Gastón Ramírez Cuevas.- Toros: Seis de Rancho Seco y uno de Garfias que regaló el rejoneador.
Los del hierro titular dieron juego variado e interesante. Hubo mucha casta, bravura y emoción. Casi todos fueron aplaudidos en el arrastre.
Al de regalo ni lo vi.
Toreros: Uriel Moreno “El Zapata”, en el que abrió plaza mató de media lagartijera y salió al tercio. Al quinto le cortó las dos orejas después de una estocada entregándose.
José Mauricio, en el tercero dos pinchazos, entera y dos golpes de descabello: aviso y silencio. En el que cerró plaza mató de estocada entera pero defectuosa y cuatro descabellos: dos avisos y pitos.
Diego Ventura, al tercio en el primero de la tarde después de tres pinchazos, rejón contrario y descabello. En el cuarto mató de cuatro pinchazos desde la silla y un buen numero de golpes de verduguillo: silencio. Regaló un sobrero de Garfias, pero ya no tuve estómago para ver eso. Dicen que su labor fue silenciada. Décimo primera corrida de la temporada de la Plaza de toros México
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Ante una entrada superior, casi 25,000 paganos, vimos hoy triunfar a un torero de verdad: Uriel Moreno “El Zapata”. En su primero, un toro que saltó al callejón, Uriel se lució con el capotillo en una espaldina y verónicas sentidas y largas. Al quitar trató de instrumentar una tafallera y el toro se lo echó a los lomos de muy fea manera. Groggy, pero torero siempre, Uriel pidió los palos y cubrió el segundo tercio con pundonor insuperable.

Con la muleta toreó largo y con clase, pero el de Rancho Seco se fue pa’ abajo, quizá debido a lo mal picado. Zapata se perfiló como mandan los cánones y cobró una media lagartijera con derrame. Los villamelones, amigos del rejoneo, no aquilataron su quehacer, y lo que era faena de oreja quedó en un saludo en el tercio.

A su segundo, el torero tlaxcalteca lo recibió con un lance de hinojos y el de Rancho Seco fue a dar otro tremendo salto al callejón. Sin amilanarse, Zapata siguió la labor con el capote pegando increíbles lances de rodillas en los meros medios. Si quiere usted hablar de gallardía torera, El Zapata es una referencia obligada. Para demostrar que no le asusta el acertijo taurino, quitó por tafalleras y remató con elegante y lagartijero lance. Pidió las jaras y protagonizó un tercio memorable: el par doble: uno al quiebro y uno al violín en tablas, fueron de ponerse a aullar en el tendido. El tercero fue otro al violín en tablas, en la mínima distancia, culminado con recortes que dejaron al toro parado en los medios. No he visto una vuelta tan merecida como ésta por poner banderillas, excepto las de Rodolfo Rodríguez “El Pana”.

Comenzó Uriel a lidiar al de don Sergio Hernández con estatuarios rematados con un desdén que tuvieron sabor profundo. El torillo comenzó a doblar las manos, pero los cambios de mano, la muleta bien cogida y el toreo de cercanías por ambos pitones no tuvieron desperdicio, pero sí mucho temple. Este hombre es un torero muy grande, dispuesto a cambiar la cornada por un triunfo. Así se fue tras el estoque, perfilado en la cuna, en la suerte contraria y dejándose coger, con tal de matar soberbiamente al cornúpeta, cosa que logró con creces. La gente pidió enardecidamente las dos orejas del burel para El Zapata.
A riesgo de exagerar, le digo que el ver torear a Zapata crea afición, que este coleta tiene torería para dar y regalar.

José Mauricio es buen torero, ya lo hemos dicho. No obstante, le faltan sitio y cabeza. En el tercero de la tarde se peleó con el respetable después de que éste le pitara a él y a sus varilargueros, quienes le propinaron una paliza sin mayores consecuencias al toro. El fino diestro capitalino intentó brindar a la concurrencia, pero como ésta le silbó fuerte, el muchacho arrojó feroz la montera a las tablas: grave error. Vinieron después excelentes muletazos con la diestra, derechazos en la faja, completos y definitivos, pero luego fallaron las distancias y la continuidad.

En el que cerró plaza, en las postrimerías la parte seria del festejo, José Mauricio estuvo porfión, agradable y brindador, pero no entendió al toro. Creo que el de negro quería más aire, más distancia y muletazos largos aunque fueran de uno en uno para demostrar su casta. Así las cosas, Mauricio lo ahogó y se puso él solo en problemas. Mató fatal, con eso está dicho todo.

¿Y qué decirle a usted del rejoneador? De ese señor al que en alguna época le decían –en Sevilla- El Juli del rejoneo. Pues nada, que es un payaso a caballo. Torea más al público que un politicastro, monta de una manera deforme y entrega a sus monturas con una alegría digna de mejor causa. Afortunadamente, estuvo fatal con la hoja de peral, si no, los cretinos que gustan de ver que el equino muerda al rumiante hubieran pedido seis o siete rabos.

Las buenas noticias son que, si hay congruencia en la empresa, Zapata debería estar ya colgado en los carteles de aniversario, y que la semana que entra veremos al inefable Pana medirse con Talavante, el torero peninsular que mejor ha hecho el toreo en esta temporada mexicana.

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