Gastón Ramírez Cuevas
Toros: siete de Xajay, bien presentados pero faltos de raza. El segundo de la tarde fue un animal de carretilla que se prestó al lucimiento, los demás no sirvieron para nada.
Toreros: José Tomás, clamorosa vuelta al ruedo con fuerte petición en su primero, lo mató de entera a toro parado y certero descabello. En el tercero de la tarde cortó una oreja despachando al toro de estocada hasta la bola. En el quinto mató de tres cuartos tendida y se retiró en silencio al burladero. Regaló un séptimo, al que mató de media en buen sitio y escuchó un aviso, ovación.
Arturo Macías: dos orejas del segundo de la tarde al que mató recibiendo, hubo petición de rabo. Al cuarto lo despenó de estocada entera, silencio. En el de la lidia ordinaria que cerró plaza, pinchó una vez, logró meter tres cuartos de espada y acertó con la corta al primer intento: silencio.
Entrada: numerado se llenó (25,000 paganos) y general estaba lleno casi a la mitad, es decir, había casi cuarenta mil cristianos en la plaza.

Domingo 29 de noviembre del 2009
Cuarta corrida de la temporada de la Plaza de toros México

Esta corrida de toros tiene varias lecturas. Una de ellas tiene que ver con el ganado. Xajay no decepcionó en cuanto a la lámina de sus cornúpetas, pero ahí ya no hay raza, desde hace ya muchos años. Otra lectura sería la de los amargados de siempre, los que dirán que ciertos asientos de general estaban vacíos y que José Tomás no logró llenar hasta la bandera la plaza más grande del mundo.

Una última sería la del entendido, el que vio a José Tomás jugarse el tipo sin trampa ni cartón –como siempre- buscando torear de verdad en todo momento, y a un Arturo Macías que tiene todo para ser figura y lo demostró. Los que vemos el coso máximo del país en la desolación total domingo a domingo, tuvimos hoy un día de fiesta grande, con atascos de tráfico, restaurantes a reventar y gente que desde una hora antes ocupaba sus lugares. Todo por un torero que se arrima y que entrega el alma cada tarde.

José Tomás apostó a que uno de los bichos se prestara al lucimiento, pero el sorteo no le favoreció. Así las cosas, la única res potable le correspondió a Macías, quien aprovechó a la perfección las condiciones del burel para hacer una faena memorable.

Vamos a lo ocurrido.

José Tomás estuvo en torero grande toda la tarde. Hay que ver cómo se ajusta, como manda con las muñecas, cómo piensa en la cara del toro y cómo aguanta. Es sin duda alguna un fuera de serie, un torero que, como decía don Roque Solares Tacubac, no tiene parigual.

No perdonó un quite y ahí quedaron las chicuelinas, las gaoneras, los mandiles, faroles invertidos, tafalleras, toda una variedad del toreo capotero que vale cuando uno expone la barriga. Si la entrega tiene hoy por hoy un nombre, ése es el del monstruo de Galapagar.

Para no aburrir al respetable, le digo que en su primer toro dio unos naturales soberbios; y en su segundo, ha pegado veinte muletazos continuos de oro puro: naturales, derechazos, molinetes, desdenes, trincherazos, dosantinas, de pecho , cambios de mano por delante, etc., como si el morito valiera la pena y colaborase.
No se puede torear con más corazón, más temple y más verdad. Y no se puede estar más en torero, más entregado, haciendo ver mejores a unos mulos de Xajay que no buscaban más que la salida o una muerte fácil. Si algo se le puede objetar al maestro, es el haber elegido esta ganadería para esta tarde tan importante.
Vamos ahora a lo mejor que hizo Macías. Si bien a este carismático torero le han criticado que torea mucho para el tendido, hoy desmintió con creces todas esas zarandajas. Salió el segundo de la tarde, un toro hecho y alegre, aunque de poco fondo y bobo.

Arturo Macías se dijo: ¡Venga. que para esto vine! Y se abrió de capa por chicuelinas, saliendo aparatosamente volteado de la segunda. Sin amilanarse quitó por gaoneras rematadas con una brionesa que no podemos calificar más que de increíbles, por el ajuste y el temple.

El diestro hidrocálido toreó con la muleta como un señor. Pegó cambiados por la espalda y muletazos largos y secos por ambos perfiles. Abrochó la faena con unas impresionantes joselillinas, entre ellas una cambiada, algo que no se olvida.

Lo que más me gustó fue que mató recibiendo, al estilo de don Rafael Ortega, el de la Isla de San Fernando, no el de Apizaco. Se perfiló, echó la muleta a las manos del bicho, reunió la pata zurda con la derecha y sin enmendar el terreno, aguantó como los grandes para dejar una estocada de libro, hasta cayó un poco contraria. Los gritos de ¡Torero, torero!, nada nacionalistas, sino honrados y de aficionados, fueron el premio total a la labor de Arturo.

De lo demás, ni hablar, José Tomás porfió con un oficio y una clase artista que no se han visto desde tiempos de José y Juan. Macías se equivocó y hasta se puso de rodillas para que por poco lo matara el sexto: caprichos de toreros, que diría Juncal. En suma, una buena tarde que decepcionó porque todos (publico y toreros) queríamos más, mucho más.

Uno, que es un iluso, se pregunta: ¿por qué no se lidian toros bravos en La México? ¿Dónde están las ganaderías de El Junco, Jaral de Peñas, Torreón de Cañas, De Haro, Zacatepec, etc.? Pues están bien, gracias, esperando que esto se vuelva Jauja o que alguien le abra los ojos a las figuras y a las empresas.

Fotografías: Genaro Berumen

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