. Lástima que el bisnieto de “Juan Sin Miedo” sigue sin entender cómo se estoquean los toros… Señalaremos que después del primer intento fallido procuró borrar el pinchazo con una tanda de naturales formidables, ceñidísimos y de muchos quilates.

El buen aficionado se preguntará siempre por qué los villamelones le pitaron a Diego con un entusiasmo digno de mejor causa.

Quedó bien claro que cuando hay toros dignos de ese nombre y toreros pundonorosos, la pobre plaza México revive viejas glorias. A ver si la empresa se avispa un poco y nos repite este cartel. He dejado para el final dos reflexiones.

Primera: Mónica Serrano, la rejoneadora, es lo más lamentable que hemos visto a lomos de unos pobres y guapos caballos en muchas temporadas: ¡Imagínese usted cómo está el patio!

Segunda: Todavía hay héroes artistas en esto del toro. Todavía se puede hablar de toreros con hambre de gloria. Eso llena las plazas y hace que la gente salga toreando del coso.

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