Gastón Ramírez Cuevas.- Vigésima primera corrida de la temporada de la plaza de toros México. Domingo 18 de marzo de 2012. Toros: Seis de Cuatro Caminos, bien presentados y con casta. El quinto fue premiado con arrastre lento, aunque el primero y el segundo merecían más. Salvo el sexto, los demás toros fueron aplaudidos en el arrastre.
Toreros: Christian Ortega, mató al que abrió plaza de entera contraria y cortó una benévola oreja. Al cuarto le despachó de dos pinchazos y un golpe de descabello: salió al tercio por su cuenta.
Fabián Barba, al segundo le recetó una buena estocada entera y le cortó merecida oreja. Al quinto le atizó una entera caída entregándose y perdiendo el engaño: dos orejas.
Víctor Mora, dos pinchazos y palmas en el tercero. Al que cerró plaza le zumbó una estocada a toro parado y el público pidió justamente la oreja (¡concedida, cómo no!), aunque el juez Gilberto Torres le había pitado dos avisos muy sospechosos.

De repente, algunos dioses taurinos deciden premiar al sufrido aficionado. Hoy vimos una corrida de toros de lidia, de toros buenos. Y vimos también a dos toreros con entrega y recursos, elegantes y valientes. En la plaza más grande del mundo había quizás dos mil paganos, una tristeza; pero claro, después de lo visto el domingo pasado nadie- por más afición que lleve uno en las venas- quería expiar más pecados de los necesarios soportando granizo, matalotes vestidos de luces, lluvia, y frío.
Bueno, esos que no quisieron asistir hoy la embudo de Insurgentes se perdieron del mejor encierro de la temporada. Sergio Hernández Weber mandó unos cornúpetos con pitones, con trapío y con mucho que torearles. Pues sí, hay que ir a todas…

Lo más bonito fue que vimos torear en serio a Fabián Barba y a Víctor Mora, aprovechando al máximo lo que les deparó el sorteo, sin regalar sobreros ni perder el pasito.
El primer espada fue Christian Ortega, a quien se le fue prácticamente inédito el primero de Cuatro Caminos, un toro casi de bandera: fijo, alegre, repetidor y noble, con su puntito de bravura. Es decir, el famoso toro de la ilusión. Christian lo intentó todo y a veces no desmereció, pero aquello era para armar la escandalera total. Chicuelinas, media larga, banderillas, naturales, etc. Pero todo a prudente distancia y sin fajarse. La estocada valió algo y el juez consideró que si la oreja la pedían los familiares del diestro, había que concederla.

Peor estuvo el capitalino en el cuarto, un bicho que suplicaba que alguien le entendiera y le toreara con verdad. Pues no, Ortega se alivió con capote, banderillas y muleta. Su brazo periférico y la luz que dejaba en cada muletazo fueron una muestra de la clase –¿generosidad?- del astado, no así de la clase del coleta. Ahí pensamos en tanto torero que tiene mala suerte en los sorteos, en todos aquellos buenos matadores o novilleros que pasan años rezando para vérselas con un burel claro y de triunfo.

Afortunadamente para el ganadero estaban en el cartel dos toreros de Aguascalientes, esa tierra que, en los últimos años, ha dado más toreros que Córdoba. ¡Cuidado amigos españoles, que si viviera Lalanda ya nos habrían boicoteado!

Así las cosas, Fabián Barba dio cátedra. No en uno sino en dos. En el segundo del festejo se fue a porta gayola y logró un lance encomiable, ya que estaba de hinojos en los medios y tragó, tragó. El de negro “pajariteó”, es decir, se brincó al callejón. Y pese a eso dio juego en bravo. Fabián quitó por gaoneras ceñidas y pegó la brionesa. A continuación brindó al esmirriado cónclave y se gustó sentándose en los riñones e instrumentando grandes tandas por ambos pitones; completando todos los muletazos al natural, con clase y aguante, Barba emocionó realmente. No podemos dejar en saco roto los cambios de mano por delante que fueron de cartel. Si ya le habían dado una oreja a Christian, pues no se la iban a negar a un torero mucho más entregado y más artista.

El quinto fue un burel muy hecho, al que Fabián recibió de nuevo a porta gayola, y al que –inmediatamente- toreó muy ceñido por chicuelinas modernas. Hubo tres tandas enormes al derechazo, rematadas con pases de pecho hacia adentro torerísimos. Fabián se adornó y mató bien, sin dudar y a tiempo. Gratísima sorpresa fue Fabián, un torero con hambre, decisión y gusto.

Víctor Mora volvió a ilusionarnos, pues es un torero de clase, valor y entrega. No le tocó el mejor lote, ni mucho menos, pero a base de torería le cortó un apéndice al último de la temporada. El tercero se rajó, sintiéndose dominado por el hidrocálido. Nos quedamos con su quite por chicuelinas antiguas, las manoletinas y los forzados de pecho.

El último de la abigarrada temporada fue un toro rajado, pero con presencia y complicaciones. Víctor entendió al toro y le consintió hasta hacerle repetir en muletazos espléndidos por la izquierda. Nos quedamos con esos naturales de torero grande, largos, elegantes y aguantando. El fino diestro aguascalentense no dudó, se perfiló, y pese a que el juez ya había pitado dos avisos, mató como los buenos. Así las cosas, Usía (guiño póstumo a Fernando Barrera) tuvo que soltar las dos orejas.

Esta es la Fiesta, ésta, no la otra: toros bonitos, bien armados, con ganas de embestir; toreros con guapeza y clase. Poco más necesita el aficionado, poco más necesita el público volandero: si el empresario da corridas así cada domingo la plazota se iría llenando poco a poco y para siempre.

Foto: Tadeo Alsina (Aplausos)

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