Gastón Ramírez Cuevas.- Segunda corrida de la temporada de la plaza de toros México.  Orejas para El Payo y Arturo Macías y gran faena sin remate de Alejandro Talavante.

Segunda corrida de la temporada. 4 de noviembre de 2012. Toros: Seis de Barralva, bien presentados pero débiles en conjunto. El tercero fue extraordinario y mereció arrastre lento.
Toreros: Arturo Macías, al que abrió plaza lo mató de entera tendida: oreja. Al cuarto le recetó una entera desprendida: silencio.
Alejandro Talavante, al segundo le despachó de tres pinchazos y cuatro golpes de verduguillo: aviso y silencio. En el quinto mató de dos pinchazos y estocada trasera: inexplicable silencio, pues por la faena merecía una fuerte ovación con salida a los medios.
Octavio García “El Payo”, en el tercero mató de dos pinchazos y una entera: salió al tercio y se le tributó una carretada de aplausos al toro en el arrastre lento. Al que cerró plaza le asestó una media desprendida y le descabelló al segundo intento: oreja protestada.

Contra todo pronóstico la plaza presentó una entrada muy decente, unos quince mil espectadores en una tarde asaz fría. No nos podemos quejar del ganado, los de Barralva tuvieron presencia y hubo dos toros muy interesantes, el tercero y el quinto.

Vamos a lo ocurrido. Macías estuvo siempre en torero, aunque su lote fue el peor. En su primero lanceó bien a la verónica, bajando las manos y rematando con una media elegantísima y estatuaria. Luego quitó por ajustadas saltilleras, revolera y brionesa.

El toro era muy débil y se caía, pero Macías se entregó en un trasteo de mucho temple y cercanías, mismo que inició con dos cambios por la espalda de innegable torería. A base de aguantar y consentir al bicho, logró sacarle muletazos de mucho empaque y valía. Destacó sobre todo en una tanda que comenzó con la vitolina, siguió por derechazos largos y remató con una arrucina y el de pecho. Cerró su labor muleteril con ceñidísimas manoletinas y mató con verdad, llevándose un topetazo en la barriga por aguantar la inopinada embestida del astado. Cortó una oreja que nadie protestó, aunque tampoco fue pedida por unanimidad.

Su segundo fue un galimatías, un animal incierto que se frenaba y derrotaba con gran enjundia. El carismático coleta hidrocálido porfió y le echó valor al asunto, pero el público se lo agradeció poco. Arturo está de vuelta, aunque para el buen aficionado nunca estuvo ausente, pese a las críticas que recibió por haberse ido a España a dar la cara y a jugarse la vida como pocos.

Talavante está en un gran momento con todo menos con la espada ¡qué lástima! En el segundo del festejo lanceó por mandiles e hizo un quite por chicuelinas, el cual remató con una enorme media larga cordobesa. A continuación muleteó al toro en un palmo y nos regaló un par de derechazos eternos, mismos que valieron el boleto. El cornúpeta fue demasiado débil como para ofrecer un triunfo grande y la cosa se desdibujó mucho cuando el extremeño mató fatal.

El quinto fue un toro interesantísimo, por su mal estilo no exento de bravura. Talavante echó mano del oficio y del temple, que son sinónimos de poder. Fue un gusto verle en un trasteo riñonudo en el que pudo intercalar momentos de arte y excelente trazo. A base de sapiencia pudo corregir algunas embestidas y correr la mano magistralmente, completando muletazos que nadie creía fueran posibles ante un toro tan difícil. Para caer en el tópico, podemos decir que el de Barralva le pidió a Talavante el carné, y el diestro de Badajoz le respondió completando muletazos verdaderamente maravillosos. El público no entendió gran cosa, y al no estar fino con los aceros, Talavante y su gesta pasaron inadvertidos.

El Payo sorteó el mejor lote. Su primer enemigo fue, para utilizar la gran frase de Leonardo Páez, el torito de la ilusión. Ese toro, de nombre “Cachetón”, repetía y humillaba que era un contento. Además tenía son y alegría. El Payo se prodigó en cambios por la espalda, derechazos, naturales y dosantinas. Algunos pases tuvieron una calidad extraordinaria, pero también hubo enganchones y dudas. Esa ambivalencia del torero queretano, aunada a su ineficacia con la toledana, hicieron que sólo saliera al tercio. Bien estuvo el juez al darle arrastre lento al pupilo de los hermanos Álvarez Bilbao.

El último de Barralva fue muy débil y tremendamente noble. A algunos nos dio la impresión de que el trasteo de El Payo era una película muchas veces vista. Sin embargo, encandiló al respetable debido al arrimón y al temple forzoso, pues el toro sólo pedía que lo entendieran y lo torearan con mimo. Entre una sucesión de derechas, naturales, adornos y joselillinas, El Payo armó la escandalera exagerada. No mató bien, de hecho descabelló hasta en dos ocasiones, pero usía sacó solícito el pañuelo.

Me dijo Pablo Martínez, un torero que sabe tela de esto, que los toros del lote del Payo fueron tan buenos que le dejaron hacer lo que pudo, punto. Es decir, que en otras manos esos buenos animales hubieran protagonizado faenas de ensueño, sobre todo el famoso “Cachetón”.

Bueno, por lo menos no hubo regalos ni figuras españolas protagonizando broncas de época. Eso pasa cuando los toros cumplen -dos de seis indudablemente importantes- y cuando los toreros no vienen a engañar.