En Olivenza, arte y variedad en una faena de Morante al cuarto y un nivel muy bueno de Talavante con una corrida de Cuvillo muy desigual. La lluvia deslució el comienzo y acabó con sol y buen tiempo, seguro que para disfrutar de la faena del torero de La Puebla.
Núñez del Cuvillo / Morante, Perera y Talavante
Plaza de Olivenza, 12 de marzo de 2011. Segunda de Feria. No hay billetes. Seis toros de Núñez del Cuvillo, el quinto lidiado como sobrero por uno que se partió el pitón, desiguales de presencia y justos de raza. El sexto más encastado, aunque rajado al final. Nobles en general, flojos y de más a menos. Lluvia en los dos primeros toros. Morante y Talavante salieron a hombros.
Morante de la Puebla, de grana y oro, estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada (dos orejas).
Miguel Ángel Perera, de azul pavo y oro, pinchazo y trasera). En el quinto, dos pinchazos y estocada (saludos).
Alejandro Talavante, de lila y oro, pinchazo y estocada (una oreja). En el sexto, media estocada (dos orejas).
Carlos Crivell.- Olivenza (Badajoz)
La tarde se salvó de la lluvia al final, aunque los dos primeros toros se vivieron bajo un aguacero. En realidad, el clima se reservó para poder presenciar, libre de paraguas, una faena exquisita de Morante al cuarto y la interesante labor de Talavante en el que cerró la corrida. Fueron el cuarto y sexto los mejores toros de una corrida de Cuvillo justa de presencia y de raza. La nobleza no faltó, pero el toro simplemente noble no proporciona emoción.
El cuarto no era un prodigio de casta, pero delante tenía un torero dotado de una gracia única y un afán de triunfo poco conocido. Morante había sufrido a un primer toro descastado y manso, que se lidió bajo un torrente de agua que sorprendió a todos. Morante, entre el manso y un respetable tapándose, se lo quitó de encima de una excelente estocada.
Casi había sol en el cuarto. Ya los lances del saludo tuvieron la impronta del torero de La Puebla. La faena fue una enciclopedia. Ayudados por alto para comenzar. Toreo con la derecha bajando la mano con guapeza. De pronto, un molinete y una tanda encadenada de pases con la derecha, los pies juntos, la cintura flexible, una delicia para los sentidos. Los remates, siempre de pecho obligados. Y ahora, ya en plena orgía, muleta a la izquierda con un muletazo para abrir tanda a pies juntos del más puro sabor del barrio de San Bernardo. Más naturales, los adornos, una faena plena, con los pequeños altibajos de un toro que buscó al final las tablas. A la segunda, otra estocada y dos orejas para llenar de regusto la tarde.
Talavante dio un paso más en su camino torero. Al tercero lo templó bien y se sintió muy torero en pases descarados y profundos. Hubo tandas más rematadas y otras incompletas. Mató bien y se ganó un trofeo con sabor local.
El sexto tenía motor. Talavante lo llevó en línea con la derecha cuando el toro se la quería comer. Con la izquierda se recreó en pases alados con temple y ligazón, para acabar algo encimista con el toro ya rajado. Las dos orejas también fueron algo exageradas, pero Talavante dejó constancia de buen momento.
Miguel Ángel Perera se fue de vacío. No se llevó lo mejor de la tarde, pero tampoco se mostró afinado. Al segundo, noble y soso, le hizo una faena larga hasta el aburrimiento. Estuvo correcto, pero sin emoción. El sobrero quinto estaba inválido. Se caía cada tres pases, pero Perera tampoco encontró el pulso en la muñeca para mantenerlo.