Alvaro Pastor2011Álvaro Pastor Torres.- Como se venía barruntando desde que se hicieron públicos los carteles, la antaño bautizada como “corrida de los mediáticos” podía ser la que más público llevara a la plaza. Y en efecto así fue, si no contamos la del domingo de Resurrección que como algunos puertos del Tour de Francia casi siempre es “fuera de concurso”. Está claro que el share de Sálvame y La Noria interesa más que los programas de Punset o los documentales de animalitos que ponen en La 2 a la hora de la siesta. Tres cuartos aparentes, y digo esto porque en ciertos tendidos –sobre todo en los de sombra más cercanos a la reja con la solanera- llama la atención la alternancia de filas completas vacías y llenas. Vacía, llena, vacía, llena, Epi y Blas.

Todo fue, salvo la desgana de Manuel Díaz, según el guión preestablecido. La ya depauperada plaza de toros de Sevilla toca fondo en tardes como esta donde se pita a los picadores por hacer medianamente su trabajo (que tampoco es que se deslomen), se les aplaude por no picar, se intenta acompañar los pasodobles de Tejera con palmas –eso lo pueden dejar para Clásicos Populares– y se ovaciona absolutamente todo: abortos de chicuelinas y otros lances de capa, pares de banderillas puestos a toro pasadiiiiiisimoooooo, proyectos de muletazos perpetrados a distancia, ruedas de peones tras la estocada o desplantes aberrantes del tipo cabezazo en el testuz, como el si pobre animalito no tuviera ya la desgracia de haber caído en unas manos que -9 a 1 en las apuestas- lo van a desaprovechar, como para encima tener que soportar eso.

Si tiramos de cartelería y biblioteca –Todo está en los libros como decía Sánchez Dragó- no ha mucho tiempo a los toros de Torrestrella se los rifaban las figuras, desde El Cordobés a El Viti, pasando por Jaime Ostos, Diego Puerta, Paco Camino, Paquirri (un especialista con las reses de Los Alburejos, tanto en la gloria como en la tragedia) o el mismísimo Rafael de Paula. Hoy han quedado para esto. Desde su barrera del 1 mi tocayo tuvo que ver cómo varios se fueron intonsos al patio del desolladero entre la indiferencia general.

La plebe tomó claro partido por Padilla, siempre atento con los demás en el ruedo, siempre animoso, siempre con ganas de agradar y muy bullicioso. Evidentemente no lo iba a tomar ayer por un desconocido Manuel Díaz, indolente, casi huraño, que abrevió en sus dos oponentes–otros sí le agradecimos ese detalle-, e hizo méritos más que suficientes durante sus trasteos para ser concursante de la próxima edición de Mira quién baila porque mover las zapatillas toreando lo hace de cine, de Cine de Primera o quizá de barrio. Si falla su candidatura puede entrar El Fandi, que maneja las manoletinas –las de los pies, no las otras- con más soltura incluso que las banderillas. Y si el torero de Arganda del Rey no está por la labor de danzar al son de la música, siempre podrá tener plaza en Master Chef, pues la cuchillada con que cazó a su primero no la mejora ni un tres estrellas Michelín.

Lo de El Fandi es ya de Cuarto Milenio. Ha toreado cientos –acaso miles- de corridas y aún no ha aprendido para qué sirve una muleta. El último tercio le viene grande y más si le sale un toro como el tercero que pedía, no los papeles, sino simplemente un torero delante. Solo con ver la manera de apoyarse en la barrera para brindar a un compañero te haces ya una idea de lo que va a venir después.

¿Cuántos telediarios le quedan a la fiesta institucionalizada y ritualizada en la plaza, o sea a las corridas de toros y similares, como siga esta deriva? (No hablo de los festejos populares donde el toro es único protagonista, esos perviven hasta en Cataluña). Un, dos, tres, responda otra vez.

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