Gastón Ramírez Cuevas.- Confirmó Luis Bolívar en la monumental de México con una dignísima tarde, en tanto que sus compañeros no dieron la talla .

Toros: seis de Barralva, de encaste Atanasio, bien presentados en conjunto. El segundo fue premiado con el arrastre lento. Hubo casta, y en algunos bastante bravura.
Toreros: Humberto Flores, tres metisacas y entera con derrame en el segundo: pitos. En el cuarto, tres metisacas hasta que el toro dobló: división de opiniones.
Luis Bolívar, confirmó la alternativa. En el que abrió plaza, estocada entera, caída y tendida, salió al tercio. En el quinto, estocada que atravesó al toro, y en un segundo envite, espadazo entero y trasero. Descabelló con clase y le tocaron un aviso: al tercio de nuevo.
Víctor Mora, al tercero lo mató de dos pinchazos hasta que el morito dobló. Le pitaron un aviso a los diecisiete minutos de faena: silencio generoso. Al que cerró plaza lo despachó de cuatro metisacas y una estocada baja y trasera: silencio de aburrimiento.

Domingo 7 de marzo del 2010
Décimo novena corrida de la temporada de la Plaza de toros México

El cartel, con los toros de Barralva y tres toreros de garra, merecía una mayor entrada que los casi cuatro mil cabales que pagaron el boleto para ver ésta, que ha sido la última corrida de la temporada grande. Los toros tenían trapío y edad, salvo el cuarto y el sexto, que por ser castañitos, parecían más serios de lo que eran. En lo que respecta a la bravura, recordaremos con gusto al segundo de la tarde, al que Humberto no le pudo.

Las cosas sucedieron así: Bolívar confirmó con un toro grandón, débil y poco bravo, con cara y trapío. Increíblemente, para lo que le pegaron, y acostumbrados como público a los saltillos descafeínados, el toro se vino para arriba y permitió, después de varas, algo de lucimiento. El torero de Cali quitó por excelentes y ceñidas chicuelinas modernas y remató con una gran revolera. Brindó al público y le ha pegado un cambiado en los medios sin prisas, de frente, y sin arquear el cuerpo, algo de lo que se han olvidado Perera y Castella. Templó con oficio, sapiencia y entrega. Por derechazos estuvo muy torero, y por el perfil zocato pegó el cartucho de pescado y estuvo enorme hasta que el cornúpeto se agotó, después de apenas una docena de pases. Así son estas reses bravas provenientes de la Madre Patria, le dan al coleta dos o tres tandas de calidad y hay que aprovecharlas. Lástima que no mató a ley.

En el quinto, una res fea, larga y silleta, que aparentemente no veía bien del ojo izquierdo, pero que tenía ganas de pelear, Luis, el de Colombia, estuvo largo y mandón, aguantando y rematando atrás de la cadera por ambos pitones. Es indispensable que se sepa que Luis Bolívar imaginó e hizo una faena en la que lució a un burel que tenía una engañosa bondad. Cargando la suerte le enjaretó al de Barralva tandas de derechazos y naturales en las que hubo un poder clásico. Desde que se dobló lidiando y elegante, por bajo y poderoso, los pases fueron colosales. Recordaré cómo esperaba al toro, y tragando se estiraba con las zapatillas impávidas pasándose los pitones en los muslos, sin trampa ni cartón. Al muchacho de Colombia le vimos empaque y estoicismo, todo aderezado con clase.

Cuando el astado repetía fiero y se vencía bastante, Luis no dudaba y le corría la mano, como diciéndole al de negro: ¡aquí te puedo y aquí lucimos ambos! La gente se le entregó en serio, porque echaba la pata buena adelante y porque tiene raza de torero. No obstante, faltó la rúbrica de la espada. Igual que en el que abrió plaza, el acero le privó de la oreja.

Vamos a lo hecho por el director de lidia, por Humberto Flores, el torero de Ocotlán, Jalisco. Sin ánimo de criticar a un diestro pundonoroso y muy castigado, diremos que lo mejor de su tarde fue el quite por chicuelinas a su segundo. Su primer enemigo acudía con alegría y son, y el cuarto fue emotivo y con tranco. Es una pena que Humberto dudara tanto y que los mejores muletazos en sus dos intervenciones se los haya pegado el toro solito. Hay momentos en que el coleta no se encuentra a gusto, en donde la distancia y el muletazo rematado son cosas imposibles. Dios quiera que este momento aciago le dure poco.

Veníamos a ver también a Víctor Mora, el torero de Aguascalientes, con un gran fervor. Esperando gestas y elegancia, poder, y el pensar en la cara del toro, nos quedamos con un palmo de narices, pues salvo un quite por tafalleras embarcando , y una revolera a su primero, lo demás fue lo de menos. A ese tercero de la tarde le sacó muletazos de buen trazo y geometría, pero todo aislado e intermitente. Al sexto, un toro que llegó a la muleta con la carita arriba, gazapeando y quedado, Mora no pudo someterle y se desdibujó. No quiero decir que el astado fuese de bandera, pero tenía una lidia evidente. Había que quedarse, gustarse en la suerte y rematar atrás con el juego de muñeca, con la palma de la mano, para desengañar al bicho. Se dice fácil desde el tendido, pero creo que hoy Víctor no estaba en son, punto.
En resumen, hubo hoy toros serios, con bastante raza y dignos de irse al destazadero sin orejas. Faltó que Luis Bolívar tratara de imitar a su paisano, el inconmensurable César Rincón, y que se fuese tras la espada como un verdadero león. Faltó también que Humberto y Víctor se quedaran quietos, que no perdieran los seis pasitos, que se impusieran a los bureles y que se justificaran.

No estaría esta crónica completa si no asentáramos que Gerardo Angelino se desmonteró por sus dos pares exponiendo al primero de Humberto, ni si dejáramos de contar que los toros de Barralva metieron los riñones en el peto y que se dejaron pegar.