En este país, todavía llamado España, se desarrolló hace varios siglos una fiesta única por su emoción: el enfrentamiento del hombre con el toro bravo. Esta especie, adaptada a las dehesas españolas, se desarrolló en amplias zonas de monte bajo, de encinas y alcornoques, en compañía de animales del monte y las aves en libertad. España fue la reserva de una especia única, el toro bravo, cuyo destino final era la lucha en la lidia en las plazas de toros frente al hombre, porque es una especia que no tiene otra utilidad. Esta España, vieja, sabia, variopinta, crisol de culturas de todos los pueblos que sobre ella se asentaron, es una nación forjada con un ideal: la ser de un territorio diverso y único. Es un país rico y sabio porque quedó impregnada de las civilizaciones que la poblaron: tartesos, íberos, griegos, fenicios, romanos y árabes. Así surgió una nación que tuvo siempre en la lidia del toro una de sus fiestas mayores.

La fiesta de los toros que ha sido símbolo de España, reflejo de sus gentes, moderadora de sus costumbres, espejo de su sociedad, fuente inagotable de expresiones del toreo que se explican con claridad meridiana hechos de la vida diaria e inspiración de artistas de todo tipo. España siempre ha sido una nación de toros; llevó el toreo por muchos países, el toreo siempre ha sido sinónimo de lo español.

Pero vivimos tiempos en el que todo lo español parece que se cotiza a la baja. Sectores separatistas de algunas regiones luchan por lo que se llama la autodeterminación, una forma de independencia encubierta, y para ello hay que atacar a los símbolos de España. Y entre otras muchas situaciones que muchos consideramos anacrónicas, como impedir que unos niños de 10-12 años escuchen el himno nacional al comienzo de un partido, se han fijado como meta, para expresar su deseo de independencia, acabar con la fiesta de los toros. Estas iniciativas nacen en regiones donde siempre fue una fiesta que apasionó a sus habitantes, y que tienen detrás de sí una historia rica en gestas gloriosas escritas sobre los ruedos. Si hay algo muy español son los toros y han decidido acabar con la Fiesta en sus comunidades. Alegan un ecologismo mal entendido e imposible de explicar, pero la única razón del ataque es que el toreo es España y se trata de desvincularse de todo lo que sea España.

A quienes amamos, defendemos, nos emocionamos, ensalzamos, promocionamos y estamos siempre comprometidos con la Tauromaquia, resulta que ahora nos toca crear organismos para la defensa de la fiesta. Es una auténtica pena tener que explicar ahora los valores ecológicos, culturales, artísticos, sentimentales y patrimoniales del toreo, porque el toreo se defiende por sí mismo, pero en actos como el que hoy celebramos es necesario hacer una llamada de atención.
El ataque a la Fiesta existe. Es verdad que muchos de sus enemigos, probablemente los más dañinos, están dentro de sus estructuras. Pero los otros enemigos no cesan y buscan su desaparición. En momentos como el de hoy, y les ruego que me lo permitan aunque sea a título personal, es necesario pedir a quienes tienen responsabilidades de gobierno más firmeza que nunca en la defensa y promoción de la Fiesta de los toros. Es necesario acabar con la tibieza en las expresiones, no se puede decir una cosa en Madrid y otra en Sevilla, es absolutamente necesario salir al tercio y desautorizar a quienes se permiten alegremente el lujo de expresar opiniones personales en público, que no solamente son erróneas, sino que implícitamente están llena de mala fe hacia la Fiesta; es lo que esperamos todos de quienes tienen en su mano ese motor que es el poder, en cualquiera de sus distintos ámbitos, del territorio llamado España.

Mientras exista España habrá siempre algún niño que sueñe con ser torero. Hasta dónde llega la implicación la tauromaquia y la nación que hubo un tiempo en el que en España sólo se hablaba de política y toros. Son tiempos distintos los de ahora, es cierto.

La Tertulia de la Taberna del Alabardero