Fiesta grande de toros y toreros en la primera corrida de Olivenza. Buen encierro de Garcigrande y tres toreros en distinto registro pero muy entregados. El Juli, Perera y Talavante, a por todas y a hombros.
Plaza de toros de Olivenza. 2ª de Feria. No hay billetes. Seis toros de Garcigrande, correctos de presencia y de buen juego excepto el sexto. Mejores, 2º y 3º, este último muy bueno. Los tres diestros salieron a hombros.
El Juli, azul marino y oro, estocada (una oreja). En el cuarto, pinchazo y trasera (una oreja tras aviso).
Miguel Ángel Perera, coral y oro, atravesada (una oreja tras aviso). En el quinto, estocada (dos orejas).
Alejandro Talavante, de celeste y oro, estocada trasera y tendida (dos orejas). En el sexto, atravesada, tres pinchazos y dos descabellos (palmas tras aviso).
Carlos Crivell.- Olivenza
La terna quería demostrar algunas cosas. El Juli y Perera, ausentes de Sevilla, que siguen el pie de guerra. Talavante, que su nueva dimensión de torero no ha menguado. Y lo consiguieron sobradamente. Se fueron a hombros por la Puerta Grande después de ofrecer una buena tarde de toros. Como colaboradora necesaria, una corrida de Garcigrande de buena nota y dos toros por encima del resto: segundo y tercero.
Destacó la entrega sin límites de la terna. Así se vio a El Juli como un novillero que empieza. Además de su poderío absoluto, el gesto del espada era de rabia contenida. Quería gritar que seguía siendo el de siempre. Al que abrió plaza le hizo una faena de temple grande en muletazos muy largos, rematados siempre con un giro de muñeca como expresión del mando. Al final se arrimó en un palmo de albero.
Aún se esforzó más con el cuarto, toro que humilló poco y que sólo por culpa de la muleta del torero, que lo enceló y lo llevó imantado siempre, se pudo contemplar una labor de arrebato y de sitio del máximo nivel. El Juli fue un prodigio de entrega.
Perera completó una buena faena por el lado derecho al segundo de la tarde. También su gesto era la expresión de necesitaba gritar alto. Esta faena tuvo altura en la diestra en lado de mayor calidad del astado. Con el quinto, animal con menos entrega, Perera se metió en los terrenos del toro en una labor de cercanías de impacto. Se lo pasó por detrás y por delante en tandas de muletazos en los que el espada atornilló las zapatillas como si estuviera anclado al suelo. Fue una faena de poder y querer, contra todo, de imposición y grito de rebelión.
Talavante se lució con el capote en el tercero. Fue un toro excelente al que toreó con ritmo, cadencia y suavidad, siempre con ese toque perfecto, sutil y casi imperceptible, para jugar con los vuelos de sus engaños. De nuevo fue el torero imaginativo que entusiasma al tendido. Talavante sigue con la frescura del pasado año, aunque también con esa facilidad para emocionar al respetable. El sexto fue el malo del encierro. A esas alturas, Talavante le echó ganas a base de toques fuertes sin posibilidades de cambiar la condición de un animal de poca calidad.