Gastón Ramírez Cuevas.- Domingo 13 de octubre del 2013. Pachuca, Hidalgo. Monumental plaza de toros Vicente Segura. Toros: Uno de La Venta de Refugio y otro de Fernando de la Mora para rejones, corridos en primero y quinto lugar. Seis de José Julián Llaguno. En conjunto, bien presentados aunque desiguales, con trapío, cornalones y complicados. El cuarto de la tarde desarrolló mucho sentido.

Toreros:  Joaquín Díaz “Cuqui de Utrera”, al primero de la lidia ordinaria, segundo de la tarde, lo mató con habilidad al primer viaje: leves palmas. Al cuarto, que tuvo que matar por haber sido herido Juan Luis Silis, se lo quitó de en medio con un pinchazo, otra entera habilidosa y un certero descabello. Al séptimo lo estoqueó a paso de banderillas al segundo viaje: silencio.

Uriel Moreno “El Zapata”, a su primero lo despachó de estocada entera: oreja. Al sexto lo pasaportó de un pinchazo en todo lo alto y una gran estocada a toro parado: oreja con fuerte petición de la segunda. Al que cerró plaza le propinó una casi entera a un tiempo que bastó: oreja.

Juan Luis Silis, fue herido de mucha gravedad durante las postrimerías de la faena de muleta al primero de su lote: ovación mientras se lo llevaban a la enfermería.

A caballo actuó Leonardo Hernández. Algunos pitos en su primero (mató fatal) y dos orejas totalmente inmerecidas en su segundo (el quinto de la tarde), pues pinchó y luego le clavó al malhadado animal la hoja de peral prácticamente en los riñones.

Cuando por toriles sale el toro de verdad la Fiesta adquiere esa seriedad que tanta falta le hace. El encierro de José Julián Llaguno no fue bobo ni noble, por el contrario, fue difícil y correoso, con excepción del sexto, que se dejó bastante.

La tragedia sobrevino cuando Juan Luis Silis se disponía a finiquitar su trasteo. El cuarto de la tarde le había puesto en aprietos desde los primeros lances. El quite por gaoneras resultó impactante pues el diestro capitalino tragó en serio, pasándose al toro por la barriga y resultando trompicado. Silis demostró un hambre enorme y se la jugó en todos los muletazos. El toro a veces arreaba, a veces se frenaba a media embestida, y tiraba tornillazos de continuo. Lejos de abreviar y tirar por la calle de en medio, Juan Luis porfió y aguantó mucho, hasta que en una de esas el toro lo cazó y le dio una cornada espantosa que entró por el cuello, le partió la mandíbula, le desgarró una arteria y llegó a la base del cráneo. Durante todo el resto del festejo se temió lo peor: por el sonido local se pidió al respetable que rezara un Padrenuestro para pedir por el torero herido; los alternantes de Silis y las cuadrillas estaban desconsolados y varios lloraban en el callejón y en los tendidos; la gente intentaba encontrar alguna noticia consultando sus teléfonos móviles, y no faltaba quien abogase por la suspensión del festejo. Las últimas noticias de la noche de ayer domingo eran algo esperanzadoras, pues a pesar de todo los médicos lograron parar la hemorragia de la arteria lesionada y parece que Juan Luis Silis ha salvado la vida.

Este tipo de percances, este tipo de tabacos, nos devuelven (tristemente) la verdad del toreo. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza a los coletas que la semana pasada en este mismo escenario se enfrentaron (¿?) a novillotes sin pitones de la ganadería de Arroyo Zarco.

En este domingo trece, que fue tan nefasto para un torero, otro coletudo logró un triunfo magnífico. Me refiero a Uriel Moreno “El Zapata”. Al primero de su lote le recibió con un lance nunca visto, con zapopinas de rodillas en tablas. Luego cubrió el segundo tercio y puso un extraordinario tercer par al violín sesgando por fuera. El de José Julián era débil e incierto, pero Zapata se arrimó como los grandes y logró muy buenas series con la muleta, especialmente por el pitón derecho. Lo mató de manera impecable y le fue concedida la oreja.

Al que hizo sexto le pegó unas verónicas barrocas y belmontinas. Con las banderillas colocó su par monumental de manera prodigiosa y luego clavó al violín con arte y exposición. Vino a continuación una faena suave y templada por ambos pitones, la cual remató toreando de rodillas y ejecutando desplantes toreros que incluyeron hasta el teléfono. Los pases de pecho rodilla en tierra no tuvieron desperdicio. Pinchó en lo alto y luego se entregó en una estocada a toro parado que hizo rodar al burel sin puntilla. El señor juez no valoró lo hecho por Uriel y pese a la insistencia del público sólo sacó un pañuelo.

Al correrse el turno por la cornada de Silis, El Zapata mató también al octavo de la tarde. Con el capote instrumentó preciosos lances a pies juntos y después hizo un quite de su invención que, en Aguascalientes, Pedro Julio Jiménez (crítico taurino) bautizó como La Catrina. Dicho quite se compone de lances parecidos al ojalá, al pase del imposible, a las zapopinas, etc. Es vistosísimo y nada fácil de lograr. La gente le aplaudió de pie. Forzado por el respetable, Uriel tomó los palos y colocó dos muy buenos pares al cuarteo. El tercero, un quiebro al violín, volvió a levantar a la gente del asiento.

Con la sarga, el carismático y honradísimo torero tlaxcalteca ejecutó pases de todas las marcas. Los derechazos reminiscentes del Faraón de Texcoco, el gran Silverio, fueron algo portentoso. Uriel mató con acierto y habilidad y cortó otra merecidísima oreja.
Lo dicho, la Fiesta tiene estos contrastes: Juan Luis Silis luchaba por su vida en un hospital cercano mientras El Zapata salía a hombros, en loor de multitudes de la plaza Vicente Segura.

¿Qué decir de Cuqui de Utrera? Pues que acusó una comprensible falta de sitio y que salvo un par de mágicas verónicas por el pitón izquierdo a su primero, rematadas con dos medias elegantísimas, no hizo otra cosa digna de relatarse. Entre el fuerte viento, la sombra de la cornada y las dificultades de los josejulianes, Joaquín Díaz no se decidió nunca. ¡Otra vez será!

¿Y del rejoneador español? De ese jinete tan extrovertido, histriónico, y tan experto en torear al tendido, más vale ni hablar.

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