José Luis Garrido Bustamante.- He tachado la palabra afición con la que iniciaba el titular de este artículo porque he pensado que la afición de los toros es una cosa y otra bien distinta el grupito de público autor de la canallesca idea de abandonar las localidades cuando estuviese actuando el Cid como demostración ostensible de su descontento por haber sido contratado para sustituir a Manzanares.
Los aficionados a la Fiesta Brava nos merecemos un respeto que debe llegar incluso a la selección cuidadosa del grupo de espectadores de un festejo taurino que tienda a designarse con el término genérico de “la afición”.
Personalmente me resulta empachosa la mención reiterada que hacen los comentaristas televisivos de “Madrid” como paradigma de exigencia y adecuado rigor. “Este toro no es de Madrid”… “La faena no gusta a Madrid”… “Se está poniendo de acuerdo todo Madrid”… Me parece una atribución insufrible y sujeta a la crítica porque en muchas ocasiones se desmiente ella misma con su actitud .
Recuerdo inevitablemente a mi fallecido compañero de redacción en Radio Nacional de España Antonio Gamito que cuando sonaba el teléfono y escuchaba una voz imperiosa que le decía “Aquí Madrid”, se levantaba de la silla, se cuadraba militarmente y exclamaba “Dime, Madrid”… “A tus órdenes, Madrid”… “Ya estoy en posición de firmes Madrid” …”Pídeme cuanto quieras”… y naturalmente el compañero que hablaba desde la redacción madrileña apeaba el tono y describía la razón de su llamada que generalmente era el envío de un minuto o dos de la última noticia producida en Andalucía para sus servicios informativos.
El tendencioso proyecto contra Manuel Jesús, sin firma como es de suponer, venía a organizar un boicot invitando a los grupos conocidos de la afición madrileña a sumarse al programa. El texto de la valiente hazaña, enviado desde el móvil, finalizaba con la inevitable palabra “pásalo”.
Pero la afición, esa afición que se agrupa en los del siete y otros tendidos de las Ventas, despreció la invitación y no la secundó. Con ello me ha ratificado en el convencimiento de que en la plaza de toros de la capital de España se dan cita auténticos espectadores que, acertados o no, son aficionados… algún que otro protagonista ridículo con el pañuelo verde siempre pronto a escapar del bolsillo… un amplio sector de despistados que no manifiesta su opinión, sobre todo si es para pedir orejas, hasta que lo ven hacer a los demás… y niñatos de botellona.
Carlos Crivel, después de ponderar la recuperación de la confianza del torero en sí mismo y su sitio de siempre, sugería que los que le habían enterrado por sus tardes desafortunadas y vituperado por anunciarse en esta sustitución, deberían entonar un mea culpa.
Eso lo harían los aficionados. Estos valientes que se escudan en el anonimato para dar bofetadas carecen de la grandeza necesaria para aceptar esta postura,
Menos mal que Madrid ha sabido ponerse en su sitio. El Cid se ha reconciliado con su afición. Y la afición de Madrid se ha reconciliado conmigo.