Gastón Ramírez Cuevas.- Sábado 4 de febrero del 2012.  Décimo cuarta corrida de la temporada (primera del Aniversario) de la Plaza de toros México. Toros: Uno de La Punta para rejones. Fue un pobre becerro colaborador y triste. Ocho de Barralva (dos de regalo, uno por parte de Talavante y otro por parte de Joselito Adame): variopintos, mansos, y terciados. El único que demostró raza fue el quinto, un castaño al que le dieron inmerecido arrastre lento. Los demás evidenciaron una debilidad y una mansedumbre terribles.
Toreros: Abrió plaza Ana Batista, una rejoneadora portuguesa de cuarta: después de dos pinchazos o tres, hirió de mala manera al añojo en la mano izquierda y le apuntillaron (al bichillo) sin pena ni gloria.
Alejandro Talavante: En su primero, pinchazo hondo y descabello: pitos al toro y palmas tibias al torero. En el segundo de su lote ordinario, mató de pinchazo, entera y descabello para escuchar un aviso. Regaló un séptimo de la ganadería titular, al que liquidó con eficacia de estocada entera: oreja con división.
Joselito Adame: Al tercero de la tarde le mató de dos pinchazos y casi entera atravesada y caída: silencio. En el quinto de la corrida real, volvió a fallar con los aceros: dos pinchazos y dos golpes de corta: al tercio con división de opiniones. Regaló un octavo astado de Barralva, al que despachó de un pinchazo sin pasar y descabello: silencio.
Octavio García “El Payo”: pinchazo y estocada en el tercero de la lidia a pie: silencio. Al sexto de Barralva le pegó una buena estocada entera, la mejor de la tarde, y fue pitado de manera incomprensible.

Esto está cada vez peor. La ganadería de Barralva tuvo fama por encastada, ya fuera por sus toros españoles o por sus torillos mexicanos, pero ahora es un galimatías sin pies ni cabeza y sin una gota de bravura. Lógico, son amigos de la empresa… Se congregaron en el embudo de Insurgentes unos doce mil paganos, mismos que merecen el premio Nobel a la paciencia.

Primero nos tuvimos que chutar a una güerita de edad madura, misma que se ostenta como rejoneadora, quien no dejó de pegar aulliditos durante veinte minutos, dándole vueltas a caballo a un pobre becerro desmochado de La Punta. ¡Si los señores Madrazo vieran en lo que ha devenido el nombre de su casa!

La empresa, echando la casa por la ventana en éste sexagésimo sexto aniversario del coso, nos agasajó hasta con forcados, una docena de bigardones queretanos que estuvieron a tono: espantosamente chabacanos y desastrados.  La cosa no mejoró mucho con los de a pie, con los toreros de hambre y arte. Diremos, disculpando a todos, que le echaron mucha voluntad al asunto y que no hubo tela de dónde cortar.

Talavante se regodeó en el toreo accesorio, abusando de su recién adquirida mexicanidad cursi. Dosantinas, capetillinas, capeínas y todo tipo de “inas” fueron el leitmotiv de sus trasteos. Le cortó una orejilla al que regaló, a base de cosas de mucho mérito -pero sin objeto- jugándose el tipo ante una vaquita. En realidad, lo mejor de toda su kilométrica actuación fueron dos cambiados por la espalda con la zurda a la mitad de la faena a su segundo. Lo demás fue lo de menos, un compendio de bisutería taurina.

El único momento grande de la tarde fue el quite de Joselito Adame al corrido en sexto lugar. Las zapopinas tuvieron temple y mucho valor. Además remató el quite con una media verónica rodilla en tierra que guardaremos en el recuerdo. Bueno, también a ese torito castaño y bien puesto de pitones le endilgó tres derechazos de rodillas que valieron el boleto. Lástima que el toro se apagó pronto y que el coleta de Aguascalientes no le mató a ley. Si me pregunta que qué hizo José en el de regalo, le diré que lo intentó todo con el capote, con los palos y con la pañosa, pero para hacer el toreo serio hace falta un toro bravo.

El Payo hizo lo que pudo, es decir, no mucho. Pero su lote no valía dos pesos. Hay quien piensa que le faltaron temple, colocación y sentimiento en el conjunto de sus muletazos, mas es difícil pretender ser torero ante bichos infumables.

En suma, vimos un festejo de plaza de trancas, con animalitos de media casta, con diestros voluntariosos y con una pobre muchacha que debe regresar pronto a Portugal a cantar fados o a cocinar bacalaos.  Seguimos en lo dicho, los peores enemigos de la Fiesta son los malos empresarios y los ganaderos sin pundonor. Es decir, aunque vinieran a torear Manolete, Frascuelo, Ponciano y Armilla, si les echan remedos de toros bravos el gozo naufraga en el proverbial pozo.
El aficionado, ese pesimista que no pierde la esperanza, vendrá mañana a la Monumental de Insurgentes, creyendo que la cosa será distinta. Ya le contaré…

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