Gastón Ramírez Cuevas.- Toros: Siete de Xajay, terciados, de juego desigual. Al séptimo –noble en serio, pero muy feo- le fue concedida la vuelta al ruedo. Los demás fueron pitados o aplaudidos según el humor de los asistentes, pero siempre en mexicanísimos arranques de esquizofrenia.
Toreros: Eulalio López “Zotoluco”, en su primero, estocada entera, oreja y fuerte división. Al cuarto le tumbó otra oreja después de una gran estocada; también hubo quien le pitó con alegría.
Julián López “El Juli”, pavoroso julipié al segundo de la tarde: oreja con división de opiniones. Al quinto lo despachó de otros cinco julipiés arteros: se llevó un aviso y salió a recibir la ovación del respetable casi en los medios. Regaló un séptimo al que, después de un faenón de antología, fulminó de una estocada heterodoxa pero vistosísima: cortó las dos orejas y el rabo. Salió a hombros en loor de multitudes.
Octavio García “El Payo”, al tercero lo pasaportó de un pinchazo hondo y caído; el toro dobló y el espada fue silenciado. Al que cerró plaza lo mató de buena estocada entera: silencio.

Domingo 30 de enero del 2011
Décimo tercera corrida de la temporada de la Plaza de toros México

En esta tarde, marcada por la reciente muerte del matador hidrocálido José María Luévano, al que le brindaron los tres toreros, la plaza registró una entrada magna: casi lleno en numerado y más de la mitad de los sitios atiborrados en general, unas 38,000 personas.

Vamos primero con lo hecho por el triunfador, no de la tarde, sino de la temporada, y con creces. Juli demostró que está en estado de gracia, que tiene un sitio solidísimo y que además puede hacer un toreo variado y sentido como el que más.

A su primer enemigo, un toro castaño, le hizo un quite por chicuelinas modernas excelente. Todas fueron distintas por la altura de los brazos, pero iguales por lo ceñidas. El toro no era fácil y cogió muy feamente al banderillero “Paquiro”, asestándole una cornada grande en el costado derecho. Importante señalar que Christian Sánchez le colocó dos pares colosales a ese astado. El tercero fue al sesgo por fuera y merecía desmonterarse, pero el torero de Velilla de San Antonio tenía prisa en comenzar la faena.

A la muleta el bicho llegó avisado y tirando unos tornillazos horripilantes. El Juli nunca se amilanó y aguantó y porfió con cabeza y oficio. Sobresalieron los muletazos de castigo de pitón a pitón y un desplante a tiempo. Lástima que mató a la media vuelta. No obstante, los villamelones lograron que le concedieran una orejilla.
En el quinto, un toro chicampiano, pero con pitones, Julián hizo una labor de verdad grande. Quitó por chicuelinas y tafalleras, pegando dos de éstas hasta sus últimas consecuencias, es decir, girando completamente con la cintura y templando casi en redondo. El remate, una media larga cordobesa, no tuvo desperdicio. Aclaro que fueron tafalleras y no cordobinas, pues los lances de don Jesús Córdoba son un trincherazo a capote vuelto.

La faena de muleta se caracterizó por largas dosantinas, por cambios de manos por delante y naturales enormes y templados. Hubo inclusive un pase de las flores que le salió que ni pintado. Desafortunadamente, abusó de la estocada a la media vuelta, con brinquito y todo. ¿Alguna autoridad divina le cobró la orejita del segundo de la tarde? Vaya a saber, lo que es cierto es que regaló al sobrero y ahí vino lo inolvidable.

Salió ese séptimo, de nombre “Guapetón”, una contradicción en términos, pues el morito era acucharado y bastante feicillo. Pero no hay que juzgar a los libros por su cubierta, y así “Guapetón” resultó noble como él solo, y además tuvo un puntito de casta. Juli quitó por chicuelinas antiguas. Y le imprimió a los lances un temple difícil de igualar. Ya con la muletilla la cosa fue de locura. El madrileño empezó a torear con seis pases por alto de mucho empaque y temple, rematándolos con un desdén viendo al tendido. Después vino un recital de maestría, temple, variedad y alegría. Todo en los medios, todo en un palmo: naturales, derechazos, molinetes, y toda la gama del toreo. Nunca toreando con las posaderas, sino echando la pata buena adelante e inventando inicios de pase y remates con un júbilo formidable.
La gente estaba de pie y le gritaba: ¡Torero, torero! No faltaron los pañuelitos blancos para pedir el indulto del de Xajay, pero Juli se perfiló toreramente, y preparando la suerte suprema con honradez, sepultó la toledana bien en lo alto, prescindiendo de aliviarse en demasía.

El pañuelo verde no se hizo esperar y el triunfo grande fue más que merecido. Ahí quedan las buenas actuaciones de Talavante, de Perera y de muchos más, pero esto fue una obra de arte prácticamente perfecta, de esas que se ven muy de vez en cuando. Basta decir que salió a hombros cargado por enfervorizados parroquianos, no por capitalistas indignos.

Zotoluco sigue luchando contra reventadores mil. No hay que echar en saco roto las dos orejas que cortó el día de hoy. Su primera faena, misma que le realizó a un toro quizá reparado de la vista, que embestía con la cabeza alta y sin clase, fue de mucho oficio, cabeza y aguante. Se estiró al derechazo cuando pudo, logrando muletazos de muchos kilates. Mató bien, pero la gente no le quiere ya y le chifló en serio.

Cosa similar ocurriría en el cuarto. Ahí Eulalio estuvo sapiente y grande como pocos, por eso lleva ya mil corridas toreadas. El toro se quedaba corto y/o se revolvía, pero el veterano diestro le buscó las cosquillas y le encontró la distancia. Su toreo fue suave, pausado y de gran inteligencia. La estocada fue de libro y la oreja era más que obvia, pero algunos le volvieron a pitar en la vuelta al ruedo.

Hay que hablar ahora de lo hecho por el tercer espada, por El Payo. Y aquí hay que ponernos tristes. Octavio, ese buen torero queretano, hoy no fue ni la sombra de lo que es. En suma, y sin darle coba a nadie, hoy pegó un petardo de magnitudes colosales, salvándose de un percance gordo en el sexto.

El Payo estuvo fuera de cacho continuamente. Como diría don Alfonso Ordóñez, no estuvo en son. Y eso de agarrarse de las costillas de los toros, de doblar las rodillitas y de echarse al toro encima, son cosas de malos aficionados prácticos, no de un coleta digno de ese nombre. Triste es ver a cualquier torero sin recursos, a merced del toro, y más aun diestro que puede dar mucho más.

Por lo tanto, acabaremos aquí la crónica, quedándonos con el toreo sublime y verdadero del Juli, con ese rabo cortado con la espada, con la variedad del moderno arte de Cúchares, con la sonrisa y con el corazón.

A %d blogueros les gusta esto: