Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 17 de febrero del 2013. Décimo novena corrida de la temporada de la Plaza de toros México. Toros: dos de Los Encinos para rejones (primero y quinto). El que abrió plaza mereció arrastre lento por bravo.
Seis toros de diversas y abigarradas ganaderías: Marrón (segundo), toro bien presentado pero débil y manso. Campo Hermoso (tercero), toro débil y feo, pero muy noble. La Soledad (cuarto), rebrincado y manso. San Diego de los Padres (sexto), bonito y débil. Barralva (séptimo), sin clase y sin recorrido. Xajay (octavo), falto de raza pero dejándose.
Toreros: Pablo Hermoso de Mendoza, al primero le mató de un pinchazo y gran media lagartijera: dos orejas. El segundo apéndice le fue protestado. Al quinto le descordó: silencio.
Fermín Spínola, al segundo del festejo le pinchó en una ocasión y luego le tumbó de un espadazo: al tercio. Al sexto le recetó tres cuartos en buen sitio y le cortó merecida oreja.
Alejandro Talavante, al tercero del festejo le despachó de casi entera a medio lomo: dos orejas y rabo. La gente le pitó por el máximo trofeo, mismo que nadie pidió, pues todo el cónclave hubiera quedado conforme con dos orejas. Al séptimo le dio un pinchazo y una entera trasera y caída: palmitas.
Víctor Mora, a su primer enemigo le asestó un pinchazo y una casi entera caída: silencio. Al que cerró plaza se lo quitó de enfrente con dos pinchazos y un bajonazo: silencio tras aviso.

No hablaremos aquí de si el juez, don Jesús Morales, es un débil mental y regala orejas y rabos; no hablaremos aquí de la artera limpia de corrales que nos regaló el empresario, tampoco hablaremos de las enormes diferencias que marcaron hoy (para con sus colegas) Pablo Hermoso y Alejandro Talavante. Hablaremos del toreo sorprendente, templado y mágico.

El rejoneador navarro dio cátedra en su primero. Ahí toreó de verdad, pues su enemigo era muy bravo y codicioso. Tanto así que cuando se le acabó la plaza brincó al callejón y le cayó encima a dos monosabios, mismos que no pueden ocupar un burladero por la cantidad de gorrones indocumentados que infestan el callejón.
Pablo demostró que es un señor torero, haciendo todo tipo de suertes a la mínima distancia y templando con sus monturas. Clavó en lo alto sin fallar y logró (después de pinchar en lo alto) un rejonazo de muerte prácticamente lagartijero. Nadie le hubiera regateado un apéndice y la vuelta triunfal, pero el del biombo se puso navideño y le regaló una segunda oreja que todos repudiaron.

No obstante, quedó muy claro el abismo que separa a un fuera de serie del arte de Marialva, de todos los payasitos que dizque montan y clavan infinidad de banderillas en las costillas. Hermoso es un torero de época y es un gusto verle dar lances y muletazos de enorme temple con sus caballos. En su segundo toro se dedicó más a torear a la gente, con teléfonos y pirotecnias. Mató con mala fortuna pues descordó al bicho. Lástima, pero se le reconoce que no trató de meter la hoja de peral en los bajos.

Fermín Spínola también hizo algo de gran mérito en el sexto. Banderilleó como maestro. Su tercer par fue al relance, de poder a poder y por dentro, después de arriesgado recorte en tablas: la gente le ovacionó de pie. Con la muleta nos obsequió un cambio de manos y dos circurrets que valieron el boleto. Remató una tanda de enormes derechazos con una capetillina de cartel y abrochó el trasteo con incomprendidas sanjuaneras. Como se entregó a la hora buena, el respetable pidió una oreja que nadie puso en duda.

Talavante es otra cosa. No se imagina usted el hambre y el gusto por torear que tiene el extremeño. Lo colosal vino en el tercero de la tarde. El torillo de Campo Hermoso no tenía ni gas ni ganas de colaborar, pero Alejandro se pegó uno de los arrimones más artísticos que se han visto en muchas temporadas. Hubo pedresinas, cambiados, arrucinas, cambios de mano por delante y por detrás, sobrenaturales con el sello de la casa y joselillinas cambiadas: todo un compendio de torería y entrega. Con este muchacho todo se ve fácil y demuestra siempre sus ganas de agradar; jamás aburre y cada vez torea con mayor inteligencia. Lo del rabo fue una exageración, pero la faena sabrosísima ahí queda, para que aprendan los “figurones”, que a ese morito no le hubieran sacado ni un mal ayudado por alto.
Víctor Mora, que es un gran torero, no estuvo, punto. Se le vio falto de sitio y de reposo. No podemos decir que se le fueron sus toros, pero… Si la cadencia, la distancia y el ritmo son fundamentales en cualquier tauromaquia, hoy el diestro de Aguascalientes pareció ser un analfabeta en cuanto a esos temas. ¡Otra vez será!
Se nos acabó la temporada grande, nuevamente, otra vez. Y el triunfador total y real fue Talavante. No olvidaremos lo hecho por el torero de La Puebla, ni los faenones de Juli, Silveti y Saldívar. Tampoco echaremos en saco roto la grandeza de Fermín Rivera, ni la incomprendida maestría de El Zapata, ni el pundonor glorioso de Padilla, ni la espléndida demostración de El Payo. Pero, pero, nos faltaron toros bravos y fuertes, con aquello que en Tlaxcala todavía se llama casta.