Gastón Ramírez Cuevas.- Aceptable tarde de Juan Bautista ante un formidable encierro de Xajay que fue lo mejor de la tarde en la Monumental de México.

Toros: Siete de Xajay, de indiscutible trapío, con edad, cuajo y cara, nobles en conjunto y dejándose. Prácticamente todo el encierro fue aplaudido de salida y en el arrastre.
Toreros: Fernando Ochoa, entera trasera y pitos en el que abrió plaza. En el cuarto, entera contraria y dos golpes de descabello: división con más silbidos que aplausos.
Juan Bautista, tres pinchazos y descabello certero en el segundo de la tarde: salió al tercio. En el quinto, entera baja y salida al tercio sin mucha fuerza. Regaló un séptimo al que mató de dos pinchazos y estocada caída y perpendicular para escuchar un aviso: silencio.
Pepe López, pinchazos horrorosos y entera baja para escuchar dos avisos y pitos en su primero. Al sexto lo volvió a pinchar en dos ocasiones antes de cobrar una estocada caída y descabellar un par de veces. Oyó un aviso y la gente le abroncó.

Domingo 14 de febrero del 2010
Décimo sexta corrida de la temporada de la Plaza de toros México

Pues sí, ya lo decía el famoso Pepe Moros, el personaje quizá ficticio de Don Modesto, cuando hay toros no hay toreros y viceversa. Los escasos aficionados -unos tres mil quinientos- que entraron al coso de Insurgentes esta tarde pudieron percatarse de que en México hay toros imponentes, con edad y trapío, con leña. Sólo nos quedaron a deber los toreros. El único que salvó los muebles fue Juan Bautista, pero siento que se le escaparon cuando menos dos orejitas por sus fallos con los aceros.

Vamos, como siempre, a los hechos. Fernando Ochoa hace lo que puede; es decir, grita, manotea y se deja ir a los toros de triunfo. En su primero, un animal cuajado y hermoso de lámina, tuvo que sobreponerse al vendaval y de repente se acordó de correr la mano. El de Xajay pedía una muleta firme y mandona, pero… No se puede andar en esto de vestirse de luces perdiendo pasos y oportunidades. Los gritos de: ¡Toro, toro!, fueron más que explícitos.

En el segundo de su lote, un cornúpeta que se empleaba y obedecía al toque, el torero de Morelia anduvo a la deriva. El toro se pegó solo una buena tanda de derechazos y luego fue perseguido por todo el redondel sin éxito por el coleta. El bicho manseó, es cierto, pero esos animales tiene una lidia y se les puede torear a gusto. Nuevamente, la gente tomó partido por el astado y Fernando naufragó en un toreo muy lejano y desabrido.

Juan Bautista, no ha estado mal, para nada. Sin embargo se le ha notado una falta de acoplamiento con el toro de México. El respetable le acogió con gusto y le esperó mucho, coreando con fervor los buenos momentos y suplicándole que ligara más. El segundo de la tarde fue la esperanza malograda por la espada: ¿un defecto de los matadores franceses? No se pueden discutir el empaque y el señorío con el que lanceó y muleteó al toro. Jalabert se arrimó con clase y garra al natural, y emocionó de verdad. El joven francés se expuso y pensó en la cara del toro, gustándose y gustando. Vino la hora de la verdad y ahí la cosa se desmoronó. No es que falte decisión, es que hay que hacer ese famoso quiebro de muleta (que preconizaba don Carlos Cuesta Baquero) y pegar un pase de trinchera con la zurda para, con ritmo, hundir el estoque con eficacia y torería. En fin, son defectillos fáciles de corregir si hay afición en el torero, lo cual está cabalmente demostrado en este caso.

Del quinto nos quedamos con una media enorme y de gran sabor, y con varios derechazos geométricos y de superior trazo. El público le recriminó el no prolongar las tandas y el enmendar en demasía. Regaló animosamente un séptimo, pero tampoco la cosa rompió a más. En Juan Bautista hay un torero importante, agradable y honrado; un matador de toros que coge bien y adelante los engaños, y que no se da coba. Ojalá la empresa pueda todavía meterle en otro cartel.

Con el tercer espada, Pepe López, hay que tratar de no ser muy duro, pero es difícil. A este matador michoacano le faltan muchas cosas: idea, sitio, decisión y oficio. Además, mata fatal, cuarteando y con miedo. Su lote fue imponente pero manejable. Y si los cabales de la México fueran gente mala, le hubieran arrojado hasta piedras y verduras en estado de descomposición, como en los buenos tiempos.

Triste destino el de los toros-toros de Xajay. Ojalá en el cielo de los animales encuentren a un viejo diestro andaluz o tlaxcalteca que les haga sentirse importantes, magníficos y necesarios.

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